HOLA, AMIGOS DE AUTOPOIETICAN, LES SALUDA
CÉSAR INCA.
Siempre es motivo de celebración cuando
algo de los Dioses del Rock JETHRO TULL llega a nuestras manos, y en esta
ocasión se trata de “The Broadsword And The Beast – The 40th Anniversary
Monster Edition”, el cual fue publicado el primer día del mes de
setiembre del pasado año 2023 para celebrar el cuadragésimo aniversario de “The Broadsword And The
Beast”, decimocuarto álbum de estudio del grupo. Éste se publicó el 10 de abril
de 1982, así que este aniversario llegó con cierta demora, pero, bueno... es un
detalle sin demasiada importancia. Steven Wilson estuvo a cargo de la nueva mezcla y la remasterización. La edición vino en 5 CD y 2 DVD, así como en doble vinilo. Tras la gran aventura de “A” y su
consiguiente gira, el grupo se remodeló en 2/5: Ian
Anderson [voz, flautas, guitarra acústica, vocoder y sintetizador Fairlight CMI], Martin
Barre [guitarras eléctricas y acústica], Peter-John Vettese [piano,
sintetizadores, órgano portátil de fuelles y coros], David Pegg [bajos, mandolinas y coros] y Gerry Conway [batería
y percusión]. Anderson se siente cómodo manejando el entonces nuevo
sintetizador de largo alcance Fairlight CMI (artilugio que ya usaban TANGERINE DREAM, THE
ALAN PARSONS PROJECT, STEVIE WONDER, KLAUS SCHULZE, Geoff Downes en YES y ASIA,
KATE BUSH, y poco después, PETER GABRIEL en su cuarto álbum solista, Rick
Davies en el primer disco post-Hodgson de SUPERTRAMP, etc.), un instrumento
también importante en su primer disco propiamente solista “Walk Into Light” (1983).
Pegg, por su parte, refuerza su influencia individual dentro del esquema sonoro grupal continuando con el uso de la
mandolina además de su habitual bajo. La gente de JETHRO TULL se sintió motivada para seguir avanzando a paso fuerte por las primeras instancias de la nueva década de los 80 tras la energía provista por el teclista-violinista Eddie Jobson y el baterista-percusionista Mark Craney (el primer músico estadounidense que pasó por las filas de JT). Eso sí, la concreción del nuevo personal tuvo un proceso un poco lento, aunque el buen Ian tenía las ideas claras sobre el tipo de baterista que requería (uno menos sofisticado que Barlow o Craney) y el perfil que debía tener el nuevo teclista (un virtuoso con apertura a los nuevos sintetizadores de la época, justo como Jobson). Lo del baterista se resolvió primero y Anderson tenía en mente a un baterista con un enfoque frontal del ritmo, capaz de exhibir una agilidad directa. Conway había sido integrante de STEELEYE SPAN y la banda de CAT STEVENS y su primera reacción ante la oferta de integrarse en las filas de JT fue de sorpresa: ¿por qué un grupo pertrechado con una maquinaria musical le querría como baterista? Bueno, eso era lo que se quería y fue recibido con los brazos abiertos, especialmente por su viejo amigo Dave Pegg (Barrie Barlow también era un viejo amigo, pero en este tiempo ya estaba fuera de la banda desde hacía algunos años).
