Friday, August 01, 2014

RICHARD PINHAS y YOSHIDA TATSUYA, asociados en torno a la plenitud del vacío


HOLA AMIGOS DE AUTOPOIETICAN, LES SALUDA CÉSAR INCA.

¡Qué placer nos da hoy hablar de esta asociación del corso más famoso de la vanguardia prog-electrónica y del creador japonés más trabajólico de los últimos 20 años! No resulta muy difícil adivinar que nos estamos refiriendo a RICHARD PINHAS y YOSHIDA TATSUYA: respectivamente, el guitarrista-sintetista gestor de una vertiente avant-rockera cíber-punk-progresiva a través HELDON y una vasta trayectoria solista, y el baterista líder de presencias progresivas tan legendarias como RUINS y KOENJI HYAKKEI, además de trabajólico obsesionado con las formas más iconoclastas de rock progresivo desde varios frentes (KOREKYOJINN, SOFT MOUNTAIN, DAIMONJI, SEIKAZOKU, ZLETOVSKO, etc.). “Welcome… In The Void” es el ítem resultante de esta asociación de mentes ácratas, el mismo que ha sido publicado a fines de mayo pasado por el sello Cuneiform Records. PINHAS se acredita la guitarra loop stereo y la guitarra stereo loop – lo cual imaginamos que tiene que ver con el tipo de conexión que cada guitarra tiene con la PC o entramado de enchufes utilizado para la ocasión – mientras que YOSHIDA se acredita la batería y las percusiones. El repertorio de “Welcome… In The Void” fue grabado en dos sesiones que tuvieron lugar en Tokio y París, respectivamente, estando la mezcla final a cargo de PINHAS en el Heldon Studio, en el otoño de 2013.



Durando “solamente” 4 ¼, ‘Part One – Intro’ abre al álbum con una secuencia envolventemente nutrida  de capas de guitarra y loops sintetizados sobre los cuales la batería de YOSHIDA se explaya orgiásticamente en un tempo de 7/8, muy a lo free-jazz la verdad. Mientras PINHAS es el creador de armazones y texturas, su colega japonés se luce en el núcleo central del bloque sonoro como protagonista real del asunto. El segundo tema ‘Part Two – Core Trax’ ocupa un maratónico espacio de 1 hora y casi 4 minutos. Los primeros efluvios de efectos computarizados se nos vienen encima como un alud que se prolonga atosigadoramente, un alud a través del cual emergen ruidos mecánicos como sierras eléctricas y acordes de guitarra soltadas al aire como si vinieran para anunciar algo. Y ese algo emerge sobre la barrera del cuarto minuto: capas flotantes agudas de guitarra que arman un primer paisaje sonoro donde reconocemos ese paradigma cibernético-Frippiano del que PINHAS se ha apropiado desde el primer disco de HELDON. Se toma unos minutos YOSHIDA para entrar en acción, pero una vez que lo hace, reitera su alucinado dinamismo en 7/8 que permite a su colega rearmar los últimos climas guitarra-computarizados del primer tema. A poco de pasada la barrera del décimo tercer minuto, el dúo arma una explosión caótica donde el loop sintetizado y las extravagantes cadencias de la batería se asocian en una desafiante disociación: máquina y pulmón conectándose en desencuentros mientras las capas de guitarra pintan retazos que se proyectan hacia un paisaje entero. Dicho paisaje se empieza a asentar tres minutos y medio después, cuando la batería se calma y los colores se amontonan en un orden robusto. Así las cosas, la segunda irrupción de YOSHIDA es breve pero rotunda, incluso salvaje, acomodándose a la robustez de las cada vez más nutridas capas de guitarra y llevándola a un nivel más intenso de expresividad. En el minuto vigésimo nos topamos con una tercera sección marcada por una pauta rítmica más lenta – sin renunciar a la exuberancia y el punche – y eso resulta útil para que PINHAS elabore un pasaje solista cósmico y conmovedor.

  

Una vez que se vuelve a detener la batería de YOSHIDA, las capas cósmicas se explayan por un par minutos para ir preparando un nuevo viraje para ‘Part Two – Core Trax’, esta vez doble: una sección marcada por una armazón rítmica de tenor tribal y otra posterior que parece de naturaleza stoner, o sea, vigorosa y comedidamente lenta. La ilación de estos diversos ambientes se siente perfectamente fluida, a la par que se notan bien instalados los pasajes intermedios entre ellos. Cuando menos nos damos cuenta, la batería vuelve a revolcarse sobre sus propias ansias de caos, oscilando entre el simple vigor anarquista y el free-jazz, mientras que las capas de guitarra generan una nueva montaña sónica de aguerrida densidad. Se arma así un cénit electrizante donde la osada musicalidad del dúo ostenta con precisión milimétrica todas las aristas de su neurosis surrealista. Desde antes de llegar a la barrera del minuto 42 se empieza a armar un pasaje abstracto muy tirado hacia lo minimalista: YOSHIDA se limita a jugar con texturas de algunos de sus platillos mientras PINHAS elabora una etérea maraña de repeticiones de fraseos puntuales y capas de guitarra. Por supuesto que esta sección es tan solo un breve paraje de lo que queda de este bosque musical: pronto reemergen los tambores y la faceta extrovertida del dúo se remodela volviendo a la mezcla de capas densas y entusiastas swings jazz-rockeros, los mismos que no pueden aguantar las ganas de acelerarse y desacelerarse en un despliegue de juguetona demencia. Una vez que las cosas se calman un poco se da un instante de descanso… y es solo un instante porque nos topamos con la enésima demostración de caos compartido donde YOSHIDA se muestra más desatado que nunca, aunque posteriormente vuelve a aplicar una pauta rítmica de tendencia stoner. Una vez que se detiene, PINHAS se concentra en ahondar en climas opresivamente oscuros para las últimas capas de sonido que crea desde su guitarra computarizada: el esquema minimalista que él usa para este epílogo es como el manto de la noche que extiende su negritud tocando una nota única y solipsista mientras las estrellas refulgen cuales ornamentos sutiles.


“Welcome… In The Void” ha sido, en efecto, un delirante trayecto sónico hacia el vacío más fulguroso después de atravesar los lugares más incendiarios de la plenitud del ser: el arte mecanicista posmoderno de RICHARD PINHAS y la musicalidad osadamente rabiosa de YOSHIDA TATSUYA han congeniado de una manera insólita, logrando así motivar una electrizante renovación para la vanguardia rockera extrema del nuevo milenio. Dos viejos zorros se han enseñado mutuamente nuevos trucos ante nuestros oídos y podemos decir que lo hemos gozado en grande.


Muestra de “Welcome… In The Void”.-


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