Thursday, December 26, 2019

O.R.K.: sonido y furia del art-rock del nuevo milenio


HOLA, AMIGOS DE AUTOPOIETICAN, LES SALUDA CÉSAR INCA.

Hoy se da el turno de O.R.K. y su nuevo álbum Ramagehead, el tercero en su discografía vigente: el disco en cuestión fue publicado durante la segunda mitad del pasado mes de febrero por el sello británico kscope. Este ensamble con sede en Londres está conformado por Lef [canto y teclados], Carmelo Pipitone [guitarras], Colin Edwin [bajos] y Pat Mastelotto [batería]. Tal como se ve en estos datos, el colectivo de O.R.K. está integrado por músicos que tocan o han tocado en una variedad grupos como OBAKE, MARTA SUI TUBI, PORCUPINE TREE, KING CRIMSON y STICK MEN. El esquema sonoro de la banda establece una encrucijada ecléctica entre los modelos del rock pesado de tenor alternativo, el prog-metal, la psicodelia, el grunge sofisticado a lo SOUNDGARDEN y una suerte de prog enérgico y modernizado. Lef, cuyo nombre verdadero es Lorenzo Esposito Fornasari, y Edwin son los autores alternados de las letras de las canciones, mientras que la música surge de las interacciones y arreglos de los cuatro integrantes. 
“Inflamed Rides” y “Soul Of An Octopus”, del 2015 y 2017, respectivamente, fueron los discos precedentes, y ahora Ramagehead” nos brinda un trabajo que, según muchos, es el mejor que ha hecho este grupo hasta el momento. Veamos ahora los detalles del mismo.



Sobrepasando la frontera de los 4 ½ minutos en su duración total, ‘Kneel To Nothing’ abre el disco con aires híbridos de los PORCUPINE TREE de la etapa 2002-9 y los SOUNDGARDEN de la etapa 1994-2012, con algunos toques a lo ANATHEMA. De hecho, el canto de Lef resuena claramente como un intermedio entre la garra furiosa de un Chris Cornell y el pesimismo airado de un Vinvent Cavanaugh, mientras el bloque instrumental remece el esquema melódico en curso ágilmente sobre un llamativo groove situado en una mezcla de rock pesado y stoner. Aquí hay bastante gancho para empezar, pero la gente de O.R.K. quiere empezar a desplegar las aristas más sofisticadas de su ideario artístico cuanto antes y para ello emerge acto seguido ‘Signals Erased’, una canción que sustenta una atmósfera similar a la de la pieza inaugural, pero con un swing un poco más exquisito (sobre un tempo de 6/8) y unos aguerridos factores rockeros que se proyectan hacia una emotividad incendiaria. La comunión entre el contundente nervio del paisaje instrumental y el canto es total, lográndose así gestar un cénit para el álbum. El tercer tema del repertorio se titula ‘Beyond Sight’ y pasa a una expresividad un poco más serena, pero una renuncia de la furia: se trata más bien de una exhibición más atenuada de la misma con el propósito de incluir matices de un talante reflexivo. El empleo de la guitarra acústica en el prólogo marca lo que será un desarrollo temático firmemente delineado. Para cuando llega el turno de ‘Black Blooms’, el grupo cuenta con la participación especial del invitado Serj Tankian (SYSTEM OF A DOWN) al canto. Siendo una balada propiamente dicha, esta canción ahonda fehacientemente en la aureola reflexiva introducida en el tema precedente para meterse de lleno parajes de nostalgia: para ese fin, lo lánguido predomina en el arreglo general de la instrumentación. Recién en el último tercio alcanza esta canción niveles de poderosa musculatura sónica, aunque este recurso sirve para realzar el espíritu general de la canción, no para romper con él. ‘Time Corroded’ se apoya sobre un compás de 7/8 para elaborar un cadencioso swing que abre puertas a una interesante mezcla de los climas de las canciones #2 y #4 (con prioridad de la última). Los arquitectónicamente refinados arpegios de la guitarra acústica y los ornamentos armónicos del teclado se contraponen a la intrincada labor de la batería de Mastelotto; de hecho, esta última sirve de garante para la recta consolidación de los pasajes más agresivos. Suena a un punto intermedio entre THE MUTE GODS y ANATHEMA, con alguno guiños a PORCUPINE TREE y, tal vez, también a los MARILLION del nuevo milenio.  La cellista Eleuteria Arena aparece como colaboradora. Es tal vez la canción más señorial del álbum. 

‘Down The Road’ comienza focalizándose en aires de balada acústica al estilo de PORCUPINE TREE con el rol protagónico de la guitarra acústica en la base armónica, ocasionales aportes de teclado y una masiva relevancia de arreglos corales. Más adelante entran a tallar arreglos percusivos, un factor que abre las puertas a la intervención del ensamble en bloque para darle una aureola más densa y más etérea al dramatismo propio de la canción. Hay un gancho extraño pero, a la vez, contundente que nos hace desear que durara más de los poco más que de 4 ½ minutos que el grupo otorgó a esta canción, especialmente porque su epílogo está signado por un hipnótico groove modernista. Dicho sea de paso, también nos hubiese encantado que ‘Signals Erased’ y ‘Time Corroded’ duraran más de lo que lo hicieron. La trilogía final del repertorio está conformada por ‘Some Other Rainbow (Pt. 1)’, ‘Strangled Worlds’ y ‘Some Other Rainbow (Pt. 2)’. En estos últimos 11’20” del disco, la gente de O.R.K. se centra en la labor de ajustar las últimas tuercas de su modelo sonoro a la par que le inyecta recursos de sofisticación musical en base a lo progresivo. Siendo una parca balada con apariencia árida, ‘Some Other Rainbow (Pt. 1)’ hace gala de los matices misteriosos que emanan de la base de piano mientras se deja envolver por flotantes capas de sintetizador que le dan una aureola grisácea al asunto. ‘Strangled Worlds’ se centra en un híbrido de pop-rock y hard rock al estilo de los PORCUPINE TREE de fines de los 90s. Antes de llegar a la frontera del tercer minuto emerge un puente melancólico que emula de cera al espíritu de la canción precedente, lo cual prepara el camino para la explosiva sección final. ‘Some Other Rainbow (Pt. 2)’, con sus poco más de 5 ½ minutos de duración, es la canción más larga del disco. Su groove y sus atmósferas centrales articulan una síntesis de los ambientes predominantes en las canciones #4, #5 y ‘Strangled Worlds’. Los vuelos instrumentales del intermedio, guiados por el cello (también de Eleuteria Arena) sobre un pavimento bien cimentado por la dupla de Edwin y Mastelotto, llevan al núcleo temático de la canción hacia su clímax conclusivo con una consistencia milimétricamente calculada, algo que aligera bastante la desnuda densidad emocional con la que había comenzado esta trilogía de cierre.  

“Ramagehead” es, ante todo, un disco de rock con ambiciones artísticas mientras se pone al servicio de la expresión de los diversos matices y aspectos que tienen la furia y la garra del espíritu humano. Muchas gracias al personal de O.R.K. por brindarnos un disco tan ameno y potente.


Muestras de “Ramagehead”.-


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