HOLA AMIGOS DE AUTOPOIETICAN, LES SALUDA CÉSAR INCA.
Echemos un vistazo al
estado de la cuestión de la ebullición creativa que tenía lugar en los
cuarteles de los JETHRO TULL en 1973. ¿Y a qué se deberá este acto de
nostalgia? Pues a que por motivo del 40mo. aniversario del concept-album “A
Passion Play”, posiblemente el disco Tulliano que despierta más polarizaciones
de opiniones entre fans, melómanos y expertos de la prensa musical, Steven
Wilson ha hecho una exhaustiva reedición del susodicho disco (aunque como salió
al mercado en julio pasado, cumpliendo más bien su 41er. aniversario, pero
bueno...). Lo que tenemos ahora a nuestra disposición es un ““A Passion Play:
An Extended Performance” que contiene 2 CDs y 2 DVDs, el cual nos devuelve a ese
momentum de musicalidad ambiciosa, teatralidad y reformulaciones progresivas en
las cuales se concentraban los inquietos e inquietantes esfuerzos del frontman
extraordinaire Ian Anderson [voz, flauta, guitarras acústicas, saxos soprano y
sopranino], Martin Barre [guitarras eléctricas], Jeffrey Hammond-Hammond [bajo
y voz adicional], John Evan [piano, órgano Hammond, sintetizador Moog y voz
adicional] y Barriemore Barlow [batería y percusión]. A diferencia del
brillante y exitoso “Thick As A Brick”, que se concibió como una parodia de la
noción de álbum conceptual, “A Passion Play” lo era aposta: una genuina suite
progresiva que suponía una nueva escala dentro de la imparable evolución
musical de JETHRO TULL. En el transcurso del disco se narra la travesía
post-mortem de un joven caballero llamado Ronnie Pilgrim que, tras un fatal
accidente de tráfico, transita durante tres días de una sala de proyección situada en una suerte de Limbo, donde le muestran el seguimiento de los aciertos y errores de su corta vida, al
Paraíso, y de allí al Infierno, hasta finalmente volver resucitado a la vida mundana. Lo
que está en juego a lo largo de esta temática es la autoafirmación de la propia
individualidad como clave del libre albedrío, y por tanto, la valía de la vida:
el buen Ronnie busca afianzarse en su individualidad sin necesidad de sujetarse
a reglas del Bien o del Mal que les vengan impuestas desde una “legalidad
superior y ajena”. En el trasfondo cultural de esta ambiciosa obra rockera está la tradición de obras teatrales inspiradas en la Pasión de Cristo, algunas de las cuales incluían a su resurrección en el acto final, y otras incluían un acto donde Jesucristo visita el Purgatorio y las Puertas del Infierno. El 13 de julio fue la fecha de la salida al mercado británico de esta obra maestra, siendo 10 días después la que tuvo lugar en el otro lado del Atlántico.
Antes de revisar esta
nueva edición, recordemos el ítem original, con ese misterioso inicio de
pulsaciones cardíacas generadas desde el sintetizador que marca gradualmente el
compás en 6/8 el ahora icónico preludio donde se engarzan maravillosamente el
colorido saltarín del folk y la gracilidad estilizada de la música académica
para ballet. La primera parte cantada – ‘Silver Cord’ – refleja directamente
sentimientos de confusión y nostalgia, con un protagonismo especial del piano
de Evan a la hora de afianzar la solemnidad del momento. Tras un entusiasta
quiebre danzarín en 11/8 (maravillosa la armazón de la dupla rítmica que
sustenta el viaje del primer solo de saxo del disco), volvemos al primer motivo
cantado para desarrollar un tema desde donde se cree un puente hasta el primer
momento genuinamente rockero del disco: ‘Memory Bank’. Allí disfrutamos de un
excelso despliegue de vigor y dinámicas complejidades rítmicas – ¡cuánta razón
tenía el buen John Bonham al designar a Barlow como el mejor baterista de Gran
Bretaña! – que incluyen un retorno a lo grande de ese pasaje danzarín en 11/8,
esta vez con dos solos simultáneos de flauta que se mezclan e interactúan para
concretizar sonoridades orgiásticamente frenéticas. ‘Best Friends’ es un
llamativo pero breve motivo rockero cuya principal misión es la de clausurar el
ambiente generado por ‘Memory Bank’, incluso instaurando un realce de la aguerrida ceremoniosidad reinante. Esosí, la mayor dosis de explosividad rockera
surge en ‘Critique Oblique’ – incluyendo un breve reprise del cuerpo central de
‘Memory Bank’ – so pretexto del momento de tensión emocional que abruma al buen
Ronnie mientras le muestran la exposición “voyeurística” de los detalles de su
vida. Tras aprobarse su admisión al Paraíso, comienza una danza alegre que
