HOLA AMIGOS DE AUTOPOIETICAN, LES SALUDA CÉSAR INCA.
En esta ocasión volcamos nuestra atención en un ensamble estadounidense originario de Brooklyn – ZS. Este grupo encarna una de las fuerzas musicales más contundentes e impenetrables que han entrado en acción en la vanguardia contemporánea desde el inicio del nuevo milenio. Desde lo ofrecido en su homónimo disco debut de 2003 hasta la fecha, pasando por varias alteraciones en su formación, la música de ZS se ha caracterizado infaltablemente como una incendiaria combinación de free-jazz, jazz contemporáneo industrial, vanguardia académica, psicodelia de altas ambiciones ruidosas y math-rock. La oferta fonográfica de ZS para el presente año 2011 es “New Slaves II: Essence Implosion!”, que es en realidad una edición de versiones remezcladas de las piezas que ocuparon “New Slaves” el año pasado. En este artículo reseñaremos precisamente el disco original, el cual es justo y adecuado señalar como el manifiesto combativo de un posicionamiento estético en el cual los músicos de ZS se plantean nuevo desafíos dentro de una espiral de destrucción de todo aquello que “apeste” a norma y canon: o dicho con otras palabras, una osada reconsideración de lo que significa vanguardia. Hasta poco antes de la concepción de “New Slaves”, ZS operaba como un trío de Ben Greenberg (guitarra, sintetizador y efectos electrónicos), Ian Antonio (batería, percusión y efectos electrónicos) y Sam Hillmer (saxofón tenor y pedales), pero pronto se les unió Amnon Freidlin (también a la guitarra).
El tema de apertura ‘Concert Black’ se basa en una articulación de dos polos centrados en sonoridades etéreas: uno armado por loops sintetizados que van fluyendo cuales amables nubes espectrales en un cielo casi completamente silencioso, otro armado por delicados acordes de guitarra que se sumergen en su propia introspección, ambos polos unidos en un esquema sónico que nos puede recordar fácilmente al KRAFTWERK de “Ralph & Florian” o los pasajes más sutiles de la dupla FRIPP & ENO. Mientras los últimos efluvios de ‘Concert Black’ se van desvaneciendo en su perpetua calidez cósmica, la armazón rítmica de ‘Acres Of Skin’ hace su ingreso para establecer una pauta distinta, motivar una reacción nueva en el oyente, una reacción donde su mente se sienta impulsada a saltar hacia abismos de abstracción tribal y nieblas de inapelable inquietud pulsátil. En tal sentido, es de valorar el modo en que la guitarra elabora ingeniosos matices percusivos en perfecta consonancia con las consistentemente precisas cadencias que se alzan como la voz líder de la pieza, mientras que el saxo espera sus momentos para resaltarse en medio de la tensión mecánica en curso. El abrupto final de esta pieza es el anuncio para que ‘Gentleman Amateur’ emerja y desarrolle una apabullante muestra de delirio híper-industrial: esta pieza es toda una hipérbole del estándar del noise-rock, modificada y reformulada a través de un reciclamiento cibernético que suena tan surrealista como futurista, insoportable y magnético a la vez, uno de los desafíos más radicales a cualesquiera conceptos de belleza que nos salgan al frente. Si ‘Gentleman Amateur’ era una hiperbólica celebración del ruido instrumental organizada bajo conceptos estrictamente abstractos sobre el rol mecanicista del sonido en el arte, ‘Don’t Touch Me’ se libera de dicho mecanicismo y lo convierte en una anarquía que parece emular el descalabro de los motores del intelecto y el resquebrajamiento de las paredes de la conciencia; a continuación se engarza ‘Masonry’, estableciendo algo muy diferente, una calma ensoñación que no se pone realmente a la lógica modernista de las piezas anteriores, pero sí le da una nueva perspectiva sobre la base de una situación contemplativa, serena, no tan preocupada respecto al entorno inherentemente violento y parametrado del mundo contemporáneo.
