HOLA, AMIGOS DE AUTOPOIETICAN, LES SALUDA CÉSAR INCA.
Esta
reseña llega bastante tarde, de hecho, llega con más de un año y medio de demora: nos
referimos al tercer disco del grupo neo-progresivo británico FROST “Falling
Satellites”. Bueno, aquí tenemos la reseña por fin. Concebido por el fundador y
líder de la banda Jem Godfrey como una serie de canciones que giran en torno al
sentido de la vida en medio de su propia crisis de la mediana edad, “Falling
Satellites” exhibe el que tal vez sea el despliegue más robusto y aventurado de
su esquema de trabajo. Jem
Godfrey, quien canta, toca loss teclados, el Railboard, la guitarra lap steel y
elabora samplers de Beaumatron, se hace acompañar de John Mitchell (veterano de
ARENA) a las guitarras y voces, el bajista Nathan King y el baterista Craig
Blundell. Además, la gente de FROST cuenta ocasionalmente con el privilegio de
tener a Joe Satriani como ocasional invitado, así como al violinista Mark
Knight y a la cantante Tori Beaumont. A
fin de cuentas, el disco que comentamos en esta ocasión recibe entusiastamente
las cosechas sucesivas de los dos discos precedentes – “Milliontown”, del año
2006, y “Experiments In Mass Appeal”, del año 2008 – con una buena exhibición
de musculatura a través de la elaboración de sonoridades meticulosamente
estilizadas y grooves llamativos. FROST llevan a una dimensión moderna muy
intensa los estándares del neo-prog sin hacer oídos sordos a otros puntos de
referencia como son el prog-metal melódico y el paradigma de los PORCUPINE TREE
del nuevo milenio, por mencionar algunos ejemplos. Y pensar que el buen Godfrey fundó este proyecto con la sola
intención de divertirse haciendo una forma de rock que fuese sofisticada e
inteligente para apartarse de su propia rutina como escritor y productor de
música pop (su currículum incluye a gente como ATOMIC KITTEN, BLUE y PLAY…). Bueno,
concentrémonos ahora en el repertorio de “Falling Satellites”, ¿vale?
Con
la dupla de ‘First Day’ y ‘Numbers’ tenemos unos primeros 6 minutos en los
cuales el grupo puede asentar muchas de las reglas de juego de la propuesta
musical a ser desarrollada a lo largo del disco. El rol de ‘First Day’ consiste
en plantear una obertura de carátcer etéreo que obviamente está diseñado para
crear una expectativa ante el despliegue de vigor rockero que amenaza con
emerger… y la amenaza musical se cumple cabalmente con ‘Numbers’, una pieza
rotunda e intrépida que ostenta orgullosamente su gancho primordial. La base
melódica sencilla y los suntuosos arreglos corales se despliegan en una suerte
de combinación de SPOCK’S BEARD, PORCUPINE TREE y GAZPACHO. Con el subsiguiente
turno de ‘Towerblock’, el grupo se dispone a crear una dinámica de
intervenciones electrónicas desde las cuales se crea una poderosa aura
psicodélica para el relajado motif central creado para la ocasión. Así las
cosas, el relax emocional termina dejando paso a algunos recursos de
sofisticada densidad en el interludio instrumental. Los aires de PORCUPINE TREE
siguen presentes pero ahora se engarzan con elementos de BLACKFIELD. Hay bellos
solos de guitarra en el transcurso de la pieza pero son los de sintetizador los
que más nos impactan con su manera de calibrar una modernización del paradigma
de RICK WAKEMAN. Tenemos aquí un cénit del álbum. La dupla de ‘Signs’ y ‘Lights
Out’ tiene encargada la misión de seguir explorando atmósferas renovadoras
dentro del bien asentado esquema de trabajo del grupo. ‘Signs’ comienza
focalizándose en lo introspectivo sin renunciar a la aureola electrónica que
inició su impacto en la canción precedente; más adelante, a poco de pasada la
barrera del tercer minuto, se impone un magnífico interludio que coquetea
abiertamente con estándares del prog-metal (estamos pensando en el caso de
THRESHOLD) mientras el cuerpo central empieza a adquirir tonalidades góticas. Otro
cénit del álbum. Mientras tanto, ‘Lights Out’ se centra en recoger el legado de
la melancolía serena de ‘Signs’ con un lirismo cálido: como para hacer un
paralelo aproximativo, esta canción bien podría haber sido una semi-balada de
MUSE.
