Tuesday, January 09, 2018

HAPPY THE MAN: ascenso y ocaso de un sueño progresivo norteamericano


HOLA, AMIGOS DE AUTOPOIETICAN, LES SALUDA CÉSAR INCA.

Seguimos adelante con nuestro repaso de la trayectoria de HAPPY THE MAN durante su actividad de los 70s, siendo así que los habíamos dejado en una ocasión anterior en la época de su primer disco de estudio para el sello Arista.* Como no puede ser de otro modo, ahora empezamos con el segundo disco de estudio titulado “Crafty Hands”, el cual que data del año 1978 y que muchos consideran – nosotros incluidos – como su obra cumbre. Al igual que con el disco homónimo de debut, la producción corrió a cargo de Ken Scott (célebre por sus labores con DAVID BOWIE, SUPERTRAMP, ELTON JOHN, MAHAVISHNU ORCHESTRA, BILLY COBHAM y un largo etcétera), pero esta vez hubo un cambio en la alineación del grupo dentro del departamento percusivo. En diciembre de 1977, Mike Beck dejó la banda por las diferencias creativas que le apartaban de sus cuatro compañeros en cuanto al enfoque creativo para el nuevo material a ser incluido en el segundo álbum: así las cosas, el grupo encontró en Ron Riddle como el baterista-percusionista ideal para reemplazarle en el primer mes del año siguiente. Los demás integrantes seguían siendo Stanley Whitaker [guitarras eléctricas y acústicas, y voz], Frank Wyatt [pianos de cola y eléctrico, clavinet, saxofones, flauta y clavicordio], Kit Watkins [órgano, sintetizadores, pianos de cola y eléctrico, flauta,clavinet, clavicordio y flauta dulce] y Rick Kennell [bajo]. Haciendo un balance previo de lo que nos ofrece “Crafty Hands”. Como siempre, Watkins se hace notar como el músico más destacado del quinteto, quien con su siempre inspirado refinamiento, para nada exento de vigor lúcido, crea pulidos solos de sintetizador como encantadoras cortinas y orquestaciones de teclado – todo un ejemplo de sensibilidad, pulcritud técnica y creatividad evocativa, y tal vez es ya momento de que admitamos públicamente que se trata de nuestro teclista #1 de todos los tiempos y lugares del rock experimental. Pero, claro está, también son dignas de resaltar las precisas y enérgicas intervenciones de Whitaker, quien sabe utilizar su guitarra adecuadamente cada vez que hay que resaltar o aumentar el esquema melódico en curso; la misma actitud de elogio debe dedicarse a Wyatt, quien con su refinada versatilidad a los teclados y los vientos sabe llenar todos los espacios que se abren en base a los esquemas armónicos sobre los que se tallan las melodías centrales de cada canción del álbum. En cuanto a Kennell, sus siempre bien definidas líneas de bajo ejecutadas hallan en la robusta labor rítmica de Riddle el encuadre perfecto desde donde puede proyectar sus ingeniosos devaneos melódicos. La estrategia general del grupo a la hora de arreglar y concretizar las ideas musicales vertidas en las composiciones es la de mantener una línea refinada, interactuar ingeniosamente, hacer solos bien armados que nunca lleguen a extensiones excesivas ni resulten demasiado abrumadoras; las dosis de complejidad y garra del material contenido en “Crafty Hands” son mayores de lo que en unas primeras escuchas parecen ser, y eso que los recursos explícitos de complejidad musical son patentes de por sí. Setiembre fue el mes de 1978 en que Arista sacó a la luz el disco.