Lo del nuevo teclista fue un proceso más largo y complicado; de hecho, durante la primera fase de composición y ensayos para el nuevo disco, Ian se encargaba de los teclados, especialmente, el antes mencionado Fairlight, y una vez confrontado con el hecho de que su ex-colega John Evan estaba redirigiendo su vida hacia el negocio de los bienes inmuebles (sí, Ian tuvo una conversación caballerosa con él para mostrarle sus nuevos sintetizadores y plantearle regresar al grupo), hubo que esperar hasta fines del verano de 1981 para que Peter-John Vetesse entrara en escena con 26 años recién cumplidos. Natural de Brechin, Vetesse proviene de un hogar muy musical y él mismo ya tenía mucha experiencia en bandas locales de new wave y jazz-fusion. Al responder a un aviso en Melody Maker donde JETHRO TULL solicitaba un nuevo teclista, él tuvo su audición en la misma mansión campestre de Anderson al día siguiente de un concierto del grupo RAF al cual asistieron Ian, Dave y Martin. Algo gracioso es que a Ian le chocó ver a Peter-John como un tipo pequeño y con gafas, como “un Gerald Bostock con un sintetizador en mano” (llevó un sintetizador ARP y un piano eléctrico Fender Rhodes a la audición). Fue muy bien aceptado por el resto de la banda gracias a su sarcástico sentido del humor, lo cual le hizo muy activo en las bromas y diversiones que tenían lugar en medio de la disciplina musical. También aportó ideas compositivas adicionales. La doble incertidumbre de cómo completar la nueva alineación de la banda se solucionó así. En simultáneo, faltaba ver quién debía fungir como productor a la hora de concretar las ideas que Ian Anderson tenía, junto a las habituales labores de arreglos e ideas musicales adicionales de sus compañeros de trayectos, en un álbum concreto que reflejara al JETHRO TULL del momento real. La primera opción fue Bob Ezrin, recomendado por el mismo Roger Waters de PINK FLOYD, aunque según el propio Pegg, Ian tenía suficiente capacidad para ser él mismo el productor. La cosa es que la cosa no funcionó con Ezrin, de hecho, hubo pocas comunicaciones previas para siquiera lanzar ideas. Tampoco funcionó el asunto con Keith Olsen (FOREIGNER, FLEETWOOD MAC, GRATEFUL DEAD, PAT BENATAR), cuyo método de trabajo sí se hizo realidad, pero al consistir éste en buscar partes perfectas de varias tomas en vez de buscar tomas enteras; así, él se dedicaría a armar los rompecabezas a posteriori. Esta estrategia no caía bien a la gente de JT, mas cuando llegó Paul Samwell-Smith a hacerse cargo del asunto, el grupo hizo muy buenas migas con él muy raudamente. Primera y única vez que un álbum de JT era producido por alguien que no es Anderson ni alguien del management. Las grabaciones se repartieron entre Maison Rouge y Fulham, estando el buen Sam contento de trabajar junto a su amigo Robin Black, el principal ingeniero de sonido. Una vez completo el disco, el simple título inicial de “Beastie” se amplió al más largo “The Broadsword And The Beast”, pues ya había dentro de la banda gente que estaba a favor del título de una canción u otra... Y el hecho de que Anderson se refiera a este álbum con la palabra “Broadsword” en varias entrevistas a lo largo de los años es bastante significativo. Bueno, al igual que en ese clásico indiscutible que es “Aqualung” (1971), “The Broadsword And The Beast” tiene un lado titulado de un modo y otro de otro: Beastie y Broadsword, en este caso. Salió al mercado británico el 9 de abril y 10 días más tarde, al mercado estadounidense.
El lado A comienza con la canción ‘Beastie’, la que pone toda la energía en el asador una vez
pasadas las iniciales llamas etéreas trazadas por el sintetizador. Anderson no habla tanto de los demonios interiores sino de las fuerzas externas que, en cualquier momento, pueden activar en nosotros actitudes belicosas y confrontacionales. Un vigor narrativo que influye en el vigor de la música misma: la bestia está siempre en nuestro delante, capaz de provocarnos en nuestros momentos de flaqueza. Acto seguido emerge ‘Clasp’, una de las canciones más logradas del
repertorio con esa manera tan épica que tiene de expresar una muy pulida
cohabitación de hard rock melódico, folk y domesticados aditamentos tecno-pop en un espacio de
poco más de 4 ¼ minutos. La letra es tremendamente elocuente en lo que respecta
a la alienación mutua entre conciudadanos demasiado ocupados con sus avatares
cotidianos y que sólo se comunican con formalidades casi mecánicas: “In high-rise city canyons dwells the discontent of ages. / On
ring roads, nose to bumper crawl / Commuters in their cages. / Cryptic signals
flash across / From pilots in the fast lane. / Double-locked and belted in too
late to make the clasp.” – “Synthetic chiefs with frozen smiles holding
unsteady courses. / Grip the reins of history, high on their battle horses.”
