Saturday, January 02, 2021

Segunda efervescencia de LE GRAND SBAM en la élite progresiva vanguardista de Francia


HOLA, AMIGOS DE AUTOPOIETICAN, LES SALUDA CÉSAR INCA.
 
Hoy tenemos la gratísima ocasión de presentar el nuevo disco del ensamble francés de música avant-progresiva LE GRAND SBAM, el cual se titula “Furvent” y fue publicado hace muy poco, el pasado 12 de diciembre, apenas un año después de su álbum debut “Vaisseau Monde”. Se trató de una de las obras progresivas más notables del último tramo del año 2020, o mejor aún, del año entero en general, ahora que a inicios del año 2021 tenemos una perspectiva más completa de las cosas. Actualmente, LE GRAND SBAM amplía su alineación para operar como un octeto, el mismo que está conformado por Antoine Arnera [piano, electrónica y voz], Boris Cassone [bajo, mellotrón y voz], Guilhem Meier [batería, percusión amplificada y voz], Jessica Martin Maresco [voz], Marie Nachury [voz], Grégoire Ternois [marimba, toms, campanas y gong], Mihaï Trestian [címbalo] y Anne Quillier [sintetizador Moog, piano eléctrico Fender Rhodes y voz]. Los tres primeros – integrantes de POIL e instigadores de este proyecto para llevar otras inquietudes musicales hacia una dimensión más fastuosa – son los responsables de la composición de todo el material: una exquisitamente infatigable amalgama progresiva de Zeuhl, RIO y avant-jazz que muestra que el incremento del arsenal sonoro de LE GRAND SBAM va de la mano con una sólida maduración de la voz propia del ensamble. Lo que tenemos aquí es un álbum conceptual basado tanto en el I Ching como en la novela de ciencia-ficción de ALAIN DAMASIO Le Horde du Contrevent. Este disco que ahora reseñamos fue grabado en el estudio Improve Tone bajo la dirección de Hervé Faivre, con las posteriores labores mezcla y masterización siendo realizadas por R3my Boy. Veamos ahora los detalles del repertorio contenido en “Furvent”.


 
El repertorio del álbum comienza con ‘La Trace’ que se extiende por una maratónica duración de 18 minutos y tres cuartos: todo un mamut sonoro marcado por una imponente aureola palaciega. Ya de entrada nos topamos con un develamiento de cánticos y patrones instrumentales signados por una extroversión anarquista donde el dadaísmo y el ritual de aquelarre se funden en una única fuerza sonora, bastante volcánica por cierto. El desarrollo temático vira pronto hacia una atmósfera flotante y nebulosa, casi rayano con lo tenebroso, pero más que nada, poniendo énfasis en el lado más misterioso de la oscuridad, no el más tétrico. Los aires impresionistas del piano y el talante introspectivo de los suaves cantos femeninos ocupan el centro nuclear del bloque sonoro mientras algunos efectos electrónicos y efectos percusivos insertan algo de inquietud. Alrededor de la frontera del séptimo minuto, el ensamble empieza a armar un recurso de soltura surrealista al modo de unos ESKATON con ribetes de los MAGMA de la época 76-78. Otro momento de oscuridad misteriosa emerge después de pasada la frontera del décimo minuto con un breve interludio abstracto que nos lleva a otro centro temático, esta vez, alternando pasajes sutilmente saltarines de aires cacofónicos con otros más propiamente ceremoniosos (un poco a lo PRESENT). A partir de aquí se elabora un crescendo envolvente y luminoso que gesta el clímax decisivo de la pieza. El epílogo es sigiloso y minimalista. Luego sigue ‘Nephèsh’, pieza que nos muestra a la banda dispuesta a seguir soltando y delineando diversos aspectos de su masivamente osada visión musical: esta vez se trata de la manifestación de una incandescencia introspectiva que se apoya en la intensa interacción entre los arreglos colares y los dramáticos oleajes exquisitos del piano. Las ocho siguientes piezas conforman sendas partes del concepto de ‘Yi Yin’, que, de por sí, es el núcleo fundamental del álbum: sus títulos respectivos son ‘I Tchen (Le Tonnerre)’, ‘I Souen (Le Vent)’, ‘I Li (Le Feu)’, ‘I K’ouen (La Terre)’, ‘I Touei (Le Lac)’, ‘I K’ien (Le Ciel)’, ‘I Kan (L’Eau)’ e ‘I Ken (La Montagne)’. La primera sección se sostiene sobre un groove imposible marcado por una compleja arquitectura de la dupla rítmica en compañía del piano, el cual, si antes era un mar moderadamente agitado, ahora opera como un martillo que golpea diversas partes de las paredes de la conciencia. El groove irregular crea una tensión neurótica y grandilocuente que no solo sirve para sustentar la propia personalidad de esta pieza en sí misma, sino para cimentar el suelo sobre el cual se asentará el esquema de la segunda sección. Ésta, en efecto, se deriva hacia una excursión en deconstrucciones intrépidas dentro de un caos controlado que se mueve dentro de la oposición entre lo etéreo y lo explosivo.
 