opera como preludio al cuento mágico ‘The Story Of The Hare Who Lost His
Spectacles’, un intermedio entre las dos partes de la suite “A Passion Play”. Esta
suerte de fábula infantil llena de animales antropomorfos relata los esfuerzos
de varios personajes por explicarse cómo la liebre perdió sus gafas y qué se
puede hacer para ayudarle al respecto, sin percatarse de que la liebre no está
desvalida sino que tiene a su disposición unas gafas de repuesto. En el libro
de la reedición, Hammond-Hammond revela que en el personaje hay una alusión
semi-velada a Hare Krishna, y además, se nos hace evidente a los oyentes que
esta fábula tiene un correlato argumentativo con la suite en tanto que celebra
la autodeterminación del sujeto individual y el desdén por las arbitrarias convenciones morales. Por la puerta y por la ventana se van todas esas conjeturas desviadas que ven a este interludio solamente como un ejercicio momentáneo de abandono humorístico o como una parte innecesaria del álbum: puede gustar o no, pero es parte integral del concepto de este álbum.
Después del final
feliz de la fábula y la danza de cierre, la banda vuelve en pleno con la
sección ‘The Foot Of Our Stairs’, la cual recoge en buena parte la espiritualidad
grisácea de ‘Silver Cord’ pero con la persistencia de los ecos de sofisticada
garra rockera que se generaron en las secciones ‘Memory Bank’ y ‘Best Friends’. Hay algunas citas minúsculas pero notorias a algunos famosos riffs del “Thick As A Brick” en ciertos pasajes del interludio instrumental de ‘The Foot Of Our Stairs’: sin duda, esto nos facilita la apreciación de ambos discos como dos momentos integrados dentro de una fase específica de la evolución de JETHRO TULL, independientemente del hecho de que cada uno de ellos haya sido concebido y trabajado con sus motivaciones peculiares y con concepciones mutuamente distintas. La situación amerita esta polaridad entre desconcierto y ansiedad, pues el buen
Ronnie se siente desencantado por la aburrida languidez que inunda el Paraíso,
por lo que él desea cambiar de aires y ver si puede gozar de una vitalidad más
plena como habitante del Infierno. ‘Overseer Overture’ es el retrato general de
ese Infierno que parece ser inicialmente una buena opción: su ágil musicalidad,
impregnada de una buena onda humorística, se basa en esquemas rítmicos
pastorales y ricos matices de órgano y sintetizador que se enfilan hacia una
atmósfera orquestal, llegando a su punto final con un sobrio solo de saxo
soprano que se limita a replicar el motivo central. Un interludio que
ostensiblemente parodia climas usuales de escenas dramáticas de una película de
horror “B” anuncia el arribo de ‘Flight From Lucifer’, una sección ligeramente
menos intensa que la anterior aunque igualmente contaminada de joviales
cadencias pastorales dentro de su esquema rockero. Es el momento de la última
desazón del protagonista, la comprensión rápida de que el ambiente lúgubre y tiránico del
Infierno no es la alternativa vitalista y creativa al Paraíso. La letra que
escribe Anderson para esta escena pone un énfasis rotundo en el espíritu de
autodeterminación y el “carpe diem” innegociable que el Sr. Pilgrim convierte
en dogma de su vida y sus decisiones. De este modo, se anticipa su decisión de
tomar el tren del trasmundo para regresar a la vida terrena, valorando la
persistencia de su propia existencia individual por encima de los esquemas
deterministas que los respectivos Reyes del Bien y del Mal pretenden imponer a
sus feligreses: si solamente tiene sentido la vida cuando hay libertad de acción, y si en el Paraíso no hay campo de acción mientras que el Infierno no da campo a la libertad, la única vida posible tras la muerte es la reencarnación. La etérea calidez de las guitarras acústicas duales que surge
tras la conclusión de ‘Flight From Lucifer’ abren la puerta al poderoso riff de
Barre con que comienza ‘Magus Perdé’: un guitarreo fuerte que nos remite a los
tiempos del “Benefit” y “Aqualung” sobre un ritmo de giga-rock, no ajeno a
ciertos quiebres típicamente progresivos en la sección intermedia. Nunca se puede reiterar lo suficiente cuán genial es Barlow en la arquitectura de esquemas rítmicos para JETHRO TULL. El epílogo
anuncia el exitoso retorno del alma de Ronnie Pilgrim mientras los latidos de su corazón vuelven a resonar al unísono del frenético ritmo del mundo de los hombres –
“Steve! Caroline!”