El disco en cuestión abre con ‘Service With A Smile’, una pieza en 11/8, con un enorme gancho que atrapa sin más la atención del oyente (qué pena que dure menos de 3 minutos). El groove edificado sobre la triangulación de clavinet, batería y bajo se llena oportunamente por obra del arquitectónico motif que se desarrolla a partir del precioso diálogo entre guitarra y sintetizador. Todo un ejemplo de vitalidad instaurada con una inquebrantable aura de sobriedad mientras impone su gancho inmisericordemente. Después sigue un hermoso tema, el primero de autoría de Watkins en el álbum: se titula ‘Morning Sun’ y bien puede describirse como la melancolía contemplativa en su más pura expresión, a ratos incluso onírica, como un ensueño donde cada sonido de teclado, de guitarra acústica y de percusión está integrado en una orgánica ilación cósmica. Los suaves aleteos de groove jazzero que entran a tallar en ciertos momentos ayudan a ensalzar el ingrávido señorío que impera a lo largo del bello desarrollo melódico: algo intermedio entre la faceta serena de WEATHER REPORT y el mágico lirismo de GILGAMESH. Tras este luminoso viaje musical a través del éter viene bien un largo momento para enraizar los movimientos del alma y los focos de la mente en la tierra, aprovechando su recia sequedad para sustentar en ella nuestro jolgorio: este momento está animado por la dupla de las tremendas piezas ‘Ibby It Is’ y ‘Steaming Pipes’, siendo la primera de ellas compuesta por Wyatt y la segunda, por Whitaker. En el caso de ‘Ibby It Is’ tenemos una pieza penetrada por una rigurosa ingeniería melódica que se sostiene sobre un swing constante, swing que cuenta con sus oportunas variaciones de intensidad rítmica. La meticulosa armonización entre órgano y piano eléctrico y el dinamismo seductor gestado por los sucesivos solos de Moog y de guitarra garantizan un éxtasis perpetuo para el oyente empático. ‘Steaming Pipes’, por su parte, ostenta una intensidad más constante en su ambientación general y una mayor complejidad en su esquema rítmico: aires combinados de CARAVAN, CAMEL y GENTLE GIANT se hacen notar. Tal vez se trata del momento más feroz de este disco (dentro de los parámetros de ferocidad que se puede hallar en el mundo sonoro de HTM), pero justamente su pasaje final es extremadamente calmado.



La segunda mitad del disco se abre con la única pieza cantada del disco, ‘Wind Up, Doll Wind’, con créditos musicales compartidos por Wyatt, Whitaker y Watkins, siendo la letra del primero. Como siempre, su poesía es abundante en referencias existencialistas y místicas mientras muestra una excelsa lucidez contemplativa: extractos como “Wind up, doll day begins, / Whirlwind display of whims, / Splashing across the street into the box. / My box, your box, / Dollhouse robbed of fantasy” y “Web of the real laid close beside dream. / Each the barter for the other, / Twisting together, like worms in their holes, / Quietly strangling the vision” nos revelan contundentes expresiones de lo mejor de la poesía utilizada para las primeras generaciones del movimiento progresivo. En cuanto a la estructura instrumental de la pieza en cuestión (se trata de uno de los dos temas del disco que superan la barrera de los 7 minutos de duración junto con ‘Ibby It Is’), ésta se sostiene sobre un cadencioso esquema rítmico. La claridad melódica del rock sinfónico y la vitalidad traviesa de los CARAVAN de la época 72-73 se conjugan de una manera fabulosa: la presencia de la flauta y los saxos de Wyatt dictamina mucho de lo que ocurre en las orquestaciones y solos realizados por los demás instrumentos. Se puede decir que ‘Wind Up, Doll Day’ recibe el impulso de expresividad muscular de ‘Steaming Pipes’ pero lleva a ésta a un terreno más sereno. Ya cuando llega el turno de ‘Open Book’, el grupo se enfila hacia uno de los puntos máximos de su creatividad. A partir de una sección de la suite ‘Death’s Crown’ (que data del tiempo anterior al primer álbum y está en el disco homónimo que publicó Cuneiform Records en 1999), el quinteto elaboró una de sus más excelsas piezas: alternando sinfonismo de inspiración renacentista con el estándar del así llamado soft jazz, el tema se centra en la alternancia de un motivo solemne para las mudanzas y otro bucólico para los estribillos. En el primero de los dos estribillos, Watkins toca la melodía con la flauta dulce, mientras que en el segundo lo hace con el Mini-Moog sobre un grandioso trasfondo de piano eléctrico y sintetizador de cuerdas. ¡Tal vez se trata de nuestro tema favorito de toda la carrera fonográfica de HTM! Bueno, el álbum sigue con el ameno tema ‘I Forgot To Push It’: estableciendo su motif sobre un juguetón tempo de 6/8, la pieza cumple con la cuota de “frívola” alegría en clave jazz-progresiva en medio del señorío de la pieza precedente y la languidez contemplativa de la siguiente. En efecto, ‘The Moon, I Sing (Nossuri)’ es la cálida y calmada pieza que reitera esa misma melancolía que antes habíamos apreciado en ‘Morning Sun’, pero esta vez con un esquema rítmico más centrado. Esta pieza nos parece evocar un paseo lento a través de una solitaria bahía, mientras los pensamientos del caminante flotan por su cuenta bajo la última luz del atardecer. Lo más idóneo para darle el broche de oro al repertorio de “Crafty Hands”.