Al final, resulta que los
únicos que exhiben gestos de amistad son los políticos, pero lo hacen para esconder hipócritamente sus segundas intenciones. La ingeniería progresiva de esta canción es tan efectiva que interrumpir la escucha (por un error de maniobra con el aparato musical, por un corte de luz, por un corte en
la transmisión radial, por lo que sea) es prácticamente un pecado. ‘Fallen On
Hard Times’ (canción cuyo antecedente primigenio fue delineado en otra gestada en los tiempos del “Heavy Horses”) opera con un bien delineado gancho melódico sobre un medio tiempo articulado
en torno al rock modernizado. Fue el single del álbum y logró un respetable puesto en la lista, posiblemente porque su letra refleja el desencanto de la juventud desempleada en el Thatcherismo. Una vez más, tenemos una letra muy precisa de parte
del buen Ian: “Looking for sunshine, oh, but it’s black and it’s cold, / Yet,
you say that milk and honey’s just round the bend. / Giving us a hard time, my
friends, / Handing us the same line again.” A Ian no le sienta del todo bien que la canción tenga un gancho tan evidente, pero le dio a la banda un éxito en el ranking de Billboard, donde llegó al puesto #20.
‘Flying Colours’ regresa de lleno a esa fastuosidad peculiar tan intrínsecamente Tulliana, un excelente ejercicio de vigor colorido donde los solos de guitarra y el ímpetu razonablemente sofisticado de la dupla rítmica tienen ocasiones para lucirse dentro de la ingeniería musical colectiva, estando ésta sostenida mayormente por el matrimonio de flauta y teclados. ‘Slow Marching Band’ cierra el lado A con
un talante lírico muy sólidamente compenetrado con la infaltable faceta
folk-rockera de los JT de ayer y de siempre. La letra ahonda en ese lado reflexivo que tan buenos réditos poéticos suele brindar al buen Anderson: “Could you get behind a slow marching band?
/ And join together in the passing / Of all we shared through yesterdays / In
sorrows neverlasting? / Take a hand and take a bow. / You played for me; that’s
all for now. / Oh, and never mind the words, just hum along and keep on going.” El reciente fallecimiento de su padre, quien ya padecía problemas de salud desde inicios de los 70, fue su principal fuente de inspiración para esta mirada introspectiva a la esencia efímera de la vida y el misterio esperanzador más allá de las puertas de la muerte. La letra muestra varias perspectivas: la del deudo, la de los amigos del deudo y la del propio muerto. Dicho sea de paso, es la canción favorita de Martin y Dave dentro de este álbum. El lado B se abre con ‘Broadsword’, magnífico canto al espíritu de fortaleza y dedicación de quienes
defienden su espacio y luchan continuamente por proveer a sus familias de lo
que necesitan y colaborar en las causas de la comunidad. “Bring
me my broadsword and clear understanding, / Bring me my cross of gold as a
talisman. / Bless with a hard heart those who surround me, / Bless the women
and children who firm our hands. / Put our backs to the north wind, hold fast
by the river, / Sweet memories to drive us on for the Motherland.” Esta idea de defensa combativa se conecta temáticamente con ‘Dun Ringill’ (que es del disco del 1979 “Stormwatch”) puesto que esa fortaleza servía, entre otras cosas, para mirar al horizonte y detectar la posible presencia de invasores. Musicalmente hablando, lo que suena en el esquema de esta canción es una cátedra de cómo sonar ceremoniosos y enérgicos a la vez, llevando las vibraciones célticas operativas en el motif central hacia una excelsa motivación prog-sinfónica. El solo de Barre que emerge en el
interludio instrumental más extenso añade una garra especial al asunto, pero
son las bases armónicas y orquestaciones de los sintetizadores quienes marcan
abundantemente la pauta melódica. Hasta ahora no nos decidimos por esta canción
o ‘Clasp’ como nuestra favorita del álbum.
