HOLA AMIGOS DE AUTOPOIETICAN, LES SALUDA CÉSAR INCA.
En esta ocasión saco a relucir al cuarteto belga HYPNOS 69, el cual se luce como nunca a través de su oferta fonográfica para el año 2010 – “Legacy”. Este disco cumple cabalmente con su función de suceder al bien recordado “The Eclectic Measure” (de hace 3 años) y proyectar los vuelos musicales plasmados en éste para generar un sólido incremento de las ambiciones psicodélico-progresivas de la banda. Este grupo tiene ingenio, músculo y creatividad musical para regalar, y prácticamente no se ha guardado nada para este disco que, desde ya, pone a Bélgica como un lugar importante para la escena progresiva de nuestros días: quién sabe, a lo mejor el tiempo habrá de decir que “Legacy” es la obra cumbre y definitiva de HYPNOS 69. Muchos son los méritos a destacar de esta nueva oferta realizada por Steve Houtmeyers (guitarras, voz y Theremin), Tom Vanlaer (bajo, pedales Moog Taurus, órgano Hammond y piano Fender Rhodes), Dave Houtmeyers (batería, percusión y sintetizadores) y Steven Marx (saxofones, clarinete, flauta, piano Fender Rhodes, órgano Hammond y mellotrón).
El disco abre monumentalmente con la suite de casi 18 minutos ‘Requiem (for a Dying Creed)’, una pieza progresivamente exultante que desde el punto de entrada captura la atención del oyente con su cañero motivo inicial. El compás entusiasta marcado por los ágiles riffs y los adornos de mellotrón que surgen más tarde generan un ambiente progresivo soberbio, al modo de un híbrido entre GNIDROLOG y el YES pre-“Fragile”. Antes de llegar a la barrera de los 5 minutos, le tema torna hacia un esquema lánguido bucólicamente signado por la flauta en primer lugar, y luego con el clarinete. Las cosas no tardan en intensificarse para volver a la polenta inicial, esta vez con destaques sucesivos del saxofón y la guitarra solista. Para los últimos 5 minutos y pico, la banda retoma la sección lenta y le da una dosis vitamínica extra a fin de armar un clímax fastuoso y solemne para la canción, entre floydiano y yessero, con un vibrante lucimiento de la guitarra. ‘An Aerial Architect’ sigue a continuación con una cadencia predominantemente semi-blueseada que sirve muy bien para afianzar la psicodelia masivamente retro que tan intensamente sirve a Hypnos 69 como referencia. La onda de esta canción pasa por un híbrido entre GRATEFUL DEAD y el KING CRIMSON de la era Burrell, añadiendo atisbos del BLACK SABBATH. Durante la sección instrumental intermedia, algunos ambientes jazzeados sirven para insuflar un momento de suavidad antes de que la fiereza dominante se vuelva a apoderar del asunto hasta el final. ‘My Journey to the Stars’ porta un aire floydiano de la etapa71-73, el mismo que permite a la banda acercarse a la faceta más intimista del progresivo de vieja escuela: noto semejanzas sutiles con las piezas lentas de los álbumes clásicos más añejos de ELOY o NEKTAR. Sobre todo, es de destacar la intervención tan gravitante de la flauta a través de sus elegantes florituras pastoriles, las mismas que operan como núcleo principal de la melancolía inherente a esta canción en particular. Lo intimista se sigue preservando para el siguiente tema, ‘The Sad Destiny We Lament’, pieza que elabora un envolvente clima cósmico en base a la eficiente confluencia de mellotrón y sintetizadores que se explaya en una capa etérea abrumadora sobre los básicos rasgueos de guitarra acústica, los toques de glockenspiel y el canto susurrante de Houtmeyers. Cuando los tímpanos entran a tallar y los teclados intensifican su rol, el asunto se eleva hacia cúlmenes casi místicos en un clímax casi irreal.
Con ‘The Empty Hourglass’, tema que dura poco menos de 11 minutos, volvemos al boato ambicioso que tantos réditos de potencia y colorido habían generado por vía del tema de entrada. El motivo inicial activa un dinamismo muscular con gancho. Más adelante, un extenso jam jazzero-psicodélico 7/8 establece una atmósfera cadenciosa y sutilmente machacante, la misma que resuena a elementos vandergraffianos hasta cierto punto. A eso del octavo minuto y medio, se produce un “falso final” que abre el camino hacia una nueva sección cantada en medio de efectos de alarma que incrementan la intensidad propia de la instrumentación brindada por el cuarteto en un robusto clímax rockero. ‘Jerusalem’ ofrece una pauta musical muy distinta, más misteriosa y exótica, la cual potencializa el lucimiento de los vientos; la estructura predominantemente lánguida del esquema compositivo se maneja muy bien desde el matizado crescendo que se crea desde el jam instrumental intermedio, algo muy familiar con la faceta pastoral de unos AMON DÜÜL II. En fin, el disco se cierra con otra pieza de largo aliento, ‘The Great Work’. Ciertamente tiene un título bastante apropiado, pues se trata de una gran labor musical y performativa la que se encapsula en este tema de casi 18 minutos y medio de duración. ‘The Great Work’ comienza en clave lenta, con una superposición bien sostenida entre fraseos cuasi-frippianos de guitarra y una amalgama de mellotrón, piano eléctrico y pedales bajos. Pasada la barrera de los 3 minutos, el ensamble entero desarrolla la expectativa creada con un pasaje ceremonioso muy a lo FLOYD-con-NEKTAR. Como se puede advertir, el grupo recrea la fastuosidad ya trabajada en los otros temas largos bajo una línea de trabajo más reposada, como queriendo estimular una intención contemplativa en los oyentes. Alrededor del décimo minuto se da una intensificación en el ambiente que redunda en una magnificación del vigor rockero implícito en el motivo central de la pieza: Marx esperó hasta esta ocasión para alumbrar su solo de saxo más salvaje de todo el disco. En el minuto 13 el grupo completa la idea con un jam progresivo muy emparentado con el KING CRIMSON 73-75 y el legado vandergraffiano 70-71, pero allí no acaba la cosa con el pensamiento retro, pues los últimos 2 minutos y medio parecen ofrecer un inequívoco homenaje a la epopeya floydiana ‘Echoes’. De este modo concluye “Legacy”, una excelente muestra de progresivo psicodélico que se vale de su propia nostalgia para capitalizar la energía creativa que surge de las mentes de sus componentes individuales.
HYPNOS 69 se consolida como un referente crucial para el rock progresivo europeo de nuestros días. Vaya como adelanto este tubito del tema ‘An Aerial Architect’: http://www.youtube.com/watch?v=j0zPUxJ0gZ8
En esta ocasión saco a relucir al cuarteto belga HYPNOS 69, el cual se luce como nunca a través de su oferta fonográfica para el año 2010 – “Legacy”. Este disco cumple cabalmente con su función de suceder al bien recordado “The Eclectic Measure” (de hace 3 años) y proyectar los vuelos musicales plasmados en éste para generar un sólido incremento de las ambiciones psicodélico-progresivas de la banda. Este grupo tiene ingenio, músculo y creatividad musical para regalar, y prácticamente no se ha guardado nada para este disco que, desde ya, pone a Bélgica como un lugar importante para la escena progresiva de nuestros días: quién sabe, a lo mejor el tiempo habrá de decir que “Legacy” es la obra cumbre y definitiva de HYPNOS 69. Muchos son los méritos a destacar de esta nueva oferta realizada por Steve Houtmeyers (guitarras, voz y Theremin), Tom Vanlaer (bajo, pedales Moog Taurus, órgano Hammond y piano Fender Rhodes), Dave Houtmeyers (batería, percusión y sintetizadores) y Steven Marx (saxofones, clarinete, flauta, piano Fender Rhodes, órgano Hammond y mellotrón).
El disco abre monumentalmente con la suite de casi 18 minutos ‘Requiem (for a Dying Creed)’, una pieza progresivamente exultante que desde el punto de entrada captura la atención del oyente con su cañero motivo inicial. El compás entusiasta marcado por los ágiles riffs y los adornos de mellotrón que surgen más tarde generan un ambiente progresivo soberbio, al modo de un híbrido entre GNIDROLOG y el YES pre-“Fragile”. Antes de llegar a la barrera de los 5 minutos, le tema torna hacia un esquema lánguido bucólicamente signado por la flauta en primer lugar, y luego con el clarinete. Las cosas no tardan en intensificarse para volver a la polenta inicial, esta vez con destaques sucesivos del saxofón y la guitarra solista. Para los últimos 5 minutos y pico, la banda retoma la sección lenta y le da una dosis vitamínica extra a fin de armar un clímax fastuoso y solemne para la canción, entre floydiano y yessero, con un vibrante lucimiento de la guitarra. ‘An Aerial Architect’ sigue a continuación con una cadencia predominantemente semi-blueseada que sirve muy bien para afianzar la psicodelia masivamente retro que tan intensamente sirve a Hypnos 69 como referencia. La onda de esta canción pasa por un híbrido entre GRATEFUL DEAD y el KING CRIMSON de la era Burrell, añadiendo atisbos del BLACK SABBATH. Durante la sección instrumental intermedia, algunos ambientes jazzeados sirven para insuflar un momento de suavidad antes de que la fiereza dominante se vuelva a apoderar del asunto hasta el final. ‘My Journey to the Stars’ porta un aire floydiano de la etapa71-73, el mismo que permite a la banda acercarse a la faceta más intimista del progresivo de vieja escuela: noto semejanzas sutiles con las piezas lentas de los álbumes clásicos más añejos de ELOY o NEKTAR. Sobre todo, es de destacar la intervención tan gravitante de la flauta a través de sus elegantes florituras pastoriles, las mismas que operan como núcleo principal de la melancolía inherente a esta canción en particular. Lo intimista se sigue preservando para el siguiente tema, ‘The Sad Destiny We Lament’, pieza que elabora un envolvente clima cósmico en base a la eficiente confluencia de mellotrón y sintetizadores que se explaya en una capa etérea abrumadora sobre los básicos rasgueos de guitarra acústica, los toques de glockenspiel y el canto susurrante de Houtmeyers. Cuando los tímpanos entran a tallar y los teclados intensifican su rol, el asunto se eleva hacia cúlmenes casi místicos en un clímax casi irreal.
Con ‘The Empty Hourglass’, tema que dura poco menos de 11 minutos, volvemos al boato ambicioso que tantos réditos de potencia y colorido habían generado por vía del tema de entrada. El motivo inicial activa un dinamismo muscular con gancho. Más adelante, un extenso jam jazzero-psicodélico 7/8 establece una atmósfera cadenciosa y sutilmente machacante, la misma que resuena a elementos vandergraffianos hasta cierto punto. A eso del octavo minuto y medio, se produce un “falso final” que abre el camino hacia una nueva sección cantada en medio de efectos de alarma que incrementan la intensidad propia de la instrumentación brindada por el cuarteto en un robusto clímax rockero. ‘Jerusalem’ ofrece una pauta musical muy distinta, más misteriosa y exótica, la cual potencializa el lucimiento de los vientos; la estructura predominantemente lánguida del esquema compositivo se maneja muy bien desde el matizado crescendo que se crea desde el jam instrumental intermedio, algo muy familiar con la faceta pastoral de unos AMON DÜÜL II. En fin, el disco se cierra con otra pieza de largo aliento, ‘The Great Work’. Ciertamente tiene un título bastante apropiado, pues se trata de una gran labor musical y performativa la que se encapsula en este tema de casi 18 minutos y medio de duración. ‘The Great Work’ comienza en clave lenta, con una superposición bien sostenida entre fraseos cuasi-frippianos de guitarra y una amalgama de mellotrón, piano eléctrico y pedales bajos. Pasada la barrera de los 3 minutos, el ensamble entero desarrolla la expectativa creada con un pasaje ceremonioso muy a lo FLOYD-con-NEKTAR. Como se puede advertir, el grupo recrea la fastuosidad ya trabajada en los otros temas largos bajo una línea de trabajo más reposada, como queriendo estimular una intención contemplativa en los oyentes. Alrededor del décimo minuto se da una intensificación en el ambiente que redunda en una magnificación del vigor rockero implícito en el motivo central de la pieza: Marx esperó hasta esta ocasión para alumbrar su solo de saxo más salvaje de todo el disco. En el minuto 13 el grupo completa la idea con un jam progresivo muy emparentado con el KING CRIMSON 73-75 y el legado vandergraffiano 70-71, pero allí no acaba la cosa con el pensamiento retro, pues los últimos 2 minutos y medio parecen ofrecer un inequívoco homenaje a la epopeya floydiana ‘Echoes’. De este modo concluye “Legacy”, una excelente muestra de progresivo psicodélico que se vale de su propia nostalgia para capitalizar la energía creativa que surge de las mentes de sus componentes individuales.
HYPNOS 69 se consolida como un referente crucial para el rock progresivo europeo de nuestros días. Vaya como adelanto este tubito del tema ‘An Aerial Architect’: http://www.youtube.com/watch?v=j0zPUxJ0gZ8
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