La secuencia de las secciones tercera y cuarta es particularmente brillante, constituyendo en no poca medida sendos momentos mayúsculos de las suite. ‘I Li (Le Feu)’ se destaca por su aureola de jovialidad surrealista ornamentada con matices tenebristas, algo así como una celebración claroscura de la liberación dionisíaca y del peligro mortal que implica el que un fuego crecientemente expansivo vaya consumiendo todo a su paso mientras se consume a sí mismo. La estrategia en clave Zeuhl adopta estrategias de avant-jazz durante la mayor parte de su desarrollo temático antes de llegar a un deliciosamente extravagante epílogo marcado por un orgásmico surrealismo que casi coquetea con lo circense. Por su parte, ‘I K’ouen (La Terre)’ enfatiza y capitaliza esa extravagancia imponente e inescrutable mientras retoma, de manera más muscular, la táctica de grooves imposibles que antes apreciamos en la primera sección. También hay un dinamismo coral dadaísta que ayuda mucho a realzar este espíritu de radical impredecibilidad. Para cuando llega el turno de la quinta sección, el ensamble adopta una ingeniería musical un poco más reconocible en base a la adopción de una disciplina jazzera tanto en el armazón rítmico como en las interacciones entre ambos teclados. Al comienzo, todo se siente fulguroso, y más adelante, las cosas se ponen un poco más solemnes hasta armar un crescendo durante sus instancias finales. La antepenúltima sección cumple con la misión de combinar el dinamismo incandescente de la tercera sección y la vibrantemente traviesa extroversión de la quinta, lo cual se traduce en un nuevo ejercicio de impactante jovialidad. Las dos últimas secciones son las dedicadas al Agua y a la Montaña, ocupando conjuntamente un espacio de más de 9 minutos. Aquélla se explaya en nuevo juego de azares calculados donde el contraste entre lo contenido y lo explosivo se enfoca con una nueva radicalidad; algunos de los momentos contenidos se sienten realmente cálidos, aunque nunca tardan en irrumpir otros pasajes más revoltosos que resultan idóneos para que el ensamble dé rienda suelta a su enclave dadaísta. Ésta se mueve mayormente en un terreno solemne y contemplativo, casi como dejando que la música refleje la mera manifestación de los enclaves terrenales que se alzan gigantescamente en el paisaje. Para el último minuto, el esquema instrumental se desata en una euforia electrizante que se sitúa entre lo tribal y lo aguerrido, ostentando un talante filudo. Así fue toda la suite, pero todavía queda un tema titulado ‘Choon Choon’. Durando poco más de 4 ½ minutos de duración, exhibe lo más celebratorio y extrovertido del álbum, algo que tiene sentido dada la incepción de aires latinos (al modo de un híbrido de chachachá y samba) con cariz cabaretero en los pasajes centrales del desarrollo temático. Algunos pasajes serenos entran a tallar para realzar el potencial cómico de esta grácil y simpática pieza de cierre; tiempo de carnaval trivial para despedir una jornada musical mayormente dedicada a apreciar el tumulto multicolor del cosmos. 

Todo esto fue “Furvent”, un disco mágico, delirante, arquitectónico y tenso que permite a LE GRAND SBAM afianzar su rol protagonista dentro de la vanguardia progresiva francesa, y, de paso, también dentro del contexto internacional del rock experimental y ecléctico. Este colectivo es simplemente genial y toda su obra, no solo este nuevo disco, genuinamente merece ser recomendada al 500% por su modo tan firme y vitalista de exhibir una efervescencia aventurera y un sólido arrojo en la consecución del concepto de osadía dentro del lenguaje del rock artístico. Este segundo momento de efervescencia musical de parte de LE GRAND SBAM es simplemente formidable.
 



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