HOLA, AMIGOS DE AUTOPOIETICAN, LES SALUDA CÉSAR INCA.
En
esta ocasión traemos a colación a un trío vanguardista argentino que existió
alguna vez bajo el nombre de WASABI: sí, adoptaron su nombre del condimento de la culinaria japonesa. Conformado por Maia Illa (teclados,
flauta, melódica y voz), Pancho Corrao (bajo y voz) y Augusto Urbini (batería,
efectos, percusión y voz), el grupo tiene dos discos en su haber: “Antimonio”
(2005) y “Febrero” (2007). Este ensamble se caracterizaba por ser aventurero
hasta niveles de temerario, dueño de una propuesta musical con una fuerte base
jazzera (avant-jazz, nu-jazz, free-jazz) pero que implosiona continuamente
merced al empleo de recursos y modelos derivados de la influencia de otras
fuentes de estímulo experimental como el krautrock, el R.I.O., la musique
concrete y el post-rock ambiental a lo TORTOISE. Apreciando sus dos discos en
bloque, se puede sintetizar que la música de WASABI porta un tenor vibrante a
pesar de no valerse de las sonoridades más grandilocuentes de la
experimentación progresiva ni desarrollar ostentaciones complicadas propias de
otras variedades de lenguaje jazzero.
Empezamos
con “Antimonio”, un estupendo inicio de carrera para WASABI. Grabado en los
días 11 y 12 de diciembre del 2004, fue publicado al año siguiente. ‘Mme.
Dubois’ abre el disco con una grisácea aura de ensoñación que se sustenta sobre
un groove marcado por una extroversión constreñida, muy a lo trip-hop. Luego
sigue la dupla de ‘El Enanito’ y ‘El Bosco’, orientada para expandir los
recursos sónicos del trío. ‘El Enanito’ establece un ambiente sutilmente denso,
penetrado por una suavidad que se siente casi engañosa: se aprecia aquí una
cruza entre el WEATHER REPORT de los dos primeros álbumes y el estándar del
nu-jazz, una simbiosis entre lo viejo y lo nuevo que el grupo recrea con buen
pulso, ‘El Bosco’, por su parte, nos remite a un perturbador, y a la vez,
fascinante paisaje deconstructivo de oscuras nieblas e inciertas ocurrencias
dentro de un encuadre alevosamente abstracto. El solo de flauta que entra a
tallar en algún momento instaura un talante desafiante a través de sus gráciles
sonidos, y lo mismo vale para los ominosos arreglos vocales. Cuando emerge ‘La
Clásica’, el grupo se dispone a construir una idea concreta y bien delineada,
aunque sin abandonar la tensión ante la expectativa misteriosa que ha venido
marcando el esquema esencial de sus estrategias sonoras, y por tanto, resulta
natural que el quinto tema, titulado ‘¿Por Dónde Quieren Andar? (Mate)’, se
oriente por un dinamismo electrónico en no poca medida parametrado bajo las
coordenadas del krautrock. El engarce continuo con ‘Beduino’ es muy apropiado
porque esta pieza específica replantea el esquema electrónico hacia una fusión
moderna de base arabesca: las retorcidas líneas de flauta son simplemente
encantadoras, aportando un recurso de calidez frente a los derroteros
modernistas encarnados en los instrumentos eléctricos y los samplers de voces.
Ya en la segunda parte del jam básico sobre el cual se arma esta pieza, la
soltura de la batería, la sobriedad de la guitarra y las crípticas capas del
teclado viran hacia un híbrido de AGITATION FREE y HARMONIA. A propósito, se
trata de la pieza más extensa del disco con sus 9 minutos de duración.
‘Uma
8’’ (que suponemos hace alusión a la película “Jennifer 8” protagonizada por
Una Thurman) es un ejercicio de jazz-fusion muy en línea con las etapas
primigenias de WEATHER REPORT y RETURN TO FOREVER pero con una aridez muscular
propia de la vanguardia jazz-rockera contemporánea. Luego sigue un tema con un
título muy simpático, ‘Soy La Nena’: algo que pueda sonar muy bien para un hit
de bailanta o Latin-rap en realidad es la etiqueta de un viaje sonoro muy
metido en los recovecos inquietos del free jazz en el seno de una relajada
espiritualidad crepuscular. Esta dupla de temas tiene como principal misión
hacer más explícita que nunca la vitalidad pletórica de exquisitez que alimenta
a la unión de las mentes de Illa, Corrao y Urbini dentro de una misión musical
tremendamente compacta. ‘Parque Jazz’ y ‘Caratocar’ son los temas más breves de
“Antimonio”: el primero nos ofrece una vibrante mezcla de CAN y TORTOISE al
modo de una neurótica celebración, mientras que el segundo ofrece una versión
deconstructiva de avant-tango con una melódica que ocupa el lugar del bandoneón
mientras la dupla rítmica elabora un esquema notoriamente etéreo. ‘6
Habitaciones’, tras un prólogo basado en el manejo intenso de grooves
anárquicos, muy a lo musique concrete, desarrolla un cuerpo central signado por
un espíritu meditabundo dentro de un ambiente otoñal. Los últimos 6 ½ minutos
del disco están ocupados por ‘Mme. Dubois II’, la clausura que aplica una
cirugía transformativa al colorido peculiar de la primera pieza del álbum
aplicando las pistas de abstracción modernista dejadas por ‘El Bosco’ y ‘6
Habitaciones’, llevando dichas piezas hacia un minimalismo mágico y sugerente.
