HOLA AMIGOS DE AUTOOIETICAN, LES SALUDA CÉSAR INCA.
Hoy traemos a colación a una exquisita fiera progresiva engendrada por las expertas mentes y manos de KAYO DOT, ensamble estadounidense liderado por la dupla Toby Driver-Mia Matsumiya y que, hoy por hoy, encarna una de las expresiones más lúcidas y osadas de la vanguardia rockera estadounidense. Dicha fiera se titula “Coyote”, un concept-disc que se inspira en la visión de la propia mortalidad tal como se trasluce en las letras escritas por Yuko Sueta, narradora y artista visual amiga de la banda que estaba luchando sus últimas batallas contra el cáncer mamario que le afectaba: ella falleció mientras este álbum estaba en post-producción, por lo que naturalmente está dedicado a su memoria. La formación actual de la banda incluye a David Bodie (batería y percusión), Daniel Means (saxo alto), Terran Olson (teclados y saxo tenor) y a Tim Byrnes (trompeta), además de los ya mencionados Toby Driver (quien canta y reduce su aporte instrumental al bajo) y Mia Matsumiya (quien no luce tanto su principal ítem, el violín, y lo alterna con intervenciones a la guitarra eléctrica).
KAYO DOT comenzó como un derivado de MAUDLIN OF THE WELL, y al igual que éste, se propuso generar climas densos y atmosféricos impulsados desde lo gótico y lo metalero y encuadrados dentro de una mixtura de post-rock y progresivo experimental. Así podemos describir, grosso modo, los rasgos más distintivos de los dos primeros discos “Choir Of The Eye” y “”. Tras un notoria revolución interna, el tercer disco “Blue Lambency Downward” expuso una reorientación hacia una recurrencia de climas ensoñadores y sutilmente inquietos, producto de una refinada confluencia de post-rock, free-jazz y chamber-rock. Y bueno, ahora con “Coyote”, tenemos a KAYO DOT enfocado hacia el afinamiento del trabajo realizado en el disco precedente por vía del reforzamiento de la línea chamber-rock. Al menos, eso es lo que advertimos sin mayores dificultades en el tema de entrada ‘Calonyction Girl’, el cual instala de manera frontal e inapelable la aureola de exquisita tensión que habrá de ser norma recurrente de la obra integral: el asunto musical está tremendamente focalizado en el estándar del RIO francófono, y si no fuera por el canto casualmente urgente de Toby Driver, sería fácil confundirse con un disco cualquiera de UNIVERS ZERO o VORTEX. El efecto claustrofóbico del esquema sonoro global se sostiene en buena medida en las notas sostenidas emitidas por la dupla de saxo y trompeta. Poco antes de llegar a la barrera del 5to minuto, el esquema instrumental se suelta un poco más para llevar la tensión reinante hacia una dimensión más ágil, pero lejos estamos de llegar a un aligeramiento de la atmósfera psicológica. ‘Whisper Ineffable’ está a cargo de ocupar los siguientes 11 minutos y pico, y ciertamente conforma un pico de fastuosidad dentro del repertorio. El preludio de 3 minutos establece una larga expectativa donde la densidad se puede casi tocar a través del aire: la personalidad de Tim Byrnes impone una fuerza especial incluso desde antes que la batería ingrese para armar un esqueleto adecuado para la acción conjunta de todo el ensamble. Cuando ello efectivamente sucede, el grupo desarrolla una sonoridad retorcida donde el ambiente general en clave post-rock se nutre crucialmente de cadencias jazzeras vanguardistas y climáticos ornamentos de corte space-rock. ¿Y qué hay del canto de Toby Driver? Parece un trovador urbano en trance que hace que su voz expresen confusión y rabia al unísono. En el séptimo minuto, las cosas transitan hacia un pasaje lánguido marcado por pulsaciones convenientemente dispersas que fluidamente preparan el terreno para la coda orquestada, muy a lo RIO también.
