Monday, July 30, 2018

SIMON FITZPATRICK: revisión progresiva de un clásico viaje interplanetario



HOLA, AMIGOS DE AUTOPOIETICAN, LES SALUDA CÉSAR INCA.

Hoy se da el turno – bastante tardío, valgan verdades – de presentar en este blog el disco del vituoso bajista-Stickista británico SIMON FITZPATRICK “The Planets Suite”, el cual fue publicado en abril del 2016. Tal como lo indica su título, se trata de una adaptación progresiva de esa gran obra del maestro inglés GUSTAV THEORORE HOLST que es la inmortal suite Los Planetas, Op. 32, una obra de siete partes que le tomó desde 1914 hasta 1916 completar, y cuyo estreno tuvo lugar en el 9 de setiembre de 1918 en el Queen’s Hall de Londres. Pues bueno, lo que hace FITZPATRICK aquí es revisar y redimensionar la riqueza lírica y las grandilocuentes atmósferas esenciales de esta gran obra armado de un arsenal de bajos eléctricos, el Chapman Stick y un sintetizador Minotaur. “The Planets Suite” es su segundo trabajo fonográfico, sucediendo así a su disco del 2013 “Reflections”, el cual incluía versiones de piezas de música clásica e himnos rockeros de diversas épocas, además de un par de composiciones propias. FITZPATRICK, quien es un erudito de sus instrumentos en tanto egresado de The Institute Of Contemporary Music Performance en Londres, es principalmente conocido en el ambiente del rock progresivo como integrante de la banda de Carl Palmer (actualmente embarcada en la gira internacional ELP Legacy en homenaje póstumo de los fallecidos maestros Keith Emerson y Greg Lake), aunque de por sí tiene un amplio CV como músico de sesión y compañero de tour para muchas estrellas del rock, del pop y del blues (Dave Bainbridge, Kee Marcello, Joe Lynn Turner, Michael Hill’s Blues Mob, etc.). Este currículo también incluye al virtuoso guitarrista compatriota Paul Bielatowicz, quien también es su compañero en la banda del antes mencionado Carl Palmer. Bueno, vayamos ahora a los detalles específicos de “The Planets Suite”.



‘III. Mercury, The Winged Messenger’ inicia la secuencia del disco con poco menos de 4 minutos de pura excitación jovial y traviesa.  Toda la ingeniería de simétricos alborozos que se plasman en las líneas melódicas centrales a través de los vericuetos inherentes al desarrollo temático son ejecutados con espléndida magnificencia. Incluso en esos momento donde se impone una prestancia más sutil, las cuerdas elaboran su trayecto con una gracilidad que nunca puede contradecir a la aureola festiva que se impone por todos lados. A continuación sigue ‘II. Venus, The Bringer Of Peace’, tema que asume una prestancia más sobria, muchas veces internándose en atmósferas misteriosas pero siempre preservando una agradable calidez melódica portadora de un inmenso garbo. La saltarina vitalidad que fue rebosante en la pieza de inicios es ahora reemplazada por una serenidad que transita fluidamente entre lo plácido y lo sedoso. De hecho, se nota que en el largo pasaje que enfila el cuerpo central de la pieza, que los recursos de sutileza se van ampliando crecientemente de una forma meticulosamente sostenida. Para su epílogo, la pieza aterriza sobre un breve acento en el núcleo temático con el que se había iniciado todo. Con el arribo de ‘I. Mars, The Bringer Of War’, FITZPATRICK escoge poner un énfasis firme y compacto en la cadencia marcial sobre la cual se sostiene la que tal vez es la sección más afamada de esta obra de HOLST. El talante tenebrosamente impresionista del cuerpo central es manejado con inteligente obediencia a través de la espartana utilización de claves minimalistas al Stick. Las ceremoniosas vibraciones de las bases melódicas y el panorama general de la pieza se refuerzan continuamente en un imperioso señorío que se revela, en simultáneo, denso y cósmico: lo cósmico se realza en la coda que ocupa el último medio minuto. ‘IV. Jupiter, The Bringer Of Jollity’ se hace eco de la intensidad de la pieza precedente pero su espiritualidad es otra muy distinta, es un muestrario de esplendores vivarachos y extroversiones vivaces que se adornan apropiadamente con algunos pasajes signados por una clarividente potestad lírica. Dado el enfoque jazzero que FITZPATRICK le da al asunto, la jovialidad esencial de esta sección se convierte en una especie de campechanía estilizada. Poco antes de llegar a la frontera del segundo minuto, las diversas intervenciones de los instrumentos edifican una columna sonora contundente, tras lo cual sigue un momento un poco más contenido donde se realiza un preámbulo al retorno del cuerpo central.  



‘V. Saturn, The Bringer Of Old Age’ es la pieza más extensa del disco con sus 9 minutos de duración. En muchos sentidos, se puede decir que su talante misterioso y su señorío muchas veces reservado nos hacen recordar a la segunda pieza de este repertorio, pero hay aquí algo peculiar respecto a la espiritualidad tan taciturna y meditabunda que se impone con cautelosa firmeza. Cada nota parece brotar con altanera suavidad desde detrás de una cortina del más refinado terciopelo, cada ornamento armónico parece salir con sublime suavidad desde debajo de un manto de la más refinada seda hasta que nos damos cuenta, poco antes de llegar a la frontera del cuarto minuto y medio, que se está construyendo un crescendo majestuoso cuya cobertura relativamente minimalista nos tenía despistados con una insoslayable argucia. El clímax  del crescendo dura poco y tampoco es demasiado arrollador, pues FITZPATRICK decide que el talante misterioso inicial sea quien guíe la pauta global de la estructura temática en curso. Nos acercamos al final de la suite conceptual cuando llega el turno de ‘VI. Uranus, The Magician’, pieza que recibe buena parte del legado de ceremoniosa distinción que había signado al cuarto tema del álbum mientras retoma también algunas pistas de la serena plasticidad del segundo tema. Así, toda esta amalgama de cuerdas orquesta un refinado empaque de hidalga fosforescencia donde se combinan la autocomplacencia de la sabiduría mágica y la templanza de una reflexión metafísica. Azulada y espléndida, durando poco menos de 8 minutos, ‘VII. Neptune, The Mystic’ se encarga de cerrar el repertorio a lo grande, proyectando y confeccionando una síntesis entre el salero vivaracho de ‘Mercury’, la serenidad sigilosa de ‘Saturn’ y la hechicería estilizada de 
‘Uranus’, estableciéndose así un poderoso encuadre melódico donde la ley de lo refinado impone su norma de belleza sofisticada. La confluencia de grisáceas capas de sintetizador y virtuosos fraseos de bajo evocan imágenes de un mar galáctico que recrea cautivadoras variantes en su cúmulo de mareas expresivas.



Todo esto fue lo que el genio musical de SIMON FITZPATRICK ideó para su propia redefinición de lo que puede ser el legado de “The Planets Suite” en este contexto de sistemática revitalización en el discurso del rock artístico. Se trata, con toda certeza de nuestra parte, de un disco altamente recomendable porque, en él, FITZPATRICK ha sabido darle un giro interesante a una de las obras más habitualmente visitadas por las figuras históricas del rock progresivo, reformando su inherente majestuosidad y su relevante variedad de atmósferas con un arsenal poco abundante. ¡Muy bien hecho, señor!


Muestra de “The Planets Suite”.-
III. Mercury, The Winged Messenger: https://www.youtube.com/watch?v=H_TJc5f_urY

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