HOLA, AMIGOS DE AUTOPOIETICAN, LES SALUDA CÉSAR INCA.
Hoy
volvemos nuestros oídos melómanos a la Riviera Francesa y miramos con nuestros
ojos melómanos a los años 1976 y 1977 para contemplar y apreciar el legado
fonográfico de la banda francesa CARPE DIEM, la cual se originó en Niza y ofreció,
en su corta existencia, una de las propuestas más interesantes de la primera
generación del rock progresivo francés. En efecto, hace 40 años se publicó el
disco de debut de este quinteto, titulado “En Regardant Passer Le Temps”: al
año siguiente se publicó la segunda y última placa del grupo, “Cueille Le
Jour”, lo cual es de lamentar en términos cuantitativos… que no cualitativos.
Esta asociación cuyo nombre invita a disfrutar al máximo de los momentos que
nos quiere regalar la vida creaba una colorida y majestuosa combinación de
sinfonismo, space-rock, cámara y jazz-fusión dentro de un mecanismo sonoro
cohesivo y llamativo. Además de los exigidos niveles de solvencia performativa
que el quinteto asumía como norte de su excelencia particular, se nota en el
material de CARPE DIEM una magia muy especial. La simiente de este grupo se
ubica en el encuentro entre Christian Truchi y Alain Bergé, quienes pertenecían
a diferentes grupos de versiones y estaban ansiosos por hacer algo novedoso en
el underground rockero de Niza, a fines de los años 60s: constatando sus
coincidentes admiraciones hacia grupos como JETHRO TULL, EAST OF EDEN, THE
MOODY BLUES, y especialmente KING CRIMSON, forjaron una instantánea amistad
musical a pesar de que les separaban siete años de edad (siendo Truchi un niño
prodigio aún por conocer la veintena). Ya a mediados de 1970, el grupo tenía el
nombre de CARPE DIEM, con la alineación de cantante-guitarrista-teclista-
bajista-baterista: el guitarrista era Gilbert Abbenanti, un joven muy talentoso
y cuyo manejo de la guitarra era totalmente empírico, influenciado por JIMI
HENDRIX y PINK FLOYD. Mientras el grupo animaba fiestas en clubes y pubs de la
Riviera Francesa haciendo versiones de DEEP PURPLE, URIAH HEEP, JOE COCKER,
también empezaba a animarse a dar vida a un repertorio propio bajo las pautas
progresivas que suponían su amor rockero más íntimo y genuino. Una anécdota muy
representativa de este ímpetu creativo es la preocupación de Truchi por
modificar su órgano GEM de tal modo que imitara el vibrato del modelo Lowrey
tan común en bandas como EGG y CARAVAN, las cuales formaban parte de su
cabecera. La primera experiencia de grabar material propio fue un single que
contenía las canciones ‘Alesia’ y ‘Le Mangeur D’Herbes’, cuya discreta edición
estaba solamente destinada como obsequio para amigos del grupo. Otras
composiciones respondían al formato de suites largas con temática apocalíptica,
y aunque desgraciadamente nunca vieron la luz del día como parte de un disco
oficial, sí sirvieron como experiencias de aprendizaje en la composición de las
piezas de sus futuros discos.
En
el transcurso del año siguiente, el grupo logró tocar en otras ciudades del
país e incluso ganaron concursos de rock, pero ciertos cambios esenciales en la
alineación del grupo fueron teniendo lugar mientras se tanteaba posibilidades
de obtener un contrato de grabación. En 1973, el vocalista dejó al grupo, el
cual decidió seguir adelante como una entidad puramente instrumental, mientras
que su público de culto en Niza aumentaba; un momentáneo cambio de idea hizo
que el grupo contratara brevemente a otro vocalista, pero la experiencia no fue
nada fructífera, por lo que el esquema de trabajo instrumental fue el que
prevaleció a fin de cuentas. En el otoño
de 1974, los integrantes de CARPE DIEM decidieron darle un giro exclusivamente
profesional a este oficio, y a partir de allí se fue definiendo la primera
alineación estable de la banda: primero con el ingreso del
baterista-percusionista Alain Faraut (tras las sucesivas deserciones del original
Claide Merchard y su efímero reemplazante Jean-Marc Moutain) y del vientista
Claude-Marius David: él provenía de RECITALL, una banda de versiones de KING
CRIMSON que se había disuelto poco antes. Así las cosas, la alineación clásica
de Gilbert Abbenanti [guitarras eléctrica y
acústica], Alain Bergé [bajo y pedales bajos], Claude-Marius David [flauta,
saxo soprano y percusión], Alain Faraut [batería y percusión] y Christian
Truchi [teclados y canto] estaba lista para abordar la grabación de su primer
disco en agosto de 1975. Para llegar a este punto, el grupo tuvo que llamar la
atención de los productores del programa televisivo “Midi-Prèmiere” y tras
presentarse allí, llamaron a su vez la atención de los directores del sello
fonográfico Arcane, quienes fueron a verlos actuar en un concierto en la
localidad de Dôle. El grupo aceptó la oferta del sello con la condición de que
se dejara al grupo las labores de producción de sonido del disco de debut, a
titularse “En
Regardant Passer Le Temps”. Las cuatro piezas registradas en los diez días de
agosto que duraron las sesiones de grabación se revelaron al
mercado en febrero de 1976, bajo una bella cubierta ilustrada por Hubert
Pattieu, la cual ostentaba intrigantes imágenes cósmicas y surrealistas en un
encantador formato de blanco y negro.