A continuación siguen las dos piezas de la sección ‘Abyss’. La primera, ‘Sleeping Birds Sighing in Roscolux’, expresa los primeros momentos de auténtica extroversión sónica del disco: se trata de un viaje psicodélico bien llevado por el enérgico solo de órgano distorsionado de Olson, mientras que las cadencias semi-tribales de la batería impulsan casi todo el tiempo un logrado clima industrial. La segunda parte, ‘The Shrinking Armature’, conforma el segundo momento fastuoso del disco, y me animo a señalarla como la cúspide inapelable del disco. El viaje orquestal que el ensamble desarrolla durante los primeros 4 minutos y medio es excelso y sublime, marcado por un sentido controlado de la pomposidad y con una clara herencia de los 3 primeros discos del añejo UNIVERS ZERO. Cuando emerge la breve sección cantada, el esquema sonoro vira hacia un surrealista clima post-rock envuelto en calculados climas cósmicos, resultando algo similar a lo que podríamos escuchar en una escena de “Mulholland Drive” o “Lost Highway”. Después sigue una nueva secuencia instrumental notablemente signada por juegos disonantes de metales, órgano y violín, ágilmente trasladados por la móvil arquitectura rítmica de Bodie, quien genera su mayor lucimiento en el presente repertorio. La tensión está latente todo el tiempo, no muy difícil de notar, y sin embargo hay una ingeniería siempre serena en el sendero instrumental marcado por los músicos. Más aún, la pieza logra desarrollar un descenso refinado durante su último minuto y medio, evocando así la imagen de algo que se está alejando o desvaneciendo de a pocos. La última canción del disco, ‘Cartogram Out Of Phase’, es una triste e intimista elegía a ritmo de lento blues que el ensamble sabe reelaborar en clave de free-jazz contemplativo. Posiblemente yo hubiera deseado que durara un poco más esta canción de despedida, pero sin duda que está muy bien articulada para cumplir a la perfección su papel de epílogo para este disco.
En fin, el balance general de “Coyote” es altamente positivo: la renovación musical plasmada en este disco no implica una chocante ruptura con lo anterior sino una continuidad coherente con lo que hasta ahora es la historia viviente de KAYO DOT. Una última pregunta: ¿por qué no dura ni siquiera 40 minutos?
Hoy traemos a colación a una exquisita fiera progresiva engendrada por las expertas mentes y manos de KAYO DOT, ensamble estadounidense liderado por la dupla Toby Driver-Mia Matsumiya y que, hoy por hoy, encarna una de las expresiones más lúcidas y osadas de la vanguardia rockera estadounidense. Dicha fiera se titula “Coyote”, un concept-disc que se inspira en la visión de la propia mortalidad tal como se trasluce en las letras escritas por Yuko Sueta, narradora y artista visual amiga de la banda que estaba luchando sus últimas batallas contra el cáncer mamario que le afectaba: ella falleció mientras este álbum estaba en post-producción, por lo que naturalmente está dedicado a su memoria. La formación actual de la banda incluye a David Bodie (batería y percusión), Daniel Means (saxo alto), Terran Olson (teclados y saxo tenor) y a Tim Byrnes (trompeta), además de los ya mencionados Toby Driver (quien canta y reduce su aporte instrumental al bajo) y Mia Matsumiya (quien no luce tanto su principal ítem, el violín, y lo alterna con intervenciones a la guitarra eléctrica).
