HOLA AMIGOS DE AUTOPOIETICAN, LES SALUDA CÉSAR INCA.
Hoy reseñamos no una novedad sino una reliquia musical de gran vuelo, pletórico de divinamente refinadas sonoridades fusionescas en el contexto del tango de vanguardia ecléctica argentina de los 70. Me estoy refiriendo al disco “De Todas Maneras”, disco que forma parte de la etapa del bandoneísta RODOLFO MEDEROS como líder del proyecto GENERACIÓN CERO, el cual estaba centrado en explorar y crear nuevas áreas de expresión ecléctica a partir del legado folclórico del tango, añadiendo amplias dosis de vibraciones propias del jazz-fusión y del vigor propio del lenguaje rockero. El caso de este disco “De Todas Maneras” es particularmente exitoso en cuanto al desarrollo de esta misión tan heterodoxa y estimulante. ¡¡Gracias eternas a Felipe Abel Surkan, jefe del sello argentino Viajero Inmóvil, por rescatar esta joya!!
Nacido en Buenos Aires en 1940, MEDEROS es toda una leyenda viviente del bandoneón en la preservación y difusión del folklore criollo argentino: su espíritu inquieto y sus genuinos deseos de vivir la música a través de cada célula de su cuerpo y cada neurona de su cerebro lo han llevado a tener, hasta el día de hoy, una carrera prolífica dentro de las exploraciones tangueras, tanto desde lo tradicional como desde lo vanguardista, y es por este lado que surgió GENERACIÓN CERO. “Fuera De Broma”, del año 1976, había sido la primera manifestación fonográfica de esta iniciativa (con un trío de bandoneonistas que completaban Daniel Binelli yJuan José Mosalini). La peculiaridad más saltante del segundo disco del proyecto GENERACIÓN CERO, “De Todas Maneras”, es que manifiesta una actitud más firme en cuanto a empoderarse de los discursos del jazz-fusión y el rock progresivo sinfónico que dominaban por aquel entonces los círculos intelectuales de la música popular. Esto se nota especialmente en la presencia de dos maestros a las guitarras y los teclados, respectivamente: Tomás Gubitsch (quien venía de formar parte de la última etapa de INIVISIBLE y tenía frente a sí todo un horizonte en las áreas del jazz, la fusión y la cámara contemporánea) y Gustavo Fedel (quien venía de la estupenda experiencia del álbum debut de ESPÍRITU). Ambos gozan de amplios campos de expresión para aportar un colorido musical rico en desarrollos melódicos, matices cautivantes y cadencias sofisticadas, todo un aparato sonoro donde el bandoneón del "jefe de orquesta" MEDEROS se integra de manera natural y fluida - incluso Gubitsch logró meter una hermosa composición de su autoría en el repertorio de este álbum. La dupla rítmica de Eduardo Criscuolo y Rodolfo Messina también es digna de mención especial en relación con sus méritos para sostener los momentos extrovertidos con impecable pulso y manejar con debida sobriedad los momentos más introvertidos. Los colaboradores ocasionales son Analía Lovato (al canto), Pocho Lapouble (a la batería) y Arturo Eric Schneider (a la flauta).
El tema homónimo abre el disco con una imponente prestancia basada en el matrimonio entre las cálidas líneas centrales del bandoneón y la arquitectónica cadencia de la batería, mientras se van integrando gradualmente la guitarra, el bajo y el piano eléctrico. La pieza no tarda mucho en establecer una lógica de dinamismo y colorido temático, y de hecho, poco antes de llegar a la barrera del segundo minuto, un fabuloso solo de guitarra marca en buena medida la pauta de las interacciones entre los músicos. El solo de Mini-Moog también es tremendo, aportando una suerte de carácter cósmico al viaje instrumental en curso. Cómo no, también hay espacio para un solo de Mederos, y por qué no, también un solo de batería, el cual introduce la coda consistente en una expansión del reprise del primer motivo. Tras este fantástico comienzo que ha funcionado como carta de presentación de estos viajantes compañeros, solo queda dejarse llevar por el repertorio restante, siendo así que ‘El Lugar Donde Vivo (Nuestros Hijos)’ se ahonda sólidamente en dulces cadencias tangueras, apelando patentemente a evocativas sensaciones de melancolía. De esta manera, el momentum progresivo donde brilla un solo semi-Hackettiano de Gubitsch se inserta con naturalidad dentro de la planificación melódica de la pieza. El asunto melancólico se perpetúa en el cuerpo central del siguiente tema, ‘Triste Diciembre’, pero hay una aureola más extrovertida. De hecho, se da una presencia relevante de momentos cuidadosamente intensos que articulan una especie de punto intermedio entre el sinfonismo a lo CAMEL y las sonoridades de M.I.A. - algo muy sinfónico, y a la vez, muy porteño. La primera mitad del álbum se cierra con ‘El Largo Adiós’, pieza que explora ambientes introvertidos con un lirismo pulcro, repleto de elegante emotividad: Gubitsch se luce en sucesivos solos de guitarra eléctrica y acústica (la segunda, ostentando más florituras), mientras que Fedel empieza aportando una vibración rítmica al piano eléctrico y termina dirigiendo el pasaje final al piano de cola en camino hacia la hermosa conclusión. 21 minutos de radiante belleza que vienen seguidos de otros 21 minutos de radiante belleza, un esplendor sonoro que parece no tener dónde acabar. ‘Cada Día, Cada Noche’ porta un colorido juguetón, como bañado por la frescura del rocío primaveral: el aspecto progresivo está bien presente al igual que con los temas #2 y #3, amén de ciertas conexiones con el candor excitante del MAHAVISHNU ORCHESTRA clásico (de hecho, Fedel se siente muy Hammeriano al piano eléctrico y Mini-Moog). ‘Verano 1976’ regresa a las estepas de la melancolía a todo dar: la introducción de piano, el susurrante canto de Analía Lovato y la elegante contención rítmica dentro del cual se encuadra el desarrollo instrumental son los ingredientes hermanados que logran establecer este impresionante retrato musical de la añoranza solitaria. ‘Más Vale Cien Volando’, composición de Gobitsch, se asocia fluidamente la espiritualidad melancólica que se va apoderando de las melodías y tonalidades abordadas por el ensamble. Una vez más, el canto de Lovato resulta esencial para completar el cuadro sonoro. El disco llega a su final con ‘Todo Ayer’, pieza que tiene la misión principal de condensar las más brillantes iniciativas de combinar prog sinfónico y tango-fusión, trasladando el colorido que antes se había manifestado en ‘De Todas Maneras’ y ‘Cada Día, Cada Noche’ hacia dimensiones exultantes propias de un carnaval del alma, como queriendo culminar esta aventura musical bajo la plena luz del mediodía estival.
"De Todas Maneras" es todo un hito de la vanguardia argentina 70era que llega a nuestras manos contemporáneas como transportada en una máquina del tiempo. RODOLFO MEDEROS nos regala un ítem que de ninguna manera debe faltar en cualquier buena discoteca de música contemporánea, más allá de e incluyendo a etiquetas específicas como jazz-fusión, tango experimental, rock progresivo, etc.
[Dedico esta reseña con particular cariño a Fernando Gómez y Leandro Masino, los primeros personajes que vi en el contexto de un hermoso fin de semana fraterno que reunió a melómanos peruanos, argentinos y costarricenses durante la primera semana del mes de octubre 2011]
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