Saturday, March 14, 2020

De MIRROR a LETHE




HOLA, AMIGOS DE AUTOPOIETICAN, LES SALUDA CÉSAR INCA.

Hoy tenemos la ocasión de visitar una de las páginas más escondidas de la tradición progresiva neerlandesa de los 70s, una página escrita sucesivamente por los grupos MIRROR y LETHE, hermanados ambos por la coincidencia de 3/5 de su personal integrante así como por su tesón por creer en el sueño del rock artístico. MIRROR se formó en 1973 por iniciativa de cuatro amigos de secundaria a quienes se unió un vientista en el año siguiente, proponiéndose la misión de poner su grano de arena dentro del sueño del rock sinfónico. Para ser más específicos, la alineación de MIRROR consistía en Johan Saanen [bajo], Paula Mennen [órgano, piano, sintetizadores y canto], Kees Walravens [guitarras  eléctrica y acústica, y canto], Peter Fransen [batería y percusión] y Philip de Goey [oboe, saxofón y flauta]. La entrada del viantista resultó crucial para que el grupo aumentara su poder creativo así como su esquema sonoro. El disco “Daybreak”, el único que llegó a grabar este quinteto, salió al mercado a inicios del año 1976: de hecho, el disco fue grabado en el Stable Studio durante algunos días de la primera mitad de ese mismo año, contando con una producción independiente a cargo de los mismos integrantes del quinteto. 


La pieza homónima abre el disco con un colorido intenso y frontalmente llamativo que nos remite a los paradigmas del mejor YES de la fase pre-72 y, de rebote, a FLASH, además de algo de GREENSLADE y algunos ribetes inspirados en la banda compatriota FOCUS (época del tercer disco) que entran a tallar en ciertos momentos del desarrollo temático. Portando bastantes equivalencias con lo que LIFT estaba haciendo por su parte en los EE.UU., ‘Daybreak’ resulta una apertura fielmente indicativa de los enfoques centrales que el personal de MIRROR estaba dispuesto a aportar a la escena progresiva de su país. La pieza contiene una mayoría de pasajes extrovertidos elaborados con una dinámica sesudamente refinada, mas la sección final, que se regodea en su etérea luminosidad, exhibe unas vibraciones meditabundas muy bien logradas que se apoyan en la triangulación de capas de sintetizador, arreglo coral femenino y gráciles fraseos de guitarra. Será, a fin de cuentas, el tema más brillante de todo el álbum pero, en líneas generales, no es justo pasar por encima del repertorio restante, por lo que vamos ahora a ‘Goodbye’. A pesar de que su título alude al dulce dolor de la despedida, este segundo tema no es triste de por sí, sino un ejercicio de manejo de alternancia entre pasajes ágiles y otros marcados por una serena aureola de melancolía, principalmente bajo la guía dual de la guitarra y el oboe sobre el soporte de los sobrios colchones de teclado. Por el otro lado, las traviesas irrupciones de variantes extrovertidas ayudan a reforzar el colorido esencial del variado cuerpo compositivo. So todo comenzó con un ostentoso diálogo de batería y bajo, cerca del final habrá un solo de batería (al estilo de Andy McCulloch en sus días como miembro de GREENSLADE). Ambos temas, al durar poco menos de 10 ¼ minutos, tienen éxito a la hora de manifestar la prestancia fastuosa propia del rock sinfónico para una primera mitad de álbum que crea una grata impresión en el oyente empático. ‘Dear Boy’ es la pieza más convencional del disco: es una balada sinfónica que tiene algo del CURVED AIR post-Monkman así como cercanías claras con el estándar del EARTH & FIRE. Por fin podemos disfrutar del canto de Paula Mennen con letra, no solo arreglos corales.


Con sus 13 ¾ minutos de duración, ‘Edge Of Night’ (otra canción con letra) cierra el disco con una manifestación de la mayor fastuosidad de que es capaz el quinteto. Exhibiendo aires Floydianos a través de los filtros de unos ELOY o unos NOVALIS, combinados ellos con algunas estilizaciones Floydianas y otros recursos de candor melódico a lo EARTH & FIRE, este tema completa prestamente la ideología de sinfonismo elegante y evocativo que MIRROR se propuso como norte. De hecho, la fuerte presencia del oboe dentro de los extensos parajes instrumentales ayuda mucho a completar el aura de sutileza proyectada por las capas de teclados. Las emergencias barroquistas del intermedio, aunque breves, gestan un oportuno aumento del dinamismo melódico en curso. A poco de salir al mercado este disco, el grupo hizo varias mini-giras en el circuito nacional pero no pasó mucho tiempo hasta que se dieran las sucesivas partidas de Saanen y Mennen, principalmente por motivo de discusiones relativas al aspecto bursátil de la existencia del grupo. ¿Quiénes merecían ganar mayor porcentaje de las ganancias por los conciertos y ventas del disco? ¿Quiénes aportaron más composiciones? Preguntas así salían a flote una y otra vez hasta que todo implosionó en los últimos meses de 1976. Cuando “Daybreak” cumplía un aniversario de lanzado al mercado, ya no había grupo que lo celebrara con un concierto especial o una cena en un restaurante caro. Así las cosas, MIRROR era declarada como una entidad difunta pero no tardaron mucho Saanen, De Goey y Walravens para volver a unir fuerzas. De hecho, en el año 1978 asentaron la estrategia para formar un nuevo grupo, el mismo que se bautizó como LETHE. El nombre surge de la mitología griega: uno de los ríos del Hades cuyas aguas provocan el olvido en las mentes de quienes beben de ellas. En aquel entonces, entraron en escena dos músicos respectivamente llamados Thuur Feyen (haciéndose cargo del órgano, los pianos eléctrico y de cola, y los sintetizadores) y Hans Lambers (haciéndose cargo de la batería, el xilofón, el vibráfono, percusiones básicas y algo de sintetizador), quienes unieron fuerzas con los viejos amigos Philip De Goey [oboe, flauta, corno inglés y piano], Johan Saanen [bajo y guitarra clásica] y Kees Walravens [guitarras eléctrica y clásica]. Esta vez, el nuevo quinteto se planteó la misión de remodelar la visión musical sinfónica del colectivo con miras hacia un lirismo más expansivo, una energía más ecléctica y un talante más impresionista. No solo era la disolución de MIRROR lo que obligaba a rebautizar al nuevo lote de sueños progresivos de este emergente quinteto; también estaba el hecho de que el enfoque musical había cambiado de forma notable. El realce de los matices jazz-rokeros y la mayor presencia de elementos pastorales son las claves centrales de este renovador viraje estilístico.   