El
segundo disco de WASABI se llama “Febrero” y, en comparación con “Antimonio”,
pone un énfasis más sistemático en la fundación y desarrollo de climas etéreos,
algo que se nota de inmediato desde el tema de entrada ‘Traje De Buzo’, el cual
empieza como un ejercicio de avant-jazz intimistamente suave y luego vira hacia
abstracciones electrónicas cuyas coordenadas se dibujan entre el krautrock y el
nu-jazz. La secuencia de ‘Quien Mire’ y ‘Flota Rota’ prosigue en el
ahondamiento en lo abstracto con una convincente espiritualidad minimalista,
con lo cual ya tenemos una buena muestra de las pautas que se plantea el trío
en la revitalización de su visión artística. Hay densidad e inquietud en estas
aventuras sónicas, pero no con disposición de crear una tensión abrumadora,
sino más bien de señalar hacia marismas misteriosas de una realidad a la que la
mente no parece ser capaz de asirse de forma plena. ‘Entre Hermanos’ es un
breve interludio signado por la flauta de Illa que prepara el terreno para la
emergencia de ‘Se Pierden’, pieza marcada por una estrategia de psicodelia
deconstructiva donde el grupo calibra atmósferas de corte R.I.O. en medio de
una vibración free-jazzera. El engarce con ‘After Vudú’ lleva a una dinámica
tribal fulgurante de dadaísta intensidad, lo cual sirve para que el grupo muestre
confiadamente las aristas más ácidas de su propuesta. Así las cosas, con el
optimista ejercicio de avant-jazz en ‘Entre El Reflejo’ y el misterioso
dinamismo constreñido que transita por vías de gradual soltura en ‘El
Incomenzado’, tenemos una estrategia de reformulación de las atmósferas etéreas
donde había focalizado sus pensamientos e instintos al comienzo mientras
recicla las huellas dejadas por ‘Se
Pierden’. Con sus 13 ¼ minutos de duración, ‘Tuco’ se erige como la pieza más
extensa del disco. Contando con tanto espacio de expansión, el grupo se siente
listo para elaborar aureolas de sofisticación expansiva a partir de una
exploración progresiva y psicodélicamente capitalizadora de su esencia nuclear:
la labor del baterista brinda un vitalismo crucial para este rito de bizarra
luminosidad cósmica que el trío perpetra con pulso firme e ingenio vigoroso, y
en particular, cabe destacar el modo en que las tres individualidades agudizan
milimétricamente su poder intuitivo para crear y desmenuzar las interacciones
que se van sucediendo en esta larga aventura.
El
breve retazo de jazz alegre en ‘Canica’ abre efímeramente la ventana hacia
destellos de juguetona luz antes que ‘Reloj Detrás De Un Libro / 3 Peces’ nos devuelva al encanto
flotante y brumoso de los primeros tres temas del álbum. A continuación sigue una
secuencia de temas breves que se inicia con ‘Hombre Momia (Qué Laburo)’, el
cual nos devuelve al espíritu de ‘Entre Hermanos’; luego llega ‘El Sonido De
Febrero’, que consiste en… una palabra dicha por el baterista (minimalismo
extremo); ‘Pito’, una miniatura jazzera donde la melódica se encarga de solear;
y finalmente ‘Una Caja Dentro De Otra Caja’, una nueva oportunidad para que el
trío explore sus perspectivas dadaístas. Los últimos cuatro minutos y pico del
álbum están ocupados por ‘Bajo En Medrano’, un número bastante sereno donde la
nebulosidad crepuscular inunda el ambiente con un aura de misterio otoñal, al
modo de la melancolía propia del caminante que vaga por un sendero que lleva a
un periodo de hibernación. Se trata de una pieza muy mágica, por lo que su
conclusión se siente muy abrupta, pero ello indudablemente tiene sentido dentro
de la sensación de misterio que ha atravesado todo el repertorio integral de
“Febrero”.
Bueno,
la obra de WASABI fue efímera pero está disponible para los curiosos que
quieran meterse a fondo en los mil y un recovecos de la vanguardia argentina de
las dos últimas décadas. Que sepan todos/as que este trío de Illa, Corrao y
Urbini ha gestado dos obras sumamente exquisitamente desafiantes y pródigas en
musicalidades diferentes. ¡No se debe dejar en el olvido a WASABI!
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