Monday, June 18, 2018

MOTHER TURTLE: intensa jornada de música progresiva ecléctica



HOLA, AMIGOS DE AUTOPOIETICAN, LES SALUDA CÉSAR INCA.

Desde Grecia llega el grupo instrumental MOTHER TURTLE, un sexteto integrado por Kostas Konstantinidis [guitarras, ukelele y efectos], George Filopelou [bajos con y sin trastes], George Baltas [batería], George Theodoropoulos [teclados y programaciones], Alexander Kiourntziadis [violín] y Babis Prodromidis [saxofones]. El grupo en cuestión ha publicado en el 20 de febrero último su tercer disco “Zea Mice”, un trabajo conceptual basado en las nociones de naufragio, tragedia y lucha por la supervivencia donde los ocho ítems que conforman su repertorio se explayan a lo largo de tres sucesivas partes integrales. A lo largo del disco, el grupo recibió el apoyo ocasional del percusionista Apostolis Georgiadis, además de la vocalista Elpida Papakosma en un par de temas y la labor de narrador de Aristotelis Mavropoulos en otro. “Zea Mice” fue publicado de forma independiente el pasado 20 de febrero, sucediendo a “Mother Turlte” (2013) y “II” (2016), y, a fin de cuentas,  cumple con la meta de expandir los horizontes y esquemas sonoros que la banda se ha propuesto desde sus primeros días en su posicionamiento dentro del área de la modalidad progresiva ecléctica. El grupo comenzó su existencia en la majestuosa ciudad de Salónica en el año 2011 como un cuarteto que hacía versiones de clásicos del rock progresivo y el rock psicodélico: usando el nombre de HOGWEED hasta el año siguiente de su fundación, lo cambiaron a MOTHER TURTLE para siempre y así grabaron su homónimo disco de debut. Ya para el segundo disco, el grupo estaba ampliado a sexteto, conformación que sigue hasta ahora. Este tercer álbum que tenemos ahora en nuestras manos supone un punto de culminación y evolución definitoria para el ideario estético de MOTHER TURTLE: en sí mismo, es uno de los discos más intensos que hemos escuchado en lo que va del año 2018, pero mejor nos ponemos de una buena vez a repasar su repertorio, ¿vale?


Los primeros 6 ¾ minutos del disco están ocupados por ‘Zea Mice Part 1 – Kukuruzu’, tema que instaura una táctica de vigor rockero que coquetea abiertamente con el prog-metal mientras incluye elementos de psicodelia en los ornamentos de sintetizador y el saxofón irrumpe en cierto momento para meter también algunas vibraciones torturadas (muy a lo avant-jazz) dentro del bloque global: la notabilísima presencia de este instrumento desarrolla un cabal colorido extravagante que ayuda mucho a sustentar la persistente majestuosidad aguerrida de la pieza. Luego sigue ‘Zea Mice Part 1 – #Cornhub’, tema que a través de su espacio de 8 minutos y segundos se enrumba hacia un área sonora más afín al estándar de la fusión contemporánea con base jazz-progresiva con sutiles aires space-rockeros. Algo así como un híbrido deKENSO y PLANET X finamente filtrado por los OZRIC TENTACLES del nuevo milenio. Lo que en el primer tema era el embrujo de la energía rockera estilizada ahora es trocada por el sortilegio de una luminosidad serena e imperiosa: la sucesión de solos de violín y guitarra está bien guiada por las bases y solos adicionales de los teclados, los cuales también se atreven a añadir adecuados matices psicodélicos al asunto. La simpática coda ágil está hecha en clave folclórica: tenemos aquí un primer cénit del álbum, con lo cual tenemos que ‘Zea Mice Part 2 – Sea Mice’ cumple con la función de instalar otro cénit de inmediato, esta vez con énfasis en la clave sinfónica. El sereno y bien perfilado desarrollo temático comienza bajo la guía de la impetuosa guitarra (a medio camino entre Jeff Beck y Andy Latimer), la cual es sucedida por la cándida voz que impone el violín. La breve pieza ‘Zea Mice Part 2 – Zeitenlik’ consiste en una atmósfera tétrica centrada en el piano y capas flotantes de sintetizador mientras se elabora un monólogo susurrante. Las puertas están abiertas para la emergencia de ‘Zea Mice Part 2 – Vermins’, pieza que regresa de lleno a la garra contundente y al nervio ostentoso que caracterizaron al primer tema del disco en su bloque sonoro nuclear, pero cuya expresividad está más vinculada a la del segundo. La síntesis funciona a las mil maravillas.       