El tema homónimo ocupa poco menos de 21 minutos de espacio, un espacio bastante expansivo para que el grupo siga explorando con su peculiar sentido vanguardista los más oscuros rincones de la demencia abstracta, y de paso, crear nuevas áreas de este territorio. La cacofónica pulsación persistente en 3/4 con que se inicia la pieza nos remite a una explosiva mezcla de furia extrovertida y neurosis radical atravesada por una insistente vibración mecánica: ésta será la tónica general de la pieza a través de las variantes de compás y motivo que se van desarrollando a lo largo del camino, la sensación de que una máquina cobra vida para tratar inútilmente de gritar su desencanto ante el destino de formar parte del inmenso metal sin alma con el que nuestra realidad contemporánea redefine el mundo. Varios adornos tímbricos y rítmicos en clave de free-jazz entran a tallar para aportar interesantes variantes a la lunática dinámica general. Poco antes de la barrera del 13er minuto irrumpe un solo de saxo que es la misma encarnación de las peores psicosis conocidas por la ciencia. A continuación sigue una tropelía de incesantes descargas de potencia sónica que se proyectan hacia una inmensa hoguera cuyas llamas están hechas del material de nuestra más desolada desesperación. Los últimos 23 minutos y pico del disco están ocupados por la secuencia de dos secciones del concepto ‘Black Crown Ceremony’: la sección titulada ‘Diamond Terrifier’ está dominada por líneas y fraseos de saxo convenientemente filtrados a través de efectos de pedales y consola, algo así como un ejercicio de free-jazz articulado bajo la lógica del krautrock en su frontera más cercana con la musique concrete; la siguiente sección, titulada ‘Six Realms’, perpetúa esta aura abstracta “engañosamente calma” para explayarse en ornamentos y mutaciones electrónicas varias de neta inspiración minimalista, aumentadas con ruidos de ambientes urbanos y conversaciones. Si el desasosegado delirium tremens de ‘New Slaves’ reflejaba el furioso pavor de quien se siente irremediablemente atrapado, el concepto de ‘Black Crown Ceremony’ parece retratar la vacua liberación de un Bartleby enajenado que no reconoce en sí una voluntad vinculante con su entorno. Un poco pesimistas y desencantadas estas ideas que se ofrecen en las últimas líneas, pero sin duda que el arte de ZS no invita ni al desencanto ni a la dejadez, sino a redefinir con valentía y osadía las reglas habituales del disfrute estético: el repertorio de “New Slaves” se revela como vehículo y motivación para ello.
Muestra de “New Slaves”.-
Acres of Skin: http://www.myspace.com/zstheband#!/zstheband/music/songs/acres-of-skin-68230105
En esta ocasión volcamos nuestra atención en un ensamble estadounidense originario de Brooklyn – ZS. Este grupo encarna una de las fuerzas musicales más contundentes e impenetrables que han entrado en acción en la vanguardia contemporánea desde el inicio del nuevo milenio. Desde lo ofrecido en su homónimo disco debut de 2003 hasta la fecha, pasando por varias alteraciones en su formación, la música de ZS se ha caracterizado infaltablemente como una incendiaria combinación de free-jazz, jazz contemporáneo industrial, vanguardia académica, psicodelia de altas ambiciones ruidosas y math-rock. La oferta fonográfica de ZS para el presente año 2011 es “New Slaves II: Essence Implosion!”, que es en realidad una edición de versiones remezcladas de las piezas que ocuparon “New Slaves” el año pasado. En este artículo reseñaremos precisamente el disco original, el cual es justo y adecuado señalar como el manifiesto combativo de un posicionamiento estético en el cual los músicos de ZS se plantean nuevo desafíos dentro de una espiral de destrucción de todo aquello que “apeste” a norma y canon: o dicho con otras palabras, una osada reconsideración de lo que significa vanguardia. Hasta poco antes de la concepción de “New Slaves”, ZS operaba como un trío de Ben Greenberg (guitarra, sintetizador y efectos electrónicos), Ian Antonio (batería, percusión y efectos electrónicos) y Sam Hillmer (saxofón tenor y pedales), pero pronto se les unió Amnon Freidlin (también a la guitarra).