En
general, los aspectos que más nos llaman la atención de este primer álbum de
CARPE DIEM son dos elementos cruciales para la esencia artística del grupo:
uno, un lirismo bien delineado que inunda la
totalidad de las ideas melódicas y que muchas veces se explaya en atmósferas
“raras” de tendencia espacial; y dos, el despliegue de energía vertido por el
ensamble, el cual algunas veces raya con lo áspero pero que siempre ostenta una
presentación pulida. Estando siempre flotando en el aire un aura
psicodélicamente oscura, el bloque sonoro de la banda se emparenta con lo que
ya hacían sus compatriotas de PULSAR en sus dos primeros discos, y anticipa en
parte lo que hará pocos años después el grupo turco-francés ASIA MINOR. También
se hacen sentir alusiones al KING CRIMSON de las épocas 70-71 y 73-74, además
de ciertas vibraciones ágiles jazz-progresivas propias del Canterbury. A través
de estas influencias y confluencias, la gente de CARPE DIEM hace sentir su
propia voz a los oídos del oyente atento y cómplice. El comienzo de “En
Regardant Passer Le Temps” se da con el instrumental ‘Voyage Du Non-Retour’,
que dura poco menos de 4 minutos. Ostentando una vitalidad robusta que
paradójicamente se eleva con una luminosidad etérea sobre los aires, expone una
gracilidad cósmica a lo GONG con ciertos aires del SOFT MACHINE pre-1969. Este
jam se siente en verdad muy corto cuando llega el fade-out, pero bueno, las
cosas se ponen eventualmente más coloridas y envolventes con las tres piezas
siguientes, las mismas que encajan perfectamente dentro de la descripción
general vertida en el párrafo anterior. ‘Réincarnation’ es una suite de casi 13
minutos de duración, que comienza con un acento patentemente lírico: esa flauta
pastoral que se explaya con delicadeza sobre los evocadores arpegios de teclado
crean un preludio muy efectivo a la hora de plasmar un ambiente onírico. Para
cuando llegamos al segundo minuto, las cosas están instaladas sobre una base
más pomposa y potente: lo pomposo está bastante medido, eso sí, y no es usado
como un recurso para esconder o reemplazar lo melódico, sino para darle una
dimensión más estilizada. A partir del sexto minuto encontramos nuevos
elementos cósmicos, esta vez cercanos a la faceta más alucinada de GENESIS y al
PINK FLOYD del “Meddle”. El clímax final, desarrollado a través de los dos
últimos minutos, perpetúa este lado cósmico con notable esplendor. Tan
impresionante como nos parece esta primera mitad del disco, admitimos que en la
segunda está lo mejor de “En Regardant Passer Le Temps”. En los casi 10 ¼
minutos que dura ‘Jeux Du Siècle’, se establece bajo un parámetro similar al de
‘Réincarnation’, pero en su conjunto nos parece más logrado en lo que se
refiere a la integración interna de los motivos y variaciones que se van
sucediendo. La breve parte cantada que conforma la coda se instala como un
momento de cálido reposo emocional después de los diversos recursos de
vitalidad sonora que tuvieron lugar en los primeros 8 minutos. ‘Publiphobie’
concluye el disco poniéndole una guinda progresiva de alto calibre. Casi pegado
a la breve sección cantada de cierre del tema anterior, ‘Publiphobie’ emerge
como una tormenta distinguida y exquisita de sonoridades progresivas, realizada
a punta de una potencia compartida equilibradamente por los cinco músicos.