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En resumen, “Crafty Hands” es una muestra más del tipo de pura excelencia que los HTM venían aportando para la tradición progresiva estadounidense, y más que eso, dentro del género a través de toda su historia y a lo largo de todos los países donde se practicó y se sigue practicando. Si “Happy The Man” había sido la primera celebración del arte del sonido, este segundo disco es toda una invitación imperativa a continuar la fiesta con una nueva vitalidad que se destila con diáfana claridad en las estructuras musicales creadas para cada ocasión, además de un enfoque más agudo en la armazón de los swings, grooves y matices de la dupla rítmica. Pero bueno, la cosa es que el nuevo disco sufrió los mismos indicios de depreciación comercial que el primero, principalmente por culpa de un departamento gerencial de Arista que no sabía cómo mover este material dentro de los círculos de posibles públicos receptivos. Mientras la banda seguía trabajando en las mismas áreas donde había cultivado un público de culto que sabía apreciar la magia de HAPPY THE MAN, la proyección comercial de su creciente repertorio se quedaba en nivel 0. Ya desde antes de la publicación de este segundo álbum en cuestión, un ejecutivo de Arista que respondía al nombre de Clive Davis había expresado al quinteto su preocupación por no hallar alguna pieza con bien definido gancho comercial en el disco: cuando Wyatt y Whitaker le preguntaron al susodicho personaje que explicara más a fondo su preocupación, él puso como ejemplo de temas con gancho a las composiciones de Whitaker ‘Knee Bitten Nymphs In Limbo’ y ‘Stumpy Meets The Firecracker In  Stencil Forest’ del primer álbum... ¡dos de las piezas más intrincadas que justamente rendían honor a sus respectivos títulos extravagantes! En fin, cosas misteriosas e impenetrables de la mentalidad de los expertos en marketing de la buena música. Riddle solo se quedó en el grupo hasta la finalización de las sesiones de grabación y postproducción, decidiendo involucrarse en otros proyectos musicales; afortunadamente, el grupo halló pronto al reemplazante idóneo, el veterano francés Coco Roussel (quien, entre otras cosas, había tocado en el grupo vanguardista HELDON, dirigido por el maestro RICHARD PINHAS).

Dado que Arista había decidido sacar de su agenda de trabajo a los HAPPY THE MAN, éstos, aunque un poco desencantados por la negligencia y el desamparo que recibieron de parte de quienes  se suponía que tenían la potestad y la logística para apoyarlos, compusieron canciones y grabaron maquetas de las mismas para un tercer disco en febrero de 1979, esperando que lo que empezaría como una labor de preproducción independiente les podría lleva a un nuevo contrato de grabación oficial (tal vez un retorno a la misma Arista). De hecho, ya había algunos temas nuevos escritos desde los días posteriores al ingreso de Roussel, pero ahora el grupo estaba contento con tener un prospecto de tercer disco en sus manos. Pero no fue así, como no es de sorprender. Las maquetas quedaron allí durmiendo el sueño de los justos hasta que una selección de ocho de ellas se publicó por primera vez en 1983 bajo el título de “3rd: Better Late…” a través del sello Azimuth Records con una muy modesta portada de color verde. La posterior edición digital en manos del sello Cuneiform Records – del año 1990 para ser más específicos – contiene dos canciones más, compuestas ambas por Whitaker y ocupando respectivamente el medio y el final del repertorio. Es ésta la edición que pasamos a comentar a continuación. ‘Eye Of The Storm’ abre el disco. Esta pieza nos suena más comúnmente por haberse incluida como tercer tema del disco de CAMEL “I Can See Your House From Here”, teniendo aquí una producción más pomposa. Bueno, no solo se llevaron Andy Latimer & co. la mera presencia física de Watkins a sus filas. Sí, es verdad, así como suena, la gente de CAMEL convocó en el mes de junio a un entusiasmado Watkins (junto a otro teclista, Jan Schelhaas) para la gestación y ulterior gira de promoción del disco antes mencionado. Pero lo que tenemos aquí no es nada desdeñable, pues lo que escoge hacer el grupo con esta composición de Watkins es desarrollar una faceta pastoral del discurso sinfónico: sin teclados a bordo porque el buen Watkins toca la flauta mientras Wyatt toca el saxo, son las escalas de la guitarra de Whitaker las que sustentan la base armónica mientras la dupla rítmica sostiene una cadencia recurrente con cristalina sensibilidad. El siguiente tema es un himno pacifista y ecológico titulado ‘The Falcon’, signado por un lirismo vitalista que respeta meticulosamente la delicadeza introspectiva esencial al diseño melódico gestado por Wyatt y Whitaker para la ocasión. Con todo, los momentos más extrovertidos también saben añadir dosis extra de luminosidad al mágico encuadre sonoro que se va desarrollando entre melodía y swing a través de los seis minutos y cuarto que dura el tema; el solo de guitarra que entra a tallar en algún momento del medio va muy en la onda Hackettiana. 