Las cosas siguen en auge con el arribo de ‘Pussy Willow’, una canción que alterna secciones serenas y otras más movidas (en los estribillos, específicamente). El relato de sueños inalcanzables y esperanzas imaginarias a través de las rutinas laborales propias de la vida urbana se plasma en una letra que refuerza la espiritualidad melancólica de la canción a través de sus solventemente centrados momentos: “In her fairy-tale world, she’s a lost soul
singing / In a sad voice nobody hears. / She waits in her castle of
make-believe / For her white knight to appear.” Ojalá hubiese durado un poco más, tiene suficiente gancho para ello; una mención especial va para las evocadoras líneas de órgano portátil de fuelles que toca Vetesse. ‘Watching Me, Watching You’ es la canción más
ostensiblemente enfilada hacia la modernización tecno-pop que se avecinaba
en el horizonte próximo de JT. La compleja agilidad de su swing se enriquece
con secuencias armónicas sintetizadas que se sienten como una invasión de
estándares del ULTRAVOX más tecno (de por sí un grupo bastante ecléctico) dentro de un residuo de “A”. Lo que no se puede negar es que el
grupo evitó caer en el facilismo bailable a como diese lugar mientras
experimentaba con el pop dominante de ese primer tercio de los 80 en las
escenas británica y europea continental. Su letra es como un complemento a la
de ‘Clasp’: si en ésta se manifestaba una desazón por la carencia de
comunicación y calor humano en la ciudad. ‘Watching Me, Watching You’ retrata
la paranoia implícita en ese miedo a la interacción. Ian nos explica algo más a fondo al respecto. A fin de cuentas, esta canción es como la instalación del asta donde pronto ondeará la bandera del art-rock electrónico de “Under Wraps”, el siguiente álbum de JT y “Walk Into Light”, el primer solista de Anderson que le precedió. Curiosamente, el nuevo vecino Vetesse será una pieza crucial en ambos discos no solamente como músico, sino también como coautor, pero, en este caso particular, se trató de una labor de Anderson solamente. ‘Watching Me, Watching You’ es el resultado de una exploración en las técnicas de sampleo del Fairlight CMI: su propia batería doméstica Ludwig fue usada para el armado de la secuencia rítmica. Los añadidos posteriores se ajustaron a los ornamentos parametrados por Ian. Tal como dijimos más arriba, su apertura a la nueva tecnología de los teclados y los sintetizadores convivía en su mente artística junto al refinamiento propio de su formación en el jazz-fusion y la música clásica.*
‘Seal Driver’ vuelve de lleno a la sofisticación progresiva, incorporando elementos jazz-rockeros en varias partes del groove central y otros ornamentos procedentes del folk-rock; también cabe destacar el lucimiento de Barre en los que tal vez son sus solos más refulgentes dentro del disco, además de algunas hermosas líneas de bajo del siempre eficiente Pegg. En cuanto a su letra, ésta desarrolla una poética simultáneamente evocadora de lo náutico y lo erótico. El breve cántico ‘Cheerio’ (inicialmente concebido en los tiempos del “A”) es una gentil despedida al oyente con una actitud de franca bonhomía, ese contacto añorado en algunas canciones precedentes que se reserva para este último momento: “Along the coast road, by the headland, / The early lights of winter glow. / I’ll pour a cup to you, my darling, / And raise it up say «Cheerio».” Hay un buen ensamblaje entre las etéreas orquestaciones de sintetizador y las líneas de flauta, e incluso se siente cálido el suave canto de Ian a pesar de la interferencia cibernética del vocoder. Al igual que con varias reediciones precedentes de la trayectoria fonográfica de JETHRO TULL, nos topamos con una tremendamente abundante cantidad de bonus tracks, siendo así que los que datan de inicios de 1981 están grabados por el cuarteto sin Vetesse, pues él sólo entró al grupo (recordemos) en la segunda mitad de ese año. Hay que acotar que algunos de ellos ya nos eran familiares por recopilatorios diversos. Muy probablemente es la balada ‘Jack-A-Lynn’, compuesta en 1978, la pieza más popular dentro de esta serie de temas excedentes. Otra que también es popular dentro del colectivo de seguidores de JT es la traviesa canción navideña ‘Jack Frost And The Hooded Crow’. Ambas están centradas en el ideario folk-rockero tan propio de la leyenda viviente del grupo, siendo así que la primera es una canción de amor añorado donde Ian vierte su nostalgia cada vez que extraña la presencia de su esposa Jackeline Shona Learoyd. Sí, el título de la canción es un juego de palabras con su primer nombre de pila, el cual ella casi nunca usa. Comenzando con un aire similar al de esa balada emblemática de JT ‘Wond’ring Aloud’ (junto a un envolvente prólogo de teclado), en su tramo final se enfila hacia un boato prog-sinfónico con mesurada garra rockera. Todo aquel que conoce esta canción sabe de qué va la letra, es una carta de amor de Ian a su esposa sobre cuánto la extraña cuando sale de gira (“Funny how long nights allow thoughts of
Jack-A-Lynn, / When phantoms tread around my bed / To offer restless dreams
they bring. / And it’s just the time and place to find a sad song to play for
Jack-A-Lynn.”), pero él se rehúsa a admitirlo públicamente en el libro. Parece que se siente intimidado por esa agitación espiritual tan personal que, a fin de cuentas, él se esforzó por convertir en canción. ¿Pudor a la antigua de parte de este bardo iconoclasta? Que así sea, pero él no tuvo tantas reservas a la hora de hablar de otras baladas como ‘Fires At Midnight’ o ‘Home’: cosas del buen Ian.