Incluso la dupla rítmica opera como un elemento de creatividad influyente
dentro de la riqueza melódica del tema. Ya sea al unísono, o complementándose
mutuamente a través de líneas diversas centradas en notas comunes, la cosa es
que el quinteto opera con una compacidad increíble. No se nota un espacio
vacío, por mínimo que sea, en ninguna de las secciones ni tampoco en el
tránsito de una a otra. El aura melancólica de las partes cantadas recibe parte
de su fuerza expresiva de la frenética obertura instrumental que le precede, al
modo de una huella marcada a fuego lento. El interludio es otro momento clave
de esta pieza: trabaja con una tensión evidente, pero sin dejar que ésta
explote a pesar del despliegue de polenta emanado por la guitarra y el saxo: la
tensión se mantiene contenida dentro de un equilibrio misteriosamente trazado
por las pinceladas sonoras que se van sucediendo. El coqueto motif de apertura
reemerge para cerrar el tema y el disco redondamente.
Es sin duda el magistral aporte de los
vientos de David el elemento más saltante a través de las trayectorias
dialógicas que el trío de guitarra-teclado-viento traza en el desarrollo de los
motivos; claro, para nada quiero desestimar el buen gusto y sensibilidad de
Abbenanti en sus solos, ni tampoco la capacidad de Trucchi para ejecutar mil y
un fraseos y orquestaciones (en buena parte, bajo la influencia del Canterbury)
que mantienen un núcleo claro y oportuno dentro de las expansiones melódicas.
Mientras tanto, la sólida base rítmica Bergé y Faraut, amalgamada a partir de
la mezcla entre lo rockero y lo jazzero, ayuda a mantener una fuerza
consistente a través de la mágica exuberancia de las expansiones melódicas en
proceso. Si “En Regardant Passer Le Temps” fue un gran punto de partida para
los CARPE DIEM, todavía falta pasar revista a su siguiente álbum, “Cueille Le
Jour”, cuyo título responde simple y llanamente a la traducción francesa del
nombre latín del grupo mismo. Este disco grabado en el último mes de 1976 y
publicado en marzo del año siguiente apuesta frontalmente por los principios de
belleza serena y la creación pausada de ambientes emocionales cautivadores, a
través del inteligente empleo de texturas y el sutil artificio de transmitir
una energía poética a través de líneas melódicas bien dibujadas, siempre
elegantes, nunca llegando a ampulosidades extremas. El sonido grupal se siente
acoplado desde sus elementos individuales de una forma más orgánica, lo cual
refleja una maduración consistente en CARPE DIEM como entidad. El lado A del CD consiste en una suite de cinco secciones, ‘Couleurs’, y hay que decir
desde ya que se trata del punto máximo del disco, ilustrando a la perfección
los puntos que se expusieron en las últimas oraciones del párrafo anterior. Dicho sea de paso, nos centramos en la edición de CD porque la edición original del vinilo dejó la suite para el lado B, pero nos parece más acertado tenerla al inicio del repertorio. Seguimos. Los
títulos autónomos de las cinco secciones de ‘Couleurs’ son ‘Phase Noir:
Premiers Pas’, ‘Phase Orange: La Traversée Des Sables’, ‘Phase Vert: Dernier
Village... Premières Neiges’, ‘Phase Violette: Recontre’ y ‘Phase Blanche: Les
Portes du Silence’. Los sucesivos motifs centrales son exquisitos, sofisticados
sin llegar a ser nunca demasiado ampulosos, incluso recurriendo a la reiteración
con la finalidad de apuntar a la gestación de específicos puntos climáticos. El
diálogo constantemente fluido entre los músicos ayuda a la suite a preservar
incólume su magia esencial a través de sus variantes temáticas. En medio de las
texturas predominantes, los solos de guitarra, vientos y teclado que van
entrando a tallar logran añadir retazos con pulcra efectividad. También se
notan los infaltables quiebres jazzeros en la manera en que el vientista maneja
sus solos y algunos ornamentos del órgano – sin duda, producto de la influencia
del Canterbury – en nombre de la elaboración de dinámicas interesantes que
enriquecen las melodías básicas. El concepto de esta suite se basa en diversos
colores, tal como indica el título: la única sección cantada es ‘Phase
Violette: Recontre’, la cual empieza a instaurar una aureola extrovertida que
se irá prolongando durante el resto de la suite. El clímax final es simplemente
soberbio: arquitectónico y visceral a la vez.
