Wednesday, April 04, 2018

La asociación de dos Goliats del rock progresivo que se llaman David: CROSS y JACKSON


HOLA, AMIGOS DE AUTOPOIETICAN, LES SALUDA CÉSAR INCA.

Hoy tenemos el muy enorme placer de presentar una obra rockera cuyo calibre musical que vale su peso en oro: se trata del disco del dúo de DAVID CROSS y DAVID JACKSON (sí, el mismo violinista-teclista de una de las alineaciones más legendarias de KING CRIMSON y el mismo vientista del cuarteto clásico de  VAN DER GRAAF GENERATOR) que se titula “Another Day”. El disco en cuestión fue publicado por el sello independiente que fundaron ambos Goliats bajo el no muy original nombre de Cross & Jackson Music a mediados de marzo y supone, de entrada, una de las más excelsas sorpresas gestadas por veteranos infinitamente consagrados por la tradición del rock progresivo. El disco también se difunde en redes internautas y también es el caso que el sello Cherry Red Records ayuda en su distribución. Este dúo de maestros recibió el apoyo adicional del bajista Mick Paul y del baterista Craig Blundell (integrantes recurrentes de la DAVID CROSS BAND) a lo largo del catálogo de 12 piezas que conforman “Another Day”. Esta camaradería musical de los dos Davides es el resultado natural del puñado de ocasiones en las que JACKSON tocó como invitado especial en conciertos de la DAVID CROSS BAND: simple y llanamente, tras bastidores, en los descansos durante los ensayos o en las tertulias que tienen lugar durante almuerzos y meriendas compartidos, tiene que surgir la idea de hacer música nueva juntos. Pues bueno, pasamos ahora a los detalles del respertorio de este disco en cuestión, el cual ocupa más de 56 minutos de duración. 



Abre el disco ‘Predator’, pieza que a través de su espacio de casi 5 minutos establece un magnífico desarrollo de motivos exóticos y exquisitamente extravagantes sobre un ceremonioso groove de inspiración oriental. Se nota un filo agresivo en varias intervenciones de los múltiples saxos y el violín eléctrico en lo que parece ser una combinación de diálogo y desafío, mas toda esta agresividad se utiliza no para que el nervio sónico presuma de su propia llama sino para dejar que la chispa musical ilumine los rincones más bravíos del ego. Un comienzo más que interesante. Luego sigue ‘Bushido’, un tema que no llega al minuto y medio de duración: su esquema de trabajo es de pura expresión libre compartido por la flauta y el violín, siendo así que cada nota que dibujan ambos instrumentos son como manchas sobrias cuyos colores aspiran tentativamente a dibujar un paisaje misterios en clave abstracta. Con la dupla de ‘Last Ride’ y ‘Going Nowhere’, el dúo se dispone a ampliar su paleta estilística con el punche e ingenio que los caracterizan como los consagrados veteranos que son. El primero de estos temas nos lleva por un ejercicio de sonoridades y ambientes prog-psicodélicos de inspiración meso-oriental: se nota que el saxo de Jackson asume un rol un poco más protagónico que su contertuliano de cuerdas. También hay espacio para algunas virguerías de la batería antes de llegar a la retoma  del motif central en la sección final. Por su parte, ‘Going Nowhere’ se instala sobre un swing más comedido para elaborar un viaje sinfónico donde ahora se abra un amplio campo a la ingeniería de un lirismo bien definido: la claridad melódica del motif central, cuya línea de trabajo repercute ahora mayormente en el violín, es manejada con impoluto nervio. ‘Trane To Kiev’ funciona como un relativo contraste ante lo inmediatamente precedente porque, a pesar de no ser una pieza realmente chocante ni tampoco caótica, impone una aura  de neurosis grisácea, eso sí, revestida con impecable elegancia otoñal. Los efluvios de los saxos y las firmes capas del violín se asocian en un dinamismo muscular que nunca abandona el régimen de la tersura.

