HOLA, AMIGOS DE
AUTOPOIETICAN, LES SALUDA CÉSAR INCA.
Hoy presentamos
al grupo francés de música avant-jazz-progresiva YOG SOTHOTH, el cual estaba
conformado por Pascal Morrow [violín], Philippe Guillot [saxofones y flauta],
Jean-Yves Joron [teclados], Pierre-Gedeon Monteil [bajo] y Olivier Lechien [batería
y percusión]. Para las sesiones de grabación de “Yog Sothoth”, el quinteto
contó con las cooperaciones del trombonista Mark Sims y la cantante Cathy Camilleri. Este grupo que escogió el nombre de la horrenda divinidad que trae de vuelta a los Primordiales dentro del alucinado universo literario del maestro H.P. LOVERCRAFT (en realidad se llama Yog-Sothoth) se formó a inicios de los 80 con la misión crear un híbrido de avant-jazz y chamber rock. El material contenido en “Yog Sothoth” fue grabado en el Studio Sofreson de París en mayo del año 1984, siendo publicado el disco unos meses más tarde por el sello independiente Cryonic Inc. (el cual duró de 1983 a 1987). Algunos ejemplares del disco contenían un pequeño folletín en un sencillo formato de Xerox donde había información sobre los integrantes de la banda y su estilo musical. Bueno, veamos ahora los detalles del repertorio mismo.
Durando poco
más de 18 ¼ minutos, ‘Nekrosis’ inicia el rumbo de las cosas y lo hace con una
genuina fuerza de carácter donde se combinan nebulosidad y exuberancia. El pasaje prologar, anunciado por un breve efecto sintetizado de borrasca, está signado por una ceremoniosa fanfarria de saxo y trombón, el mismo que prontamente da pie a un momento musical juguetón y entusiasta, aunque sin
apartarse del todo de lo sombrío. La tríada de piano, batería y bajo aplica el juego de la fusión vanguardista de los 70 al estilo de los primeros discos de WEATHER REPORT mientras los vientos retoman el legado del hard bop al estilo de los inmortales John Coltrane y Miles Davis. A lo largo del camino, la pieza va
adquiriendo tonalidades más diversas que oscilan entre lo ágil, lo misterioso y
lo intenso: es impactante cómo se establece la ilación entre el pequeño solo de batería que culmina el primer enfoque temático y el renovador entramado de violín y vientos, uno muy envolvente que emana sueltamente una espiritualidad contemplativa. De esta manera, se prepara el terreno para el surgimiento de otro ejercicio de jazz vanguardista con vibraciones afines a las del free jazz, el cual no tarda en aterrizar en un expresionista solo de violín, el cual exorciza unas misteriosas agitaciones con las que se prepara el terreno para otro ejercicio de bizarro fulgor donde el saxo tenor termina ocupando el rol protagónico. El factor jazzero ha estado flexionándose a lo largo de los motivos sucesivos, dejándose envolver por una bruma señorial, pero también hay espacio para una pequeña interrupción progresiva con la emergencia del sintetizador con la misión de elaborar un pasaje de “Zeuhl cósmico”. Poco antes de llegar al minuto 14, se inicia un gradual desarrollo
hacia una sección moderadamente climática donde se cruzan el Canterbury a lo NUCLEUS y el avant-prog, estando el violín a cargo de un majestuoso mando. La coda desemboca en una retoma de uno de los pasajes iniciales bajo la marca de una orquestación aristocráticamente grisácea donde impera un raro lirismo en medio de la
extravagancia inherente al colectivo de YOG SOTHOTH. La primera mitad del álbum
se cierra con ‘Maint Rêve Vesperal Brûlé Par Le Phenix’, una pieza improvisada
cuyo enfoque aleatorio se traduce en un caos compartido donde lo dadaísta va regulando y deconstruyendo la situación sonora. El canto femenino crea una genuina ósmosis con los instrumentos partícipes. Así las cosas, la tensión esencial de la primera
pieza del álbum se hace a un costado mientras la densidad asume un revestimiento de inescrutable misterio.
Los 22 minutos
y pico que dura el lado B de este disco están ocupados por ‘Fou: L’Art Noir’. Esta
monumental pieza comienza con una serie de densos oleajes de piano, la cual no tarda mucho en acoger la compañía de la batería y un bajo distorsionado, con lo que se ultima la instauración de un
esquema de trabajo donde en primer lugar confluyen el chamber-rock y el avant-jazz. El inicial viaje tentativo de un único instrumento llegó a un puerto colectivo sabiamente orquestado. Las cosas terminan derivando hacia un ejercicio de frenético free jazz poco antes de llegar a la frontera del tercer minuto: esta jactanciosa alagarabía se prolonga por un rato
razonablemente largo. Después, pasamos a una sección muy distinta, dueña de una
inquieta languidez armada según el modelo del minimalismo bajo la ley de la musique concrète. A segundos de
llegar a la frontera del décimo minuto, las cosas se enfilan hacia el estándar Zheul con un filtro jazz-rockero que se acerca un poco al estándar de los ZAO de la fase 1975-76: el desafiantemente disonante solo de violín
establece un imponente contraste frente a las cálidas líneas de bajo, las cuales también gestionan un pulso experimental mientras el teclado instaura unas bases armónicas traviesas. Y bueno, un nuevo pandemonio de caos resuelve
el fin de esta sección para llegar a otra de carácter lánguido: en esta ocasión, lo
cósmico intensifica su presencia, aunque ciertamente hay una sonoridad
deliberadamente opaca en este ambiente, una opacidad cuyo contrapunto se ubica en las improvisaciones de la batería. Con las sucesivas apariciones de
un dueto de violín y flauta y un impresionante solo vocal se prepara el camino para una rutilante ascensión de exultaciones deconstructivas. La solvencia de esta sección incluye un pasaje de
conversaciones mutuamente extrapoladas; es como si el grupo quisiera hacer al
mismo logos partícipe de esta mutación que, en principio, desafía sus reglas y las confronta con su propio patronato. En fin, la última sección
se enfila hacia un ensoñador hermanamiento entre el violín y el saxofón que muy bien podría haber
formado parte del primer álbum de UNIVERS ZERO, aunque el colorido que se exhibe aquí ostenta una aura un tanto festiva (por paradójica que suene esta expresión en el contexto de una propuesta tan desafiante como la de este ensamble).
Todo esto fue lo que se nos brindó en “Yog Sothoth”, un disco que quedó como único testimonio del excelente aporte que el colectivo de YOG SOTHOTH dio a la avanzada francesa de los 80 dado que se desintegró al poco tiempo de publicarse este trabajo. Terminamos esta retrospectiva con palabras de genuino agradecimiento a toda la gente involucrada en la creación y la grabación de esta música tan intrigante como exquisita.
[Dedicamos esta reseña a nuestro amigo Vyacheslav Potapov, quien nos recordó la existencia de este excelente ítem en una conversación dentro de uno de los muchos foros melómanos donde somos contertulianos.]
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