Sin embargo, habla más largo y tendido sobre ‘Jack Frost And The Hooded Crow’, una fábula bonachona que versa sobre el buen rato navideño que comparten un personaje gentil y otro traviesamente malévolo. El abordaje inclusivo de la letra habla muy claro sobre cómo había internalizado Anderson el poder del significado social de los símbolos y festividades religiosas. Muchos años más tarde, una nueva versión de esta canción habrá de emerger en “The Jethro Tull Christmas Album”, del año 2003. En el volumen 2 nos topamos con ‘Calafel’, un cautivador instrumental compuesto por Barre que muy bien encaja dentro del patrón del rock progresivo con matices blueseros. Su mesurada agilidad permite que el esquema melódico se ornamente solventemente; ayudan bastante las sofisticadas líneas de bajo. Hay una breve extensión acústica con guitarra clásica titulada ‘Return To Calafel’. Otra reliquia, esta vez compuesta por Pegg, es el instrumental ‘The Swirling Pit’, de tenor folk-rockero. Comenzando en clave de blues cadencioso y satírico, pronto se enfila por una secuencia de dos jigas sucesivas que instauran un vitalismo frenético. Pegg no recordaba que el grupo la hubiese registrado en estudio, aunque sí recordaba que se tocó durante la gira de 1982. ‘Mayhem, Maybe’ es otro pequeño espacio saltarín de colores folk-rockeros: habiendo nacido como instrumental en 1981, el canto de Anderson fue añadido para la posteridad 7 años después con una letra sobre duendas y hadas traviesas. ‘Me, Dinosaur’ se destaca por su ceremoniosidad rockera marcada por adecuadas dosis de suntuosidad sobre un medio tiempo; además, tiene una letra reivindicadora de las estrellas de rock de más de 30 años que aún sienten que tienen algo que aportar al negocio musical y algo que decir al público. “You hear me coming as those footsteps
rumble loud. / Grotesque, ungodly, I stand out high above the crowd. / Oh, I wear
my armour like a uniform. / Won’t step aside, I won’t give up my crown. / Me, dinosaur,
and I won’t lie down.” Una declaración autobiográfica de Anderson apoyada por grandes solos de guitarra a cargo de Barre y vibraciones marchosas de parte de la dupla rítmica. .
‘Down At The End Of Your Road’ es una muy peculiar canción sobre un invasor que gusta de fastidiar a sus vecinos mientras se oculta bajo la fachada de hombre de familia honesto y trabajador. ‘Lights Out’ y ‘The Curse’ (este último aparece en dos versiones) son piezas ágiles que acusan la influencia de la new wave hasta cierto punto, pero con una acentuación rockera que se nota tanto en los guitarreos como en las marchosas vibraciones de la batería. ‘Too Many Too’ sí se mete de lleno en esos aires nuevos del pop-rock de inicios de los 80. Por su parte, el instrumental ‘Roland’s Entry’ se explaya en una fastuosidad cinematográfica con una primera sección de gruesas capas de sintetizador y otra marcada por arpegios secuenciados en lo que casi es un parentesco con el paradigma de TANGERINE DREAM (vea usted por dónde). ‘Honest Girl’ es una épica balada progresiva de casi 6 ¼ minutos de duración que realmente merecía un lugar oficial en algún disco continuador de “The Broadsword And The Beast”: su meticulosa musicalidad y la fineza de su entramado sonoro le dan méritos suficientes, especialmente por las orquestaciones de teclado y la actitud de la batería. Por su parte, ‘Crew Nights’ es una excelente canción hermana de ‘Beastie’ y ‘Flying Colours’ que también debió ser parte de alguna presencia oficial en el canon de JT: el interludio en 7/8 es realmente brillante. Valoremos todos estos bonus tracks como muestras del sempiterno oficio creativo de una banda que miraba con optimismo a los nuebvos horizontes de ese tiempo del rock. Los volúmenes 4 y 5 están ocupados por una selección de piezas tocadas en cuatro eventos en vivo en Alemania: Frankfurt Festhalle (26/4/82), Ravensburg
Oberschwabenhalle (28/4/82), Böblingen Sporthalle (29/4/24) y Freiburg
Stadthalle (30/4/24). El aliciente de fastuosidad rockera está garantizado desde el inicio con ‘Clasp’, cuya llamativa magnificencia halla el debido eco instantáneo con ‘Hunting Girl’, un emblema del estándar de rimbombancia polícroma de JT. Con la subsiguiente tríada de ‘Fallen On Hard Times’, ‘Pussy Willow’ y ‘Broadsword’, el grupo se asegura simultáneamente de preservar el calor rockero y presentar fehacientemente sus nuevas aventuras musicales del momento; en particular, ‘Broadsword’ hace lucir su ceremoniosa grandilocuencia en base a sus vibraciones célticas filtradas a través de un esquema sonoro moderno. Ya en este momento, es imposible negar que el grupo sabe funcionar con compacta musculatura, además de que todavía tiene una garra genuina a pesar de la veteranía cronológica de la mayoría de sus integrantes. También es innegable que Vetesse es muy eficiente a la hora de recabar y perpetuar el legado de virtuosismo técnico de su antecesor Jobson en el contexto inmediato de un concierto en público. Inolvidable la imagen de Ian portando un enorme sable dorado de diseño medieval.