Si bien la gente de LETHE ya tenía más de media hora de material original para grabar un álbum al año de fundado el grupo, recién en el año 1981 pudo hacer realidad el sueño del disco lanzado al mercado, el cual se titula también “Lethe”. El sello menor que se encargó de la producción de este ítem fue M.M.P. Records. La pieza que da nombre al álbum inicia esta experiencia melómana con una elegancia sublime, una arquitectura pastoral que destila calidez por todos y cada uno de sus poros sónicos con ruidos de estanque en el fondo. Las bases de piano y las delicadas ilaciones melódicas del oboe dirigen el exquisito desarrollo temático, muy en línea con la faceta más serena del clásico de ANTHONY PHILLIPS “The Geese & The Ghost”. Todo es un espíritu de contemplativa sencillez bien asentada sobre las sobrias escalas de piano mientras el oboe refuerza el paisaje sonoro básico. Los tres siguientes temas del álbum tienen un esquema rítmico más sólido con presencia de batería, aunque la sección inicial de ‘Avebury Circle’ continúa por la vena contemplativamente pastoral de ‘Lethe’: en efecto, la dupla de piano y corno francés elabora un prólogo de casi 3 minutos de duración, hasta que irrumpe el cuerpo central, armado sobre una variedad de cadencias que alternan entre el jazz-fusión de ribetes funk (un poco como los escandinavos de ATLAS en sus momentos más extrovertidos) y el prog sinfónico al estilo de los CAMEL de los cuatro primeros álbumes. Esto permite al quinteto aventurarse a mostrar por primera vez su vena extrovertida, con lo cual crea nexos con sus compatriotas de FINCH (etapa del “Galleons Of Passion”). En algún momento irrumpe un hermoso solo de guitarra eléctrica que resulta demasiado breve, lastimosamente, pues la banda consideró que en algún momento debía centrarse el núcleo instrumental en un groove de batería y bajo antes de que entre en acción el ensamble completo otra vez. Bueno, de todas formas, ese solo de guitarra deja una marca importante en la ingeniería melódica de la pieza. Como sea, se trata de algo fabuloso que abre campo a que ‘Cold Fingers’ inicie la segunda mitad del repertorio perpetuando este sendero de elegante extroversión. De hecho, con este tema, el grupo entra un poco más de lleno al terreno grandilocuente de FOCUS, y también con algunas reminiscencias de los CAMEL pre-“The Snow Goose”, aunque sin renunciar del todo a algunos recursos de gracilidad semejantes a los que hallamos en algunos pasajes de la pieza anterior.


‘Le Tombeau II’, la última pieza del álbum, se encarga de cerrar el círculo abierto por ‘Avbury Circle’ retomando su espíritu general, estilizado y extrovertido de una forma cautivadora, estableciendo un particular realce del factor jazzero en algunos momentos, mientras que otros pasajes se explayan en una ceremoniosidad típicamente sinfónica. Se nota que el disco está diseñado para llegar a su cénit particular a través de los más de 19 minutos que ocupan conjuntamente sus dos últimas piezas. Posiblemente se trate de la mejor composición de todo el álbum, y un oportuno clímax conclusivo para la carrera musical que tramaron los mismos LETHE en relación con el camino iniciado durante los días de MIRROR. Al igual que pasó con MIRROR en su momento, el destino de LETHE era el de durar un poco tiempo más de la época en que se publicó su único álbum, aunque esta vez se trató de una disolución amistosa, sin mayores reproche mutuos, solo amables golpes en las espaldas de todos por la alegría de haber realizado una buena labor artística. Definitivamente, la época de LETHE es la más exquisita y mejor enfocada de la visión estética gestada por la asociación de los Sres. Saanen, De Goey y Walravens. Viendo esta historia en bloque, los dos grupos que hemos analizado hoy, a pesar de no pertenecer a la élite máxima de los colectivos significativos del sueño progresivo europeo de los años 70s, merecen dignamente la atención de cualquier coleccionista acucioso y meticuloso del rock artístico de los 70s, y en general, de cualquier época. Gracias a ellos por la música.


Muestras de MIRROR.-

Muestra de LETHE:


[Esta retrospectiva se basa en las siguientes reseñas originalmente publicadas en la página web la Caja De Música: https://www.dlsi.ua.es/~inesta/LCDM/Discos/mirror_daybreak.html +  https://www.dlsi.ua.es/~inesta/LCDM/Discos/lethe_lethe.html]

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