A través de la secuencia de los instrumentales ‘At The Edge Of This Thought’ y ‘While Crome Yellow Shine’, el grupo se dispone a gestionar su arquetípica habilidad para fusionar cadencias jazz-rockeras y delicadezas de tenor sinfónico. En el caso de ‘At The Edge Of This Thought’, tenemos un motivo minimalista repetitivo (al modo de un avant-garde etéreo) marcado por el piano eléctrico en torno al cual los sucesivos adornos de flauta y de sintetizadores ayudan a impulsar variantes fluidas, las mismas que ayudan a la atmósfera melancólica en curso crear algunos breves momentos de señorial impetuosidad. Por su parte, ‘While Crome Yellow Shine’ reemplaza la melancolía por la jovialidad a través de un ambiente más grácil que el que marcó a la pieza precedente, haciendo una inaudita cruza de RETURN TO FOREVER y CAMEL; es algo más propio de las horas plenas de la tarde que del atardecer. Sin dejar de sentirnos impresionados por la labor de Watkins en las orquestaciones y solos de sintetizadores, cabe también hacer una mención especial a la labor de Roussel, quien se luce a las mil maravillas con su manera tan portentosa de ornamentar el groove general de la pieza con una exuberancia que nunca se desborda‘Who’s In Charge Here?’ es una de las canciones recuperadas de autoría de Whitaker a las cuales aludimos en el párrafo anterior. Se trata de una balada sostenida sobre una melodía taciturna que inspira algunos pasajes marcados por un dócil ceremoniosidad, estando la letra centrada en una ácida crítica contra el caprichosos régimen del manejo del mercado fonográfico. El saxo acompaña con precisa sobriedad al canto de Whitaker. Las cosas se agilizan notoriamente al iniciarse la segunda mitad del disco: apenas comienza ‘Shadow Shaping’ nos damos cuenta de que el tempo de 5/4 diseñado para la ocasión cuenta con un swing tremendamente llamativo. No solo eso, también nos dejamos llevar fácilmente por la armazón melódica gestada por la triangulación de teclados-guitarra-saxofón, donde cada aporte sabe expresar recursos de sus propias individualidades dentro del esquema global. Además, una mención muy especial debe ir para el brillante solo de Moog que elabora Watkins (¡qué novedad!) cerca del final: su cadencia y su ímpetu melódico crean un clímax específico dentro de la irónica vivacidad que empapa al espíritu de la canción. 

   