La dupla de ‘Jack-In-The-Green’ y ‘One Brown Mouse’, por supuesto, permite al repertorio calmar un poco las cosas a fin de dar rienda suelta a la gracilidad campechana que es tan propia de la idiosincrasia grupal. La faceta grandilocuente del grupo regresa con la elegancia de ‘Seal Driver’ y se acentúa con el empuje polícromo de ‘Heavy Horses’, siendo así que esta última canción es cantada casi entera (sólo omitiendo la sección intermedia entre la jiga y la tercera mudanza). Es aquí que atestiguamos desde la primera fila el aspecto frontal de Conway como encargado de la batería: sus redobles y el desarrollo de sus grooves tienen un carácter más mecánico, por así decirlo, a la hora de manejar los cambios de ritmo y ambiente. Tras el explosivo final de la canción homónima de ese álbum del 1978, es hora de volver a lo folklórico y qué mejor que un popurrí de las dos bellas canciones que cierran esos álbumes de 1977 y 1978: ‘Weathercock’ y ‘Fire At Midnight’. Tras este momento tan entrañable por partida doble, el buen Peter-John se luce en sendos solos de piano y sintetizador: con el apoyo rítmico de Conway, Vetesse da rienda suelta a sus conocimientos de música académica y jazz-rock. Con la irrupción de ‘Sweet Dream’, una canción aristocráticamente aguerrida, esta explosión de agitaciones extrovertidas se cierra a lo grande. El volumen 5 se inicia con ‘Flying Colours’, impulsando en la banda un nuevo ímpetu de grandilocuencia rockera. La histórica ‘Songs From The Wood’ proyecta una imponente aura jubilosa, como siempre, para eso fue compuesta: el quinteto la toca entera, otro momento clave para advertir lo bien que Vetesse ha acoplado su pericia como músico al esquema musical histórico de JT. ‘Watching You, Watching Me’ entra a tallar como el punto de contraste modernista para la canción que se tocó inmediatamente antes; para los shows, la canción se mostraba en playback con un juego de incesantes luces parpadeantes, una experiencia visual enrarecidamente neurótica con un trasfondo paranoico. Un nuevo regreso a lo pastoral se da cuando el grupo ejecuta la vivaz ‘The Swirling Pit’, una vez hechas las presentaciones de los integrantes de la banda. Se da el momento de otro popurrí, esta vez con el propósito de brindar un espacio de lucimiento especial para la guitarra eléctrica de Barre: nos referimos al híbrido ‘Pibroch / Black Satin Dancer’, el cual está diseñado como un elegante ejercicio de musculatura rockera que se reviste de sensibilidad melódica.