Los temas del lado B son más concisos y
menos impresionantes que la suite del lado A en e lsentido de ser menos épicos, pero para nada resultan pieza
desechables… ¡para nada! Temas como ‘Naissance’ y ‘Le Miracle De La
Saint-Gaston’ exhiben recursos de serena y envolvente belleza semejantes a los
de la suite, a pesar de no gozar de las mismas dosis de fastuoso esplendor. En todo caso, sus estructuras más concisas motivan a la banda a explorar estrategias meticulosamente orgánicas de colorido sonoro. Tras pasar por un breve momento divertido de tono funky-rock en ‘Laure’, ‘Tramontane’
nos devuelve la faceta serena y reflexiva de la banda, aunque sin dejar de
incluir pasajes medianamente veloces y con gancho en su desarrollo temático. El
final del disco llega con el melancólico dueto de piano y saxo soprano titulado
‘Divertimento’, el cual muestra la luz interior del alma humana con una
pertinente aureola de solemnidad, al modo de una despedida de buenas noches que
contrasta con la riqueza lumínica que se nos había regalado en la suite
‘Couleurs’. En las mismas sesiones de grabación se grabó una versión en inglés
de la cuarta parte de ‘Couleurs’ con miras a convertirlo en lado A de un
single, pero este pequeño plan no prosperó. En todo caso, “Cueille Le Jour” es
un éxito artístico de primer nivel. Para el tiempo en que los CARPE DIEM
habían logrado publicar este segundo álbum, ya gozaba de una buena reputación
en los círculos del art-rock francés. Aparte de sus previas mini-giras en
círculos nacionales, de hecho fueron sus participaciones en un festival de
enero de 1976 (compartiendo cartel con MONA LISA, ANGE y TANGERINE), así como
en la red de conciertos Le Rock d’Ici,
en la cual se promovía a la avanzada rockera del país, a mediados del mismo
año, ayudaron a poner el nombre de CARPE DIEM con letras grandes en la escena
progresiva francesa. La grabación y publicación de “Cueille Le Jour” era el
resultado concreto natural de este momento de ímpetu, con el optimismo de haber
vendido casi 15.000 ejemplares de “En Regardant Passer Le Temps”. De todas
maneras, las inestabilidades en la formación de la banda no tardaron en darse
cuando ésta tenía que lidiar con el inconveniente de no contar con una
dirección comercial realmente efectiva. Para empezar, el guitarrista Gilbert
Abbenanti abandonó la banda en busca de un modo de vida más estable, por lo que tuvo que
ser prontamente sustituido por Georges Ferrero; por su parte, Bergé duplicó su
labor en el grupo al convertirse en manager de
facto del grupo, mas finalmente tuvo que dedicarse a esto último en
exclusiva. Así las cosas, tuvo que entrar en escena el guitarrista Gérald Macia
(hasta entonces, experto en guitarra acústica y violín) mientras que Ferrero
pasó al bajo. Dado el pedigrí folk-rockero de Macia, el estilo de CARPE DIEM
empezó a navegar por las aguas del modelo folk-progresivo, algo que de hecho
fue bien visto por los integrantes veteranos que aún seguían adelante, era una
motivación nueva con miras a la composición de un futuro nuevo repertorio. De
hecho, las ideas para un tercer disco estaban madurándose mientras Bergé rompía
el contrato con el poco eficiente sello Crypto y la banda busca
infructuosamente contratos con otros sellos con mayor infraestructura. La
constante sucesión de respuestas negativas y propuestas de contratos demasiado
castrantes hicieron que la labor de grabar una maqueta con nuevas composiciones
hubiera resultado prácticamente en vano; además, dada la moda del punk y el
resurgimiento del rock duro melódico en la escena francesa, las puertas de los
escenarios ya no se abrían tan raudamente para el persistente quinteto. La
persistencia duró un poco más hasta que la amigable, aunque triste decisión de
separarse tuvo que ser tomada: la última actuación de CARPE DIEM fue en un
programa televisivo en octubre de 1979, tocando un repertorio de menos de media
hora ante las cámaras.
Las
reediciones de los discos de CARPE DIEM están dedicadas a la memoria de
Claude-Marius David, quien partió al más allá en el año 1993; nosotros hacemos
lo propio con esta retrospectiva que humildemente publicamos aquí con el fin de
no dejar que este legado no se borre. CARPE DIEM fue – no nos cabe duda alguna
– una fuerza creativa importante en el microcosmos progresivo francés de los
70s.
Muestras de CARPE DIEM.-