HOLA, AMIGOS DE AUTOPOIETICAN, LES SALUDA CÉSAR INCA.
Hoy
nos complacemos enormemente en presentar al ambicioso ensamble avant-progresivo francés PINIOL y su disco “Bran Coucou”, el mismo que ha sido publicado en el día 27
del último mes de abril. Lo que opera en PINIOL es la asociación de dos bandas
experimentadas en esto de proponer formas ostentosamente asadas e intensas de
vanguardismo progresivo: POIL y NI. La alineación de esta fusión de bizarras
mentes colectivas queda así: Antoine Arnera [teclados y voz], Boris Cassone [bajo
y voz], Guilhem Meier [batería y voz], Anthony Béard [guitarra y voz], François
Mignot [guitarra y voz], Benoit Lecomte [bajo y voz] y Jean Joly [batería]... ¿Una banda de rock progresivo? ¡Más bien una orquesta eléctrica dedicada a cultivar una modalidad ecléctica de Zeuhl donde se abren campos diversos para recursos del math-rock, el avant-jazz, el rock-in-opposition de raíz francófona, la tortuosa ingeniería Crimsoniana y, como ingrediente extra, algunos elementos de psicodelia libre de inspiración ruidista!
Ocupando
los 14 primeros minutos del disco, ‘Pilon Bran Coucou’ establece desde el mismo
punto de partida las pautas de diversión dadaísta y vitalidad surrealista desde
las cuales el ensamble ha de encuadrar el vigor de sus ideas musicales y
performances. En su momento inicial, la cosa es paulatina: hay que esperar
hasta casi tocar la frontera de los 2 ¾ minutos para que el malabarísticamente
sostenido crescendo abra paso a la instauración del motif central, el cual se
centra en tensos juegos de síncopas y densas exhibiciones de neurótica
vivacidad. Se combinan los universos sonoros de KING CRIMSON, MAGMA y PRESENT
dentro de unos aires extrovertidos que nos remiten tanto al FRANK ZAPPA de los
80s (pensemos en ese jazz-prog tecnificado de “Jazz From Hell”) como a la nueva
escena Zeuhl (NEOM, SETNA, UNIT WAIL, GA’AN). Los encuadres respectivos entre
las dos baterías y las dos guitarras empujan, a su vez, el encuadre de la
instrumentación general en bloque. La sección final se reserva un momento de
crucial mordacidad cuando el esquema rítmico se intensifica hasta niveles
furiosos… y salen por fin al frente los dos bajos mientras el clímax
concluyente va rumbo a su poderoso cierre. ‘Pogne’, el segundo tema del disco,
dura casi la mitad que el primero mientras le da una nueva vuelta de tuerca a las
polivalentes tácticas sonoras dentro de su misión de crear neurosis festiva y
oscurantista. Eso sí, la niebla inherente a este oscurantismo adquiere ahora un
fragor más ligero por vía del proceso más mesurado de los aportes aguerridos de
las guitarras y el realce de los bajos y el teclado en algunos pasajes estratégicos.
Ahora se hermanan math-rock, Zeuhl y jazz-rock con un descaro apabullante y una
creatividad genialmente peculiar. En la ocasión del tercer tema del disco,
titulado ‘Mimolle’, el septeto opta por hacer una síntesis netamente instrumental
de la esencia musical del tema precedente pero con un poco más de punche y un
posicionamiento aún más destacado de los bajos ya las baterías dentro del
entramado general. Esta pieza bien puede definirse como un híbrido de DON
CABALLERO (discos segundo y tercero) y KING CRIMSON (81-84) bajo la guía compartida
de los PRESENT y los SONAR.
Durando
poco más de 14 ½ minutos, ‘Shô Shin’ se erige como la pieza más extensa del
álbum, siendo patentemente diseñada para plasmar un momentum dramático del repertorio. El preludio está marcado
por un juego de lúgubres síncopas y lóbregas pulsaciones hasta que la segunda
sección, donde ya interviene el canto, instaura una diligente ilación de
pasajes aguerridos y otros contenidos. Hay una sensación de indescifrable tragedia
en algunos de estos pasajes contenidos mientras que los más aguerridos
focalizan su ingeniería en seguir la pauta trazada anteriormente en el primer
tema del álbum. De hecho, las vibraciones trágicas son predominantes en buena
parte de los primeros tres quintos de la pieza, pero a poco de pasada la
frontera del octavo minuto y medio, el grupo se decide a gestar un interludio
de talante frontalmente bélico. Con puentes caídos y barcos quemados tras sus
espaldas, los músicos se enfrascan en la creación de un equivalente sonoro de
arquitectónicas metrallas musicales de lo que sería un cuadro cubista. Hace falta
extender los estertores de los últimos golpes para emular el eco de una explosión, el mismo
que abre las iniciales agitaciones de las cuerdas con las que comienza ‘François 1er’. Este tema #5 del
repertorio hace uso de este truco muy propio del estándar post-rockero solo como
ornamento, pues no tarda mucho en asentarse un cuerpo central definido por una
nerviosa y vitalista encrucijada de math-rock y jazzcore dentro de una amalgama
progresiva muy fiel al paradigma Crimsoniano (tanto de los 80s como de la etapa
94-03). Por ahora, ya no hay nada nuevo bajo el sol pero sí se nota una
refrescante aura de señorío revitalizante en el desarrollo temático compuesto
para esta ocasión. Cuando llega el turno de ‘Kerberos’, el grupo está más que
preparado para llevar esta línea de trabajo hacia niveles más explosivos de
incandescencia y tensión, coqueteando incluso con las vertientes vanguardistas
del prog-metal en ciertos pasajes donde los guitarreos edifican recursos
estilizados.
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