HOLA, AMIGOS DE AUTOPOIETICAN, LES SALUDA CÉSAR INCA.
Los primeros 5 ¾ minutos
del repertorio están ocupados por ‘Alhambra Knights’, una pieza que está plenamente encauzada por la combinación de exóticos arreglos sintetizados de cuerdas y ágiles ritmos programados de corte afro-arábigo. A partir de allí, las líneas melódicas del violín y el ocasional solo de guitarra española forjan el desarrollo temático con la suficiente dosis de matices aflamencados como para explotar cabalmente el inherente embrujo del mismo. Un inicio con mucho gancho en clave de sinfonismo con ciertos elementos que usualmente describimos como World Music. Luego sigue ‘Mother Earth’, que es el tema más extenso del repertorio con sus poco más de 7 ½ minutos de duración. Ceremoniosa en el núcleo mismo de su ingeniería sónica, esta pieza transita de una atmósfera serena y solitaria a otra más suntuosa donde parece que el propio WAY exorciza sus afinidades con los universos de CAMEL y PINK FLOYD. La claridad melódica es sólida y diáfana, y siendo así que porta un señorío envolvente, se destaca como un cénit decisivo del álbum. ‘Banquet
Of The Vanities’ ya apunta hacia un rock estilizado donde el punche de los riffs de guitarra se sienten tan relevantes como el esquema melódico diseñado para la ocasión. Con los ribetes híbridos entre lo romántico y lo folk-rokero en su armazón temático y el uso de un medio tiempo, el asunto suena bastante cercano al paradigma histórico de CURVED AIR, añadiéndose leves conexiones con el de JETHRO TULL. He aquí la cuota de musculatura para el repertorio. La dupla de ‘Café De Paris’ y ‘Colombian Gold’ sirve para que
se nos sigan revelando más facetas de la visión musical organizada para el disco. El primero de
estos temas mencionados regresa a una ceremoniosidad cercana a la que signó al tema #2, pero brota en él una gracilidad especial, más cálida, y con una bien articulada base jazzera sobre la que se asientan cómodamente los aires fusionescos en clave parisina. De este modo, entra a tallar una fastuosidad propia del lenguaje progresivo. En cuanto a ‘Colombian Gold’ (que se inspira en el cultivo y el tráfico de coca, no de oro), se trata de una exploración en alegres ritmos caribeños a través de la óptica del Latin-jazz con su apropiada cuota de estilización progresiva. Lo que suena aquí también podría haber caído bien en algún disco de JEAN-LUC PONTY de la segunda mitad de los 70, y por qué no, en el primer disco de DARRYL WAY’S WOLF. Hay un intermedio sereno de talante cinematográfico que añade un oportuno recurso de variedad al asunto.
‘Ocean Blues’ es una gentil exhibición de contemplativa serenidad que se deja llevar suavemente por la sobria belleza del desarrollo temático. Todo sonido parece flotar en el aire dentro de una atractiva congregación arquitectónica. Por su parte, ‘Choctaw Ridge’ despliega una genuina vitalidad que está debidamente controlada por el swing jazz-rockero utilizado para la ocasión. Al igual que con ‘Ocean Blues’, el armazón instrumental tiene una ingeniería centrada en dejar que el atractivo del enfoque melódico y sus arreglos se muestre por sí mismo; en el caso específico de ‘Choctaw Ridge’, esto significa que debe reinar la extroversión con variados niveles de soltura. La sección intrépida que engloba al excelente solo de violín es simplemente electrizante, portadora de una contagiosa jovialidad. Los aires de familia con PONTY vuelven a brotar. Cuando
llega el turno de la pieza titulada ‘Rio Grande’, WAY y sus compañeros de viaje vuelven a la senda de la claridad melódica con una bien perfilada fuerza evocadora impulsada por los arreglos sinfónicos. Hay una placidez reinante en el modo en que el esquema melódico se va instalando y reforzando mientras pasan los segundos. ‘Vegas’ se caracteriza por centrarse en aires celebratorios pletóricamente enfocados en esbozos del así denominado Latin jazz; las guitarras ocupan el rol protagónico dentro del desarrollo temático, pasando de la calidez de las acústicas al talante aristocrático de la eléctrica, y a veces, conjugando ambas dentro de su conmovedor encuadre melódico. Algunos resabios sombríos entran en juego durante algún pasaje intermedio a fin de reflejar el aspecto peligroso de la gran ciudad. ‘Fiesta Mexicana’ trabaja con la misma lógica de ‘Colombian Gold’: una excursión en el estereotipo de la alegría expresionista del variopinto folklore latinoamericano para darle algunas variantes progresivas a los esquemas melódicos creados para la ocasión. Todo comienza con unos aires de corrido donde se explota cabalmente el carácter evocador emanado de la asociación entre guitarra acústica y percusión, sirviendo ella de base para la instrumentación global. El interludio establece una estilizada muestra de ambientación densa que tiene algo de misterioso, un paraje muy atractivo que, tal vez, ameritaba un arreglo más expansivo. Con la retoma del motif inicial, el violín ingresa para realzarlo e impulsar su esplendor final.
‘Hungarian Rhapsody’ dura poco más de 7
minutos y está diseñada para instaurar un clímax expresivo definitivo para el álbum; de hecho, es la apoteosis prog-sinfónica que se enraíza dentro de la historia particular del propio WAY dentro de la eterna tradición del rock artístico británico. La primera sección es lenta y ceremoniosa, portadora de un embrujo arcano propio de la luz del lento amanecer en un lugar hasta hace poco cubierto de neblina. Poco a poco, se asienta un esquema rítmico bien enmarcado que ayuda a realzar la magia del centro melódico. La segunda sección es rápida, ostentando unas vibraciones celebratorias donde el fulgor del sol llena todos los espacios gestados desde el suntuoso entramado sonoro. El epílogo del
disco es ‘Across A River Wide (The Immigrant Song)’, un himno de esperanza y fuerza de voluntad para quienes se aventuran a cruzar el Mediterráneo para buscar un destino mejor en otras tierras. Se trata de una balada sencilla que retoma el esquema melódico de ‘Rio Grande’ para brindarle un refinado preciosismo evocador, el mismo que es realzado por el canto dual de WAY y su esposa Janet, autora de la letra: “Carry me across the water, to that far off shore. / Let me safely cross that border, free for ever more, free for ever more.” Todo esto fue lo que se nos dio con “Destinations 2”, un hermoso y versátil disco del maestro DARRYL WAY, un nuevo repaso ecléctico de diversas moradas terrenales que existen en nuestro planeta. Lamentamos haber conocido este disco con dos años y pico de demora, pero ahora que lo hemos hecho, lo recomendamos totalmente para cualquier buena fonoteca de música progresiva.
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