‘Beastie’ exhibe su ínsita agilidad mientras el buen Ian lleva una bestiecilla sobre sus hombros al moverse a lo largo y ancho del escenario. ‘Too Old To Rock’n’Roll: Too Young To Die!’ es un motivo para celebrar la dimensión más llevadera del ideario tradicional de JT antes de que aquel viejo himno del 1971 llamado ‘Aqualung’ mueva a las masas con una sensación de irrompible complicidad. El uso de capas cósmicas de sintetizador en la nota final imprime una frescura nueva a una canción que no pierde su esencia intemporal La exaltación del momento se perpetúa sólidamente con la ejecución de la sección rockera de ‘Minstrel In The Gallery’, la cual es seguida por otra infaltable de inicios de los 70, ‘Locomotive Breath’. El final se engarza con el centro temático instrumental de la gloriosa ‘Black Sunday’, generándose una robusta excursión rockera que se ubica en el núcleo del epílogo del concierto. Vetesse se mantiene razonablemente fiel a la vitalidad originaria de Jobson mientras que Conway trabaja con una relativa simplificación del tempo apostando por un 2/2 en sus golpes y redobles. Tras la última nota y unos segundos de silencio, llega la hora de despedirse: la minúscula ‘Cheerio’ resuena como un mensaje de agradecimiento al público. En cuanto al aspecto visual de la gira de “The Broadsword And The Beast”, ésta fue la última en la que se empleó amplios recursos de teatralidad: un escenario que emulaba un barco pirata (algo ligeramente emparentado con la gira de “Stormwatch”) y unos músicos ataviados como piratas glamorosos y marinos extraídos del universo de Peter Pan. Hay una anécdota muy particular que nos cuenta Peter-John Vetesse, de hecho, una anécdota con tres momentos. El
primero tiene que ver con un ensayo previo a uno de los conciertos en Alemania
cuando Peter-John cuestionó el arreglo histórico de ‘God Rest Yes Merry, Gentlemen’
que Ian incorporaba a su solo de flauta. El nuevo integrante amenazó con tocar
cualquier nota que se le antojara en ‘Aqualung’ si es que su jefe no aceptaba que no se podía
malograr la esencia de ese villancico tradicional. Esta osadía llevó a una agria discusión y ésta llevó a Peter-John a arrojar su teclado de plástico al suelo para partirse en dos. Un
par de horas más tarde, retó a una pelea (casi suicida) a un robusto técnico de
batería que le había murmurado una palabra derogatoria, teniendo que ser ambos
separados por el coordinador del escenario Kenny Wylie. Con todo esto, a la
hora del concierto, cuando era el turno de la tercera o cuarta canción de la
noche, un confundido Peter-John inició otra canción del repertorio, enfadando nuevamente a
Ian. Palabras de Vetesse: “¡El debió haberme despedido! Primero,
insubordinación, y después, ineptitud. Ian fue muy generoso, así como también
lo fueron Martin, Dave y Gerry.”
Otra anécdota mucho más relevante es que
Conway no fue el baterista con el que se terminó la gira de “The Broadsword And
The Beast”. Ésta tuvo un tramo europeo y británico que duró entre el 1 de abril
(en Drammen, Noruega) y el 28 de mayo (en Dortmund, Alemania). Era claro que lo
que funcionó en los nuevos temas de estudio no funcionaba siempre en los conciertos,
particularmente, en lo relativo a los complejos tempos y grooves de las viejas
canciones de la banda (de 1978 hacia atrás). Paul Burgess, curtido músico de
sesión que tocó en 10CC y MAGNA CARTA, reemplazó a Conway en el resto de la
gira, mostrando suficiente versatilidad técnica como para acomodarse a los
nuevos recursos de vigor rockero de JT y para compenetrarse con su material más
sofisticado de años atrás. Por eso, él se encargó del nuevo trayecto europeo y
el tramo estadounidense (en total, entre el 28 de agosto y el 24 de octubre). En
el ínterin, la banda tuvo dos inauditos “reemplazantes” de Conway. El 21 de
julio tuvo lugar la Prince’s Trust Rock Gala y Phil Collins, coorganizador del
evento, se hizo cargo de la batería para las 3 canciones que ejecutó JT en el
susodicho evento. Más pintoresca es la situación en que Bruce Rowland (de
FAIRPORT CONVENTION) tocó en el playback promocional de la canción ‘Broadsword’
para un programa televisivo musical alemán a fines de junio. Pero nada de esto
fue, a fin de cuentas, una mancha de infamia para la trayectoria musical del
buen Gerald Conway: de hecho, él fue convocado por Ian para que tocara en unos cuantos temas de “Crest
Of A Knave” (siendo uno de ellos el épico ‘Budapest’), además del álbum solista de
Anderson “The Secret Language Of Birds”. Con el paso de algunos años, Conway volvió a ser colega de
Pegg cuando ambos integraron FAIRPORT CONVENTION. Él descansa en paz desde
fines de marzo de este año 2024. Volviendo a ese último concierto de JT con Conway a la batería, se trató una edición del Rockpop Festival donde también aparecieron STATUS QUO, ZZ TOP, SAXON, etc. De hecho, los cinco primeros conciertos en los que tocó su sucesor Burgess eran Festivales de Verano en varios sitios de Gran Bretaña, España y Alemania: los carteles eran compartidos con KING CRIMSON, LINDISFARNE, CAMEL, MARILLION, NEIL YOUNG y otros. En cuanto a la gira estadounidense, en casi todos los conciertos, la banda telonera fue el quinteto canadiense SAGA. Ese periplo incluyó una participación de los propios JT teloneando a THE WHO en la localidad de Boulder, Connecticut, el 17 de octubre.