Los temas antepenúltimo y penúltimo del disco son sendas miniaturas: ‘Zea Mice Part 2 –Fourward’ y ‘Zea Mice Part 3 – Vermins (Reprise)’. La primera de ellas se centra en el groove tribal de la batería en torno al cual el teclado y el bajo añaden retazos envolventes: un buen broche para el dinamismo reinante en la pieza inmediatamente anterior. Por su parte, la segunda miniatura se estructura bajo un aura solemne que porta algunos aires renacentistas a través de su ensoñador carácter folclórico. Ocupando un espacio de más de 16 ½ minutos, ‘Zea Mice Part 3 – Nostos’ cumple con la misión de cerrar el álbum de una manera monumental, desarrollando un ambicioso ejercicio de vitalista eclecticismo con el beneplácito del amplio tiempo que se da el grupo para armar semejante táctica. Comienza todo en clave de híbrido entre GORDIAN KNOT y OZRIC TENTACLES para luego derivar hacia una modalidad de expansiones prog-metaleras (a medio camino entre SCALE THE SUMMIT y HAGO) donde el grupo hace patente gala de su faceta más muscular. En aquellos pasajes donde el saxofón entra en primer plano, el groove armado por la dupla rítmica adquiere algunos tintes jazz-rockeros; también hay algunos pasajes muy llamativos donde el dueto de guitarra y saxo arma un motif de inspiración mediterránea. Poco antes de llegar a la frontera del séptimo minuto, el ensamble baja un poco los decibelios mientras prosigue con la perpetua remodelación de su vigor esencial en pura exhibición celebratoria: esta vez la cosa deriva hacia una combinación de space-rock, jazz-rock y jams heavy, siendo así que es ahora el violín quien ocupa una parte importante de los espacios protagónicos en alternancia con la guitarra. Dicho sea de paso, es en esta instancia donde nos topamos con el solo de guitarra más vibrante de todo el álbum. Cuando el violín vuelve a ocupar un rol protagónico, esta vez es para iniciar el groove de un estupendo motif heavy-prog con raigambre fusionesca, al modo de una banda de apoyo de JEAN-LUC PONTY que recrea alguna partitura perdida de los KING CRIMSON de los últimos meses con David Cross. El lucimiento del violín llega a extenderse hasta un pasaje en solitario desde el cual se empieza a gestar un nuevo motif, esta vez muy sereno e introvertido en clave jazzera. ¿Cómo se metió el legado del mejor HERBIE HANCOCK de fines de los 60s aquí? Bueno, el hecho es que lo hizo, aunque la gente de MOTHER TURTLE le da su toque contemporáneo a este inesperado nuevo emplazamiento sonoro. La guitarra realiza los fraseos solistas principales pero son las bases de teclado las que sustentan y dirigen el desarrollo temático, el cual termina con un etéreo e intimista efluvio de una escala al piano. El largo momento de reposo totalmente necesario tras el señorial remolino que trajo el collage multifacético precedente.


  

Todo esto fue lo que se nos brindó en Zea Mice”, 49 ½ minutos de grandilocuencia progresiva donde la vitalidad y la vivacidad se funden en una inteligente integración de caleidoscópicas amalgamas musicales. La gente de MOTHER TURTLE se ha lucido a lo grande con este disco y por eso solo merece elogios al respecto: siempre nos da gusto cuando los grupos de las nuevas generaciones de música progresiva se enfocan en los recursos de intensidad que se potencian desde la confluencia de vigor y eclecticismo. 


Muestras de “Zea Mice”.-



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