La
suite hexapartita ‘Sunlight’ se explaya como el momento cumbre del álbum,
haciendo de la extensión de su desarrollo conceptual y la fastuosa expansión de
los recursos sonoros de la banda las claves innegables de su fulgor inapelable
dentro del repertorio de “Falling Satellites”. La primera sección se titula
‘Heartstrings’ y su vitalidad bebe tanto del dramatismo exultante de unos ARENA
como del vigor arrollador de los PORCUPINE TREE de los tres últimos álbumes,
con algunas secciones lentas explícitamente emparentada con el sonido de los
GENESIS de fines de los 70s. Neo-prog obediente con una dosis extra de
intensidad pesada. Luego viene ‘Closer To The Sun’ se encarga de llevarnos por
un sendero musical más amable en una cándida confluencia de los patrones de
COLDPLAY y MUSE, aunque con patentes recursos electrónicos que le dan al
desarrollo melódico una faceta un tanto cósmica. Los persistentes loops y capas
de teclado, junto al gesto prioritario de lo cibernético en el esquema rítmico,
conforman el núcleo performativo. Una mención especial debe ir para los
alternados solos de guitarra y sintetizador que entran a tallar en el
intermedio pues son realmente exquisitos. Uno de esos solos es del maestro
Satriani. En la mayor parte del tiempo, ‘The Raging Against The Dying Of The
Light Blues In 7/8’ está elaborada, tal como anuncia en el título mismo, sobre
un tempo de 7/8, y su esquema sonoro
se sitúa a medio camino entre la garra sofisticada de ‘Signs’ y el esplendor señorial
de ‘Heartstrings’. Desde el intermedio en adelante, el esquema de trabajo
grupal se inclina hacia un híbrido de SPOCK’S BEARD y el IQ de nuestros días. Cuando
llega el turno de ‘Nice Day For It…’, el ensamble se encarga de perpetuar la vitalidad
reinante desde la sección precedente y le saca el jugo con imparable solvencia.
Esta dupla de ‘The Raging Against The Dying Of The Light Blues In 7/8’ y ‘Nice
Day For It…’ es simplemente fenomenal: 14 ½ minutos de máximo esplendor sonoro
bajo las coordenadas del sinfonismo moderno. La ilación de ‘Hypoventilate’ y
‘Last Day’ clausura la suite comenzando con una serie de flotantes efluvios
cósmicos y terminando con una emotividad contenida en su propio centelleo solipsista.
‘Lantern’ es la canción que sucede a la suite y lo hace exhibiendo un breve ejercicio de pop electrónico que en cierto modo nos hace recordar a la dimensión más etérea de unos OMD pero con una actitud cercana a los MARILLION de nuestros días. De hecho, es una canción muy agradable pero se siente muy insustancial tras pasearnos por la imperial arquitectura de los meandros multitemáticos contenidos en la suite ‘Sunlight’. Los últimos 6 ½ minutos del álbum están ocupados por ‘British Wintertime’: comenzando como balada en una especie de conexión atmosférica con la canción precedente, a mitad de camino se torna más intensa con miras a gestar un mágico broche sinfónico para el disco. Los patrones del mejor IQ y del MARILLION de las mejores épocas se enfilan en una luminosidad evocativa y envolvente. Cuantas más veces disfrutamos de esta canción final, más nos convencemos de que la precedente sobraba (simple y llanamente sobraba). Pero bueno, a fin de cuentas, hemos tenido una gozosa experiencia con “Falling Satellites”. El personal de FROST ha alcanzado un clímax muy refrescante con este disco tras las experiencias recogidas en los dos álbumes precedentes.
Muestras
de “Falling Satellites”.-
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