Se termina la primera mitad del repertorio con ‘Millennium Toll’ y comienza la otra mitad con ‘Arrival’, dos piezas que ocupan conjuntamente un espacio de 13 minutos y medio y que pueden ser apreciadas y degustadas como dos exhibiciones mutuamente complementarias del espectro de posibilidades creativas que dirigen estos dos Goliats. ‘Millennium Toll’ se explaya cómodamente en un lirismo sereno y contemplativo, sacando apropiadamente el jugo a la bella base melódica que se creó para la ocasión. Mientras el saxo de Jackson opera como cómplice cercano del violín, la flauta funge de proveedor de contrapuntos frente al manto del violín durante el breve interludio etéreo; una vez terminado éste, la pieza se redondea con un fulgor majestuoso bajo la recuperación del diálogo entre violín y saxo, aunque esta vez se nota un mayor ímpetu expresivo en el primero. Por su parte, ‘Arrival’ se orienta más propiamente por los senderos de la fusión y el jazz contemporáneo a través de la creación de una ambientación etérea que se sitúa a medio camino entre lo inquietante y lo angelical. Durante su largo y sigiloso preludio, el nombre del juego es sutileza y los dos monarcas deciden emplear sus instrumentos respectivos no tanto para sustentar un diálogo como para lanzar evocaciones al orden del universo desde lo más íntimo de sus corazones. Una vez instalado un groove bien definido, el cual es agradablemente parsimonioso, puede tener lugar un adecuado diálogo nuevo entre el vuelo de los vientos y los retazos de las cuerdas. Bien podemos designar a estas dos piezas como momentos culminantes del disco pero es cierto que todavía quedan una cuantas más gozadas por disfrutar. ‘Come Again’ es básicamente un jam sobre un medio tempo que opera como cimiento para otro encuadre de intensos diálogos entre Cross y Jackson: un primo no muy lejano de ‘Predator’. Cuando llega el turno de ‘Breaking Bad’, las cosas se agilizan notoriamente sobre una base jazz-rockera que los actores de la dupla rítmica manejan y manipulan con genial y extravagante eficacia. La vitalidad reinante llega a niveles mayúsculos cuando Cross se deja llevar por su propia garra; se trata, sin duda, de lo más extrovertido del álbum. ‘Mr. Morose’ vira drásticamente hacia lo introvertido dentro de una atmósfera lánguida con claros ribetes evocativos: los dos jefes de este entramado sonoro vuelven a volcarse hacia la faceta más sutil de su compartida misión musical.



Con la emergencia de ‘Anthem For Another Day’ nos ponemos a disfrutar del momento más cálido del repertorio por vía de un lirismo grácilmente imponente. Aparte de la inserción de un breve interludio de claro tenor sinfónico bajo la guía de la flauta, el enfoque utilizado por el ensamble es el de dar vueltas al sencillo y cautivador motif central. El extenso clímax  conclusivo de la pieza sitúa la estrategia en el posicionamiento de Jackson para el realce de las bases armónicas y el de Cross para la expansión de un solo tan electrizante como sublime (alguna herencia de ‘Trane To Kiev’ se nota aquí, dicho sea de paso). Tan peculiarmente apropiado como sarcásticamente preciso es el título de la pieza destinada a cerrar el repertorio: ‘Time Gentlemen, Please’, un minúsculo ejercicio de experimentaciones aleatorias donde lo amorfo impone su lógica propulsora del caos controlado. Este ejercicio de tensiones concisas designado por un cartel humorístico resulta ser el cierre idóneo para un disco que vale el peso de cada una de sus notas en oro:  “Another Day” no es solo otro disco de rock progresivo entre otros, sino que es, ante todo, el manifiesto glorioso y gozoso de la comunión de las mentes gigantescas de DAVID CROSS y DAVID JACKSON. Ante el Goliat de la mediocridad sistemática del mainstream siempre viene bien que surja un David lleno de sueños artísticos para el rock que le haga frente: en este disco tenemos dos. 

4 comments:

Unknown said...

Muy interesante análisis tal cual nos tiene acostumbrados Cesar. Concuerdo que es un álbum magnífico.

César Inca Mendoza Loyola said...

Muchas gracias por el elogio implícito, amigo Mauricio; por el otro lado, sí, es un disco magnífico y se nota que hay diálogo y equilibrio auténticos en los lucimientos de ambos músicos a lo largo del repertorio.

jajani said...

Pude ver a ambos músicos en el 2010 en la progehibition de Roma acompañando a Le Orme y Osanna respectivamente. Quedó clari que todavía tenían mucho que decir. Me alegra de que lo hagan juntos.

César Inca Mendoza Loyola said...

Gracias por contarnos esta anécdota. Según parece, fuiste testigo de un reverdecimiento de dos veteranas luminarias del rock artístico.