‘Run Into The Ground’ es otra pieza de talante extrovertido que además cuenta con la peculiaridad de registrar una coautoría de Kennell en asociación con Watkins. Estableciendo otro inspirado ejemplo de fusión de sinfonismo y jazz-rock, aunque con un acento un poco más predominante en este segundo factor, el grupo se proyecta hacia un espíritu celebratorio, aunque su breve interludio vira hacia un tempo constreñido que exorciza a la reflexividad. Una vez más, el estilo gallardo y exuberante de Roussel hace maravillas a la hora de establecer el groove gravitante que la pieza necesita para exhibir su fulgor tan propio. También presume esta pieza de tener un compás complejo, esta vez en un 10/8 que se subdivide continuamente en secuencias de 5/4, 6/4, 5/4 y 4/4. Las amalgamas de guitarra y Mini-Moog son excelsas. ‘Footwork’ parece recoger vívidamente el legado de las dos piezas precedentes por vía de un manejo sólido de delineamientos melódicos pulcros sobre compases complejos. Esos sí, la vivacidad en curso está un poco más aminorada que en el tema anterior, pero de todos modos queda claro que el aura caleidoscópica y sofisticada se mantiene impoluta. El último gran cénit del álbum llega de la mano de ‘Labyrinth’, que con sus casi 7 ½ minutos de duración resulta el tema más extenso del álbum. Comenzando con un aire sereno que pronto abre paso a un cálido despliegue de electricidad rockera, su núcleo temático nos recuerda parcialmente a los estándares de GENTLE GIANT, HATFIELD AND THE NORTH y GILGAMESH. La lógica de la opulencia se asienta con impoluta soltura a lo largo y ancho de los meticulosos delineamientos temáticos hasta llegar a un humorístico final que usa el último motif sobre una cadencia cansina que parece emular el agotamiento que llega tras la titánica labor de escapar de un laberinto. Podemos afirmar que en esta secuencia de los temas #6 al #9 hemos gozado del largo momento culminante del repertorio. Recuperando las vibraciones pastorales que habían marcado al instrumental de entrada, ‘Such A Warm Breeze’ pone el broche sereno al repertorio con un retorno a la melancolía otoñal de la otra balada de Whitaker, pero esta vez arropada por una serenidad envolvente: con un lento compás en 5/4, la base melódica y los ornamentos de flauta parecen viajar como nubes a través de un cielo de fines de otoño. Pero también puede verse en retrospectiva a esta canción como un testamento final del sueño artístico y el ensueño estético por los que los HTM habían trabajado tanto por forjar, madurar y concretar a fin de hacerse de un lugar dentro del mercado musical, pues como ya mencionamos antes, las Parcas del Rock habían decidido amputar esta misión musical al poner a CAMEL en el horizonte de Watkins. Aunque el grupo se mantuvo vigente dando conciertos hasta mayo de 1979 mientras pasaba por el fracasado trámite de publicar de inmediato su tercer disco, el crepúsculo de su luz estaba cediendo paso a la noche definitiva.



En verdad que el cuarteto remanente de la banda estaba demasiado agotado como para poner si quiera en consideración el plan de buscar a alguien tan genial como el buen Kit para seguir adelante y dar nuevos aires a la banda: cuando es no, es no. La suerte estaba echada a favor del nuevo impulso de CAMEL tras la partida de Peter Bardens y en contra de la posibilidad de un nuevo resurgimiento de grandes oportunidades para HAPPY THE MAN: era hora de separarse, así de simple. Kennell y Whitaker se fueron a Nueva York a probar suerte con otro proyecto de música rock llamado VISIONS.** De todas maneras, todavía quedaban cosas interesantes por rescatar del legado de HAPPY THE MAN. En el año 1997, el sello Cuneiform Records publicó el disco “Live”, el cual recoge temas tocados en vivo por la banda en 1978 durante la gira de promoción de “Crafty Hands”, estando ya Roussel en la banda (como ya dijimos antes, él entró al grupo porque Riddle solo quiso quedarse hasta el final de la grabación del segundo disco). En lo que escuchamos aquí, Wyatt se ciñe a los teclados y los saxofones, mientras que Watkins añade labores de flautas traversa y dulce a las ya habituales como tecladista, y tal como se puede esperar, cada vez que perpetra esos solos de Moog que tienen tanta magia como musculatura, se erige en la estrella del ensamble. Pero bueno, lo más justo es valorar al grupo como eso, un ensamble que funciona con un orden meticulosamente armado en sus armazones melódicas mientras se proyecta un dinamismo único a partir de los boatos orquestales producto de la triangulación de los teclados. El material recogido en “Live” fue recabado de dos conciertos, uno en The Cellar Door el 1 de julio (la mayoría de los temas) y el otro en Louie's Rock City, el 8 de octubre. Lo que nos brinda esta publicación póstuma de 1997 es un libro abierto a la magnificencia y la soltura que el personal de HAPPY THE MAN sabía crear sobre el escenario. 