KAYO DOT comenzó como un derivado de MAUDLIN OF THE WELL, y al igual que éste, se propuso generar climas densos y atmosféricos impulsados desde lo gótico y lo metalero y encuadrados dentro de una mixtura de post-rock y progresivo experimental. Así podemos describir, grosso modo, los rasgos más distintivos de los dos primeros discos “Choir Of The Eye” y “”. Tras un notoria revolución interna, el tercer disco “Blue Lambency Downward” expuso una reorientación hacia una recurrencia de climas ensoñadores y sutilmente inquietos, producto de una refinada confluencia de post-rock, free-jazz y chamber-rock. Y bueno, ahora con “Coyote”, tenemos a KAYO DOT enfocado hacia el afinamiento del trabajo realizado en el disco precedente por vía del reforzamiento de la línea chamber-rock. Al menos, eso es lo que advertimos sin mayores dificultades en el tema de entrada ‘Calonyction Girl’, el cual instala de manera frontal e inapelable la aureola de exquisita tensión que habrá de ser norma recurrente de la obra integral: el asunto musical está tremendamente focalizado en el estándar del RIO francófono, y si no fuera por el canto casualmente urgente de Toby Driver, sería fácil confundirse con un disco cualquiera de UNIVERS ZERO o VORTEX. El efecto claustrofóbico del esquema sonoro global se sostiene en buena medida en las notas sostenidas emitidas por la dupla de saxo y trompeta. Poco antes de llegar a la barrera del 5to minuto, el esquema instrumental se suelta un poco más para llevar la tensión reinante hacia una dimensión más ágil, pero lejos estamos de llegar a un aligeramiento de la atmósfera psicológica. ‘Whisper Ineffable’ está a cargo de ocupar los siguientes 11 minutos y pico, y ciertamente conforma un pico de fastuosidad dentro del repertorio. El preludio de 3 minutos establece una larga expectativa donde la densidad se puede casi tocar a través del aire: la personalidad de Tim Byrnes impone una fuerza especial incluso desde antes que la batería ingrese para armar un esqueleto adecuado para la acción conjunta de todo el ensamble. Cuando ello efectivamente sucede, el grupo desarrolla una sonoridad retorcida donde el ambiente general en clave post-rock se nutre crucialmente de cadencias jazzeras vanguardistas y climáticos ornamentos de corte space-rock. ¿Y qué hay del canto de Toby Driver? Parece un trovador urbano en trance que hace que su voz expresen confusión y rabia al unísono. En el séptimo minuto, las cosas transitan hacia un pasaje lánguido marcado por pulsaciones convenientemente dispersas que fluidamente preparan el terreno para la coda orquestada, muy a lo RIO también.
A continuación siguen las dos piezas de la sección ‘Abyss’. La primera, ‘Sleeping Birds Sighing in Roscolux’, expresa los primeros momentos de auténtica extroversión sónica del disco: se trata de un viaje psicodélico bien llevado por el enérgico solo de órgano distorsionado de Olson, mientras que las cadencias semi-tribales de la batería impulsan casi todo el tiempo un logrado clima industrial. La segunda parte, ‘The Shrinking Armature’, conforma el segundo momento fastuoso del disco, y me animo a señalarla como la cúspide inapelable del disco. El viaje orquestal que el ensamble desarrolla durante los primeros 4 minutos y medio es excelso y sublime, marcado por un sentido controlado de la pomposidad y con una clara herencia de los 3 primeros discos del añejo UNIVERS ZERO. Cuando emerge la breve sección cantada, el esquema sonoro vira hacia un surrealista clima post-rock envuelto en calculados climas cósmicos, resultando algo similar a lo que podríamos escuchar en una escena de “Mulholland Drive” o “Lost Highway”. Después sigue una nueva secuencia instrumental notablemente signada por juegos disonantes de metales, órgano y violín, ágilmente trasladados por la móvil arquitectura rítmica de Bodie, quien genera su mayor lucimiento en el presente repertorio. La tensión está latente todo el tiempo, no muy difícil de notar, y sin embargo hay una ingeniería siempre serena en el sendero instrumental marcado por los músicos. Más aún, la pieza logra desarrollar un descenso refinado durante su último minuto y medio, evocando así la imagen de algo que se está alejando o desvaneciendo de a pocos. La última canción del disco, ‘Cartogram Out Of Phase’, es una triste e intimista elegía a ritmo de lento blues que el ensamble sabe reelaborar en clave de free-jazz contemplativo. Posiblemente yo hubiera deseado que durara un poco más esta canción de despedida, pero sin duda que está muy bien articulada para cumplir a la perfección su papel de epílogo para este disco.
En fin, el balance general de “Coyote” es altamente positivo: la renovación musical plasmada en este disco no implica una chocante ruptura con lo anterior sino una continuidad coherente con lo que hasta ahora es la historia viviente de KAYO DOT. Una última pregunta: ¿por qué no dura ni siquiera 40 minutos?
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