El tema de apertura ‘Concert Black’ se basa en una articulación de dos polos centrados en sonoridades etéreas: uno armado por loops sintetizados que van fluyendo cuales amables nubes espectrales en un cielo casi completamente silencioso, otro armado por delicados acordes de guitarra que se sumergen en su propia introspección, ambos polos unidos en un esquema sónico que nos puede recordar fácilmente al KRAFTWERK de “Ralph & Florian” o los pasajes más sutiles de la dupla FRIPP & ENO. Mientras los últimos efluvios de ‘Concert Black’ se van desvaneciendo en su perpetua calidez cósmica, la armazón rítmica de ‘Acres Of Skin’ hace su ingreso para establecer una pauta distinta, motivar una reacción nueva en el oyente, una reacción donde su mente se sienta impulsada a saltar hacia abismos de abstracción tribal y nieblas de inapelable inquietud pulsátil. En tal sentido, es de valorar el modo en que la guitarra elabora ingeniosos matices percusivos en perfecta consonancia con las consistentemente precisas cadencias que se alzan como la voz líder de la pieza, mientras que el saxo espera sus momentos para resaltarse en medio de la tensión mecánica en curso. El abrupto final de esta pieza es el anuncio para que ‘Gentleman Amateur’ emerja y desarrolle una apabullante muestra de delirio híper-industrial: esta pieza es toda una hipérbole del estándar del noise-rock, modificada y reformulada a través de un reciclamiento cibernético que suena tan surrealista como futurista, insoportable y magnético a la vez, uno de los desafíos más radicales a cualesquiera conceptos de belleza que nos salgan al frente. Si ‘Gentleman Amateur’ era una hiperbólica celebración del ruido instrumental organizada bajo conceptos estrictamente abstractos sobre el rol mecanicista del sonido en el arte, ‘Don’t Touch Me’ se libera de dicho mecanicismo y lo convierte en una anarquía que parece emular el descalabro de los motores del intelecto y el resquebrajamiento de las paredes de la conciencia; a continuación se engarza ‘Masonry’, estableciendo algo muy diferente, una calma ensoñación que no se pone realmente a la lógica modernista de las piezas anteriores, pero sí le da una nueva perspectiva sobre la base de una situación contemplativa, serena, no tan preocupada respecto al entorno inherentemente violento y parametrado del mundo contemporáneo.
El tema homónimo ocupa poco menos de 21 minutos de espacio, un espacio bastante expansivo para que el grupo siga explorando con su peculiar sentido vanguardista los más oscuros rincones de la demencia abstracta, y de paso, crear nuevas áreas de este territorio. La cacofónica pulsación persistente en 3/4 con que se inicia la pieza nos remite a una explosiva mezcla de furia extrovertida y neurosis radical atravesada por una insistente vibración mecánica: ésta será la tónica general de la pieza a través de las variantes de compás y motivo que se van desarrollando a lo largo del camino, la sensación de que una máquina cobra vida para tratar inútilmente de gritar su desencanto ante el destino de formar parte del inmenso metal sin alma con el que nuestra realidad contemporánea redefine el mundo. Varios adornos tímbricos y rítmicos en clave de free-jazz entran a tallar para aportar interesantes variantes a la lunática dinámica general. Poco antes de la barrera del 13er minuto irrumpe un solo de saxo que es la misma encarnación de las peores psicosis conocidas por la ciencia. A continuación sigue una tropelía de incesantes descargas de potencia sónica que se proyectan hacia una inmensa hoguera cuyas llamas están hechas del material de nuestra más desolada desesperación. Los últimos 23 minutos y pico del disco están ocupados por la secuencia de dos secciones del concepto ‘Black Crown Ceremony’: la sección titulada ‘Diamond Terrifier’ está dominada por líneas y fraseos de saxo convenientemente filtrados a través de efectos de pedales y consola, algo así como un ejercicio de free-jazz articulado bajo la lógica del krautrock en su frontera más cercana con la musique concrete; la siguiente sección, titulada ‘Six Realms’, perpetúa esta aura abstracta “engañosamente calma” para explayarse en ornamentos y mutaciones electrónicas varias de neta inspiración minimalista, aumentadas con ruidos de ambientes urbanos y conversaciones. Si el desasosegado delirium tremens de ‘New Slaves’ reflejaba el furioso pavor de quien se siente irremediablemente atrapado, el concepto de ‘Black Crown Ceremony’ parece retratar la vacua liberación de un Bartleby enajenado que no reconoce en sí una voluntad vinculante con su entorno. Un poco pesimistas y desencantadas estas ideas que se ofrecen en las últimas líneas, pero sin duda que el arte de ZS no invita ni al desencanto ni a la dejadez, sino a redefinir con valentía y osadía las reglas habituales del disfrute estético: el repertorio de “New Slaves” se revela como vehículo y motivación para ello.
Muestra de “New Slaves”.-
Acres of Skin: http://www.myspace.com/zstheband#!/zstheband/music/songs/acres-of-skin-68230105