El inicio del concierto llega de la mano del tema que abría el entonces nuevo álbum, ‘Service With a Smile’, previo preludio minimalista que brinda un aire cósmico a modo de expectativa ante el delicioso festín progresivo que está ad portas de iniciarse. Tras esta llamativa entrada, el grupo se decide a explorar su dimensión más contemplativa con la dupla de ‘Starborne’ y ‘Open Book’: en el caso de este segundo tema, el grupo desarrolla una efectiva extensión del final de la segunda mudanza con una exquisita luminosidad sinfónica centrada en la orquestación de sintetizador de cuerdas antes de que se imponga el último estribillo con su conmovedora aureola introspectiva. ‘Hidden Moods’ y ‘Morning Sun’ insisten en este predominio del lirismo sereno e introspectivo, aunque queda claro que en el caso de ‘Hidden Moods’ prevalece un espíritu de cordial gracilidad. ‘I Forgot To Push It’ nos ofrece un momento de calidez juguetona antes de que ‘Ibby It is’ se explaye en su llamativa fastuosidad y sus razonablemente sofisticados grooves. De hecho, la instauración de un dinamismo especial por vía de ‘Ibby It Is’ resulta idónea como anticipación del colorido sofisticado que el grupo crea en ‘I Carve The Chariot On The Carousel’, una dramática y diversa composición de Wyatt del que se derivó el motto perpetuo de ‘Carousel’, la pieza que cerraba el lado A del primer álbum de HAPPY THE MAN. Esta fuente originaria es un festín prog-sinfónico de gran envergadura que comienza con un sosiego elegante, continúa con un colorido ágil y termina con un talante otoñal moderadamente denso, rozando lo sombrío. Antes de esta magnífica revelación musical, ‘Nossuri (The Moon, I Sing)’ se hizo cargo de dar una nueva vuelta de tuerca a la faz introspectiva de la banda.  Con la secuencia de las dos composiciones de Whitaker ‘Steaming Pipes’ y ‘Knee Bitten Nymphs In Limbo’, el grupo da un buen golpe de efecto en cuanto a la exhibición de sus aristas más introspectivas: la resonancia de estas dos piezas tocadas sucesivamente es bien recibida por el público, a juzgar por las ovaciones que se dejan oír. Se cierra el repertorio con ese prodigio de magnificencia y señorío progresivo que es ‘Mr. Mirror’s Reflection On Dreams’, un tema que opera como epílogo perfecto al desplegar una cuidada alternancia de pasajes climáticos y contenidos a través de una ilación de bellos motivos. Todo un deleite este “Live”, y tal como dijimos antes, es muy valioso como testamento revelador del tipo de magnificencia que derrochaba la maquinaria sonora de HAPPY THE MAN. De hecho, la tríada de Whitaker, Wyatt y Kennell unió fuerzas con el teclista David Rosenthal (eterno fan de la banda) y el baterista Joe Bergamini en lo que luego sería su comeback album “The Muse Awakens”... y todo ello porque una vez Whitaker, en 1999, tras un concierto en el evento mexicano del Baja Prog donde tocaba como miembro del grupo TEN JINN, se sientió conmovido por tener frente a sí a mucha gente que le hacía preguntas sobre HAPPY THE MAN. ¡Resulta que el grupo no había desaparecido en el mar del olvido de los 70s! Este no es el lugar para hablar de ese álbum de retorno, el cual es buenísimo de por sí: nos quedamos en esta etapa de los dos últimos años de su primera fase, una etapa dura en la cual los HAPPY THE MAN  tuvieron que experimentar durezas y sinsabores mientras creaban una magia progresiva única y peculiar, dueña de su propia belleza, señora de sus propias expresividades.


Muestras de HAPPY THE MAN.-
I Forgot To Push It [en vivo]: https://www.youtube.com/watch?v=qm32Cq1QwCQ


* El enlace de esa retrospectiva de sus primeros años es http://autopoietican.blogspot.com/2017/04/happy-man-genesis-exodo-y-primer-disco.html

** Una entrañable anécdota de 1981 es que una vez el teclista David Rosenthal (entonces integrante de RAINBOW) asistió a un concierto de VISIONS, y ya tras bambalinas, mostró al exguitarrista y al exbajista de HAPPY THE MAN unas partituras que él había hecho con arreglos de varias piezas del grupo. 


[Esta retrospectiva incluye información originalmente publicada en el enlace de Manticornio http://www.manticornio.com/rock-progresivo/H/HAPPY-THE-MAN/crafty-hands.php]

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