Hoy toca el turno de la banda francesa y su disco “Budo”, el cual fue publicado a inicios de setiembre del pasado año 2018 por vía del sello Soleil Zeuhl. La alineación de VAK se centra actualmente en el cuarteto de la cantante Aurélie Saintecroix, el teclista Alexandre Michaan, el guitarrista-bajista Joël Crouzet y el baterista Vladimir Mejstelman. Se trata del segundo trabajo de larga duración de este grupo cuyo álbum de debut, titulado “Aedividea” y publicado en el año 2015, tenía al grupo operando con el formato de sexteto. Ahora Crouzet amplía sus funciones añadiendo el rol de guitarrista al que ya tenía como bajista; además, renunciando al flautista permanente con el que el grupo contaba entonces, ahora el cuarteto nuclear se hace acompañar ocasionalmente por la flautista Nora Froger (para el tema #3) y el saxofonista Michaël Havard (en el tema #1). El último ítem del disco cuenta con la participación del guitarrista Hyder Aga. La concisión de la conformación actual de VAK hace que su sonido sea un poco menos lleno que el expuesto en sus grabaciones precedentes, pero también es un adecuado impulso para elaborar nuevos recursos de exuberancia sonora y atmósferas envolventes dentro de su particular manera de revitalizar la vía del Zeuhl. De hecho, se nota, en líneas generales, que el canto se resalta más dentro de los armazones melódicos diseñados para cada pieza, así como un renovado vigor en la labor de la dupla rítmica y una prestancia más acabada en la presencia de los teclados. La palabra que da título al álbum hace referencia al conocimiento técnico de las artes marciales japonesas contemporáneas, así como al conjunto de normas éticas para sus practicantes. Michaan se hizo cargo del diseño gráfico del disco mientras que el bien cotizado ingeniero de sonido Udi Koomran se hizo cargo de la masterización del nuevo material grabado. Bueno, veamos ahora los detalles del repertorio contenido en “Budo”, ¿vale?
‘Hquark’ también es un tema de largo aliento con sus 23 minutos y segundos de duración: también está explícitamente dividido en varias partes, esta vez, cuatro. La primera parte se revela como un embrollo tétrico donde la imponente atmósfera grisácea exhibe abiertamente sus aires de inquietud y zozobra. El carácter descoyuntado de las interacciones instrumentales refuerzan esta aura fantasmal. Ya para la segunda parte, el grupo cambia drásticamente de estrategia para ofrecer una serie de juegos estructurados con grooves jazz-progresivos diversos que se van sucediendo; así las cosas, ahora la terrorífico deja de ser objeto de contemplación para erigirse en impulso para una majestuosa celebración organizada por un aquelarre de visionarios del lado oscuro del Universo. Cuando el jolgorio siniestro se desmiembra, se prepara el arribo de la tercera y más breve parte de la pieza. Ésta se refugia durante la mayor parte de su desarrollo temático bajo un nimbo contemplativo pero en sus últimas instancias se impulsa hacia un crescendo que retoma los aires extrovertidos de la parte precedente, llevándolos finalmente a un clímax psicodélico arrollador. La cuarta y última parte regresa a la estrategia de iniciar las cosas con un tenor relajado y sobrio, siendo así que lo sombrío deja de ser terrorífico para tornarse sugerente. Aquí se da un nuevo momento para la elaboración de grooves y cadencias de inspiración jazzera (esto nos remite no solo a los primeros discos de ZAO sino también al primero de POTEMKINE), y eso significa que el grupo está dispuesto a gestar otro fabuloso crescendo. Los solos de sintetizador y de canto se acoplan al swing elaborado por la dupla rítmica mientras instauran sus propios recursos de intensidad expresiva.
Los últimos 8 minutos y pico del repertorio están ocupados por ‘Au Fond Des Creuses’ (IV: Mejstelman)’. Este tema recibe mucho de los momentos más joviales de las dos monumentales piezas precedentes en su propio espíritu particular, lo cual lo convierta en el ítem menos oscuro del disco. Los aportes de la flauta y el propio canto femenino realzan el talante predominantemente lírico que se emana desde los armazones de los teclados; lo más denso propiamente dicho está en manos de la dupla rítmica, tanto en lo referente al sonido distorsionado del bajo como a las variaciones de groove que desarrolla la batería. Para el último minuto, el etéreo dueto de piano eléctrico y voz nos obsequia un retrato sonoro de la melancolía. Bueno, esto es todo lo que nos ofrece en “Budo”, un disco que reafirma a VAK como una entidad importante para la preservación de las vertientes más vanguardistas del rock progresivo de hoy en día. Este grupo forma parte del destacamento de primera fila para la nueva generación del Zeuhl francés y este disco nos ha dejado con ganas de más: ojalá el grupo no tarde mucho en publicar sus próximas obras, mientras tanto, declaramos a “Budo” como una de las obras progresivas más notables que Europa dio al mundo en el pasado año 2018.
Muestra de “Budo”.-
Budo: https://vak-prog.bandcamp.com/track/budo
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