El libro contiene una reveladora semblanza biográfica de Iain McCaig, escritor, cineasta y diseñador gráfico estadounidense de padres canadienses que tenía una gran experiencia en Hollywood (ampliada más tarde trabajando con Cameron, Coppola, algunas películas de la saga de Harry Potter y otras animadas de Disney) antes de mudarse a Escocia y conocer a la gente de JT, que le encargó la portada del nuevo disco. Su imaginario es bastante afín a la fantasía de inspiración arcana, algo que se plasmó muy bien en el arte gráfica del disco. También hay una muy detallada entrevista a Leigh Mantle, el asistente del ingeniero de sonido Robin Black. ¿Y cómo fue la recepción de “The Broadsword And The Beast”? Tuvo un gran éxito de ventas en Alemania y Noruega, principalmente, mientras que las notas de prensa eran diversas; eso sí, éstas tuvieron un porcentaje favorable más grande que su ilustre antecesor “A”. Bueno, todo esto fue lo que se nos brindó en esta copiosa reedición de “The Broadsword And The Beast”, el disco con el que la gente de JETHRO TULL encaró la misión de enarbolar el sable de la década de los 80 para reactivar y enriquecer el significado y la intencionalidad de su línea de trabajo. No son pocos los fans y conocedores que reivindican a “The Broadsword And The Beast” como el disco que tendió puentes entre la línea folk-rockera de fines de los 70 y los avatares modernos de “A”, pero a nosotros nos parece que, en realidad, “The Broadsword And The Beast” no está muy lejano de su álbum antecesor de 1980, así como éste no implicó una total ruptura con la esencia histórica de JETHRO TULL. En cuanto a los veredictos de los integrantes de la banda, Dave es el más elogioso, diciendo que le encanta el disco como un todo y que fue divertido hacerlo a despecho de las dificultades iniciales. Martin es más reservado, aseverando que tiene muchos grandes momentos, aunque no resulta un todo cohesivo, por lo que lo coloca en el punto medio de su ranking personal de álbumes Tullianos. El entonces nuevo chico del barrio Peter-John hace notar que, a diferencia del disco inmediatamente posterior “Under Wraps”, hay en “The Broadsword And The Beast” una persistencia de la identidad histórica del grupo. Ian destaca la fortaleza del sonido grupal gracias a los aportes de cada uno de los integrantes, resaltando especialmente las nuevas ideas que trajo Peter-John y el rol cada vez más fuerte de Martin como guitarrista, dando como resultado que algunas de las canciones de este disco son parte de lo mejor que han hecho en toda su trayectoria.
Como sea, desde nuestro balance final, nos parece muy positivo que esta investigación melómana en los preámbulos, los contenidos y el entorno creativo de “The Broadsword And The Beast” pueda servir como un punto de referencia para una valoración más completa de lo que la banda era en los tiempos de convivencia de los Sres. Anderson, Barre, Pegg, Vetesse y Conway. JETHRO TULL no era una simple banda veterana en el inicio de algún ocaso; era, ante todo, un colectivo que enarbolaba con valentía y convicción el sable de los 80 para enrumbarse por nuevos horizontes del folk-prog. “Let me take you in hand and bring you alive; going to make you my seal driver”.
* Escondida en el DVD 2 hay una versión instrumental primeriza de ‘End Game’, canción que poco después será parte del primer álbum solista de Ian Anderson “Walk Into Light”, donde Vetesse tuvo mucha participación.