Wednesday, March 17, 2010

"Clivages" y la plenitud perpetua de UNIVERS ZERO



Todavía no concluye el primer cuarto del año 2010 y ya tenemos a “Clivages”, el trabajo más reciente de UNIVERS ZERO, como un miembro necesario e irremediable del Top 5 progresivo del año. UNIVERS ZERO, a despecho del ritmo pausado de su producción fonográfica desde su reformación que tuvo lugar a fines de los 90s, se mantiene persistentemente como un monarca indiscutible de la vertiente progresiva RIO. En verdad… ¡qué gran disco que es “Clivages”! – todo un regreso a sus raíces más tenebrosas tal como quedaron desarrolladas y plasmadas en sus primeros cuatro discos (desde “1313” hasta “Uzed”). Los sortilegios atmosféricos que tuvieron una fuerte presencia en discos inmediatamente anteriores a “Clivages” ya no tienen una presencia tan relevante, siendo así que este ensamble belga se enfila más concienzudamente hacia la construcción de ambientes poderosos en un calibre oscuro muy fiel al típico estilo histórico de la banda. Con la constante guía del baterista/percusionista Daniel Denis y la estrecha cooperación del oboísta/fagotista Michel Berckmans como leal lugarteniente, el grupo ha creado todo un clásico instantáneo del RIO. El guitarrista Andy Kirk no se dio abasto para continuar su membresía en UZ (ahora un sexteto), pero antes de dejar sus filas, coopera tocando en dos temas e incluso componiendo uno de éstos.

Vayamos ahora al repertorio mismo. Los primeros cuatro minutos y pico del disco están ocupados por el grácil tema ‘Les Kobolds’, el cual destila aires vanguardistas bien equipados bajo una arquitectura sonora muy sensible a las tonalidades exóticas de raigambre indoeuropea – la clave de la pieza se centra en los ágiles colores dibujados por las maderas y el violín. A continuación sigue uno de los dos temas épicos del disco, ‘Warrior’, compuesto por el guitarrista Andy Kirk, quien fuera miembro de la banda y ahora solo es un invitado (de lujo) ocasional. Sobre un trasfondo casi “mecanizado”, el preludio genera un aire de expectativa que poco a poco prepara la emergencia de oscura languidez que se instala desde antes del minuto 2. El violín empieza ocupando un lugar central en la instrumentación, lo cual ayuda bastante a sustentar el clima tétrico tan oportuno para el momento. No se puede negar el uso de reminiscencias tanáticas a la etapa del “Heresie” y el “Ceux Du Dehors”. Bajo una apariencia de solemne monotonía se realiza un inteligente juego de variantes sobre ciertas cadencias básicas que se va robusteciendo hasta que poco después de la barrera del sexto minuto, se genera un clímax encendido que aterriza en otra demoledora sección misteriosa en la que el fagot y el clarinete bajo comparten el rol central; a partir de ahí, se arma otro clímax, menos explícito pero igualmente denso. ‘Vacillements’ entra en acción para incorporar algo de fresco lirismo al asunto después del despliegue de tensa oscuridad que tuvo lugar con la pieza precedente. Por su parte, ‘Earth Scream’ se basa en el sampleo de masivos sonidos industriales, un experimento de musique concrete en su estado más primigenio a cargo del maestro Daniel Denis; en este aparente desbalance entre la evocación naturista del título y el talante industrial del esquema sonoro, me parece que el título satiriza la capacidad del hombre de enajenar el ser natural del mundo y convertirlo en una extensión de las máquinas (en fin, especulaciones mías). ‘Soubresauts’ nos despierta a majestuosos sobresaltos que emergen desde enérgicas cadencias académicas perfectamente sobrellevadas a través de variados juegos de matices que me hacen recordar un poco a “Uzed”. Las maniobras de síncopas que se elaboran a partir de los 4 3/4 minutos son sencillamente impresionantes.

No me canso de repetir que estamos ante una labor de recuperación de la esencia primigenia de UZ, y temas como ‘Apesanteur’ y ‘Three Days’ se encargan de realzar esta idea infinitamente – los ágiles juegos de las maderas en el primer tema hallan un efectivo cimiento en la impecable dupla rítmica de Denis y Evers, mientras que la arquitectura tímbrica de las cuerdas y maderas en el segundo se explayan en una belleza misteriosa, muy a lo Rachmaninov con Stravinsky y Grieg. A continuación sigue ‘Straight Edge’, el otro tema épico del disco. El doliente solo de violín con que comienza el tema se ve pronto acompañado de amenazantes escalas de piano, y así empieza a armarse el cuerpo central. A poco de pasada la barrera de los 3 minutos, el grupo ya se halla en un trance espectacular, el cual se extiende hasta el minuto 7, que es cuando el ensamble pasa a recorrer unos senderos más sutiles, reposados aunque inquietantemente intrigantes. Cuatro minutos después, lo intrigante abre su ventana para que la oscuridad exterior se apodere de todo, permitiendo que el cuerpo central se retome en un magnífico reprise intensificado. El golpe final de ‘Straight Edge’ es brutal, y puesto que no se trata de la última pieza del disco, es de agradecer que ‘Retour De Foire’ nos brinde una brisa un poco más refrescante a través de sus climas más reposados. De todas maneras, el gusto por lo grisáceo y lo tenso no desaparece realmente, y ciertamente, prestando atención al armado del compás lento de este tema uno puede imaginar una triste procesión en el purgatorio. Todo tiene su fin, y el fin de “Clivages” llega con ‘Les Cercles d’Horus’, tema que nos muestra a un invitado especial en la batería - Nicolas Denis, hijo de Denis. El tono lánguidamente marcial de esta pieza patentemente minimalista le permite operar como un pertinente complemento al tema inmediatamente precedente, siendo así que el tono elegíaco se siente, a la vez, reforzado y más etéreo.

“Clivages” es una gozada de principio a fin que no defraudará para nada a los seguidores acérrimos de las vertientes más decididamente vanguardistas del género progresivo, y en especial, de UNIVERS ZERO.

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