Concentrémonos ahora
en lo que motiva nuestro recuento de este álbum de 1973: la reedición por su
cuadragésimo aniversario. Básicamente, lo que encontramos de novedades
relevantes en esta mezcla nueva a manos de Steven Wilson está en estos
factores: a) eliminación de un par de overdubs de saxo, nada que afecte
realmente la importancia de su presencia dentro del gran bloque del disco; b)
recuperación de dos estrofas de la sección ‘The Foot Of Our Stairs’, algo que es
muy de agradecer pues su inserción ayuda a acentuar los recursos específicos de
expresividad que salían a colación; c) un realce de los sonidos del piano en
aquellos pasajes donde solía estar más “escondidos” bajo el órgano Hammond y el
sintetizador Moog; d) eliminación de un pasaje de sintetizador que apoyaba al
órgano para dejar que éste “se defienda solo”; e) una definición más prístina
de algunos solos y fraseos de la guitarra de Barre en medio de las marañas de
vientos y teclados, cuya predominancia no se discute como parte del disfrute (o
falta de disfrute) del disco. Ian Anderson, hasta el día de hoy, lamenta haber usado tanto el saxo en este disco, por lo que dejó a Steven Wilson la opción de omitir todas las partes de saxo que quisiera, ¡cuantas más mejor! Steven, pensando como el fan incondicional de JETHRO TULL que es, solo omitió un par de fraseos breves en toda la labor de remezcla, pues él se siente mayormente complacido con esta etapa de Anderson como vientista, donde se proyecta más allá de su perenne flauta traversa. Barriemore Barlow expresa claramente su disgusto respecto a la presencia de ese instrumento en el arsenal del grupo (“deseo grandemente que Ian reemplace con la flauta a todas esas partes de saxo”). Ian reflexiona respecto a su coqueteo de 3 años con el saxo que, de por sí, no le resultaba difícil aprenderlo y manejarlo, siguiendo la misma lógica que utilizó para aprender empíricamente la flauta, pero se sentía incómodo con la forma de su boquilla, sintiendo que le dañaba su labio al tocarlo tantas veces en las giras: resultado de no tener hábito y práctica de años con el dichoso instrumento.* Con todo, la joya más deseable para los fans y
coleccionistas en esta reedición de “A Passion Play” no está tanto en el disco
en sí sino en el proyecto que le precedió, o sea, el conjunto de demos que el
grupo grabó durante su corto periplo francés en los Strawberry Studios
(comúnmente denominado Château D’Hérouville), y que ya conocemos en el primer
volumen de “Nightcap: The Unreleased Masters 1973-1991”, un doble recopilatorio
de desechos de discos varios de JETHRO TULL que se publicó en 1993.
Los demos recogidos de
ese periplo francés se rebautizaron como “The Chateau D’Isaster Tapes” porque
la experiencia francesa resultó terrible en todos los sentidos para Ian
Anderson & co. Impredeciblemente, el aspecto técnico de la logística en
torno a las sesiones de composición, ensayo y registro del material nuevo que
iba surgiendo – con miras a crear un conjunto de canciones individuales para llenar
un doble vinilo – fue todo un desastre, y eso que los estudios tenían la
reputación de haber sido el lugar de gestación de discos de PINK FLOYD, ELTON
JOHN (con su exitoso larga duración “Honky Château”) y CAT STEVENS. Todo salió
mal en todos los aspectos de esa estancia francesa – incluyendo otros
diferentes a los estrictamente musicales – y por eso, “A Passion Play” se creó
en muy pocas semanas, casi empezando de cero en los Morgan Studios de Londres, tomando solo un par de ideas
musicales de esas fallidas sesiones en tierras galas, con un Anderson que iba
hilando en su cabeza un concepto temático, no tanto para hacer gala de
erudición para la escena art-rock de entonces sino para ayudarse a componer
material suficiente para llenar un disco, que ya no sería doble. Bueno, lo que
recibimos entonces en “The Chateau D’Isaster Tapes” fue un muestrario de un
periodo de intensa e incesante creatividad que pudo haber llegado a muy buen
puerto de no haber sