HOLA AMIGOS DE AUTOPOIETICAN, LES SALUDA CÉSAR INCA.
Hoy traemos a colación a un grupo fundado en Chicago en 2004: RUSSIAN CIRCLES. Se trata de una de las bandas más activas e influyentes dentro de la vanguardia post-metalera del momento. Ocupando un sitial magnético que otrora ocupaban grupos ya fenecidos o no tan activos como en otros tiempos (ISIS, PELICAN, MAUDLIN OF THE WELL), la banda nos brindó a fines de octubre de 2011 su oferta fonográfica titulada “Empros”. Se trata de su cuarto CD de larga duración dentro de una discografía que también incluye algunos EPs (ya sea en exclusiva o compartido con otro grupo colega) y bootlegs semi-oficiales en vivo. Este trío de Mike Sullivan (guitarras), Dave Turncrantz (batería) y Brian Cook (bajo) cuenta en este álbum con la colaboración ocasional de Phil Karnats al acordeón y violonchelo. Dentro de la dinámica estética ejercida consistentemente por RUSSIAN CIRCLES, “Empros” no es un disco diseñado para
romper esquemas pero sí para mostrar las concretas potencialidades para robustecer y reactivar la vena creativa de la banda dentro de los parámetros musicales que se ha marcado: de hecho, este disco está signado por mostrar más recursos de contundencia sonora y una inteligente
variedad de trucos psicodélicos que ornamentan, abren o cierran muchas de las ideas musicales contenidas en el repertorio. En los útimos meses, varios comentaristas internautas expertos en las áreas del post-rock, post-metal y stoner que se aventuran a designar a “Empros” como el mejor disco de RUSSIAN CIRCLES hasta la fecha... y a lo mejor tienen toda la razón del mundo...
Vayamos ahora al disco mismo. ‘309’ lo abre con un ímpetu magnífico y fulguroso tras un breve preludio cósmico. De hecho, a poco de pasar la barrera del tercer minuto, la pieza empieza a aumentar la garra antes de desviarse hacia terrenos más sutiles, primero mediante un decrecimiento de la polenta rítmica, y luego con la ampliación de matices grisáceos al motivo central. Con esto último, los riffs y fraseos finales de la guitarra adquieren una muscularidad más tensa en camino hacia el clímax final. Conectado con este primer tema, ‘Mládek’ ofrece una
muestra de vigor electrizante y a la vez contenido, producto de la triangulación desarrollada entre los inteligentes juegos de riffs, las moderadamente coloridas líneas de bajo y la precisa arquitectura rítmica de la batería. Los pasajes más fuertes se asientan sobre la vigorosa inercia generada por la robustez de ‘309’, aunque en comparación, el segundo tema irradia más calidez que el primero. Cuando llegamos a ‘Schipol’, nos adentramos en frondosas florestas de nostalgia donde el alma reposa para ahondar en sus propios cimientos espirituales: la mayor parte del tiempo, el motivo central se desarrolla de una manera muy controlada, al modo de una luz latente que solo emite chispazos, para finalmente desbordarse en su luminosidad sin que se distorsione la cadencia rítmica de base. El asunto mantiene una contundente contundencia a la hora de focalizarse en su inherentemente grisáceo motivo ccentral. ‘Atackla’ empieza haciéndose eco de esta nostalgia introspectiva, pero eso sucede solamente en la sección de apertura, pues una vez que se instala la escala recurrente en 3/4 sobre la cual se sostiene el cuerpo central, la banda modela y va afianzando sostenidamente una densidad bastante filuda. Una etérea capa sónica minimalista sirve simultáneamente como coda de esta pieza y puente hacia la siguiente, ‘Batu’, la cual se erige como la más extensa del disco con su espacio de 10 minutos y poco más. Comenzando con una cadencia arrastrada que sustenta a una obertura de amplio cariz siniestro, la pieza seguidamente deriva hacia dimensiones un poco más extrovertidas, cambiando así lo siniestro por lo aguerrido. Entre estas dos vertientes se enmarca el desarrollo sónico hasta poco después de pasar la barrera del sexto minuto, que es cuando emerge una flotante capa minimalista que incita emociones elegíacas. El último tema del álbum ‘Praise Be Man’, es una balada post-rockera cuya envolvente languidez atmosférica tiene un cierto aire a DO MAKE SAY THINK, así como a GYBE!, aparte de ciertas connotaciones inspiradas en el legado del no-wave.
Todo esto fue “Empros”, álbum que vuelve a renovar la posición de RUSSIAN CIRCLES dentro de la avanzada rockera de la actual escena estadounidense. La pleitesía de su hinchada sigue estando plenamente justificada, así como la posibilidad de expandir su público.
Hoy traemos a colación a un grupo fundado en Chicago en 2004: RUSSIAN CIRCLES. Se trata de una de las bandas más activas e influyentes dentro de la vanguardia post-metalera del momento. Ocupando un sitial magnético que otrora ocupaban grupos ya fenecidos o no tan activos como en otros tiempos (ISIS, PELICAN, MAUDLIN OF THE WELL), la banda nos brindó a fines de octubre de 2011 su oferta fonográfica titulada “Empros”. Se trata de su cuarto CD de larga duración dentro de una discografía que también incluye algunos EPs (ya sea en exclusiva o compartido con otro grupo colega) y bootlegs semi-oficiales en vivo. Este trío de Mike Sullivan (guitarras), Dave Turncrantz (batería) y Brian Cook (bajo) cuenta en este álbum con la colaboración ocasional de Phil Karnats al acordeón y violonchelo. Dentro de la dinámica estética ejercida consistentemente por RUSSIAN CIRCLES, “Empros” no es un disco diseñado para
romper esquemas pero sí para mostrar las concretas potencialidades para robustecer y reactivar la vena creativa de la banda dentro de los parámetros musicales que se ha marcado: de hecho, este disco está signado por mostrar más recursos de contundencia sonora y una inteligente
variedad de trucos psicodélicos que ornamentan, abren o cierran muchas de las ideas musicales contenidas en el repertorio. En los útimos meses, varios comentaristas internautas expertos en las áreas del post-rock, post-metal y stoner que se aventuran a designar a “Empros” como el mejor disco de RUSSIAN CIRCLES hasta la fecha... y a lo mejor tienen toda la razón del mundo...
Vayamos ahora al disco mismo. ‘309’ lo abre con un ímpetu magnífico y fulguroso tras un breve preludio cósmico. De hecho, a poco de pasar la barrera del tercer minuto, la pieza empieza a aumentar la garra antes de desviarse hacia terrenos más sutiles, primero mediante un decrecimiento de la polenta rítmica, y luego con la ampliación de matices grisáceos al motivo central. Con esto último, los riffs y fraseos finales de la guitarra adquieren una muscularidad más tensa en camino hacia el clímax final. Conectado con este primer tema, ‘Mládek’ ofrece una
muestra de vigor electrizante y a la vez contenido, producto de la triangulación desarrollada entre los inteligentes juegos de riffs, las moderadamente coloridas líneas de bajo y la precisa arquitectura rítmica de la batería. Los pasajes más fuertes se asientan sobre la vigorosa inercia generada por la robustez de ‘309’, aunque en comparación, el segundo tema irradia más calidez que el primero. Cuando llegamos a ‘Schipol’, nos adentramos en frondosas florestas de nostalgia donde el alma reposa para ahondar en sus propios cimientos espirituales: la mayor parte del tiempo, el motivo central se desarrolla de una manera muy controlada, al modo de una luz latente que solo emite chispazos, para finalmente desbordarse en su luminosidad sin que se distorsione la cadencia rítmica de base. El asunto mantiene una contundente contundencia a la hora de focalizarse en su inherentemente grisáceo motivo ccentral. ‘Atackla’ empieza haciéndose eco de esta nostalgia introspectiva, pero eso sucede solamente en la sección de apertura, pues una vez que se instala la escala recurrente en 3/4 sobre la cual se sostiene el cuerpo central, la banda modela y va afianzando sostenidamente una densidad bastante filuda. Una etérea capa sónica minimalista sirve simultáneamente como coda de esta pieza y puente hacia la siguiente, ‘Batu’, la cual se erige como la más extensa del disco con su espacio de 10 minutos y poco más. Comenzando con una cadencia arrastrada que sustenta a una obertura de amplio cariz siniestro, la pieza seguidamente deriva hacia dimensiones un poco más extrovertidas, cambiando así lo siniestro por lo aguerrido. Entre estas dos vertientes se enmarca el desarrollo sónico hasta poco después de pasar la barrera del sexto minuto, que es cuando emerge una flotante capa minimalista que incita emociones elegíacas. El último tema del álbum ‘Praise Be Man’, es una balada post-rockera cuya envolvente languidez atmosférica tiene un cierto aire a DO MAKE SAY THINK, así como a GYBE!, aparte de ciertas connotaciones inspiradas en el legado del no-wave.
Todo esto fue “Empros”, álbum que vuelve a renovar la posición de RUSSIAN CIRCLES dentro de la avanzada rockera de la actual escena estadounidense. La pleitesía de su hinchada sigue estando plenamente justificada, así como la posibilidad de expandir su público.
Muestras de “Empros”.-
Mládek: http://www.youtube.com/watch?v=ONzYMVrhTyk
Schipol: http://www.youtube.com/watch?v=lxa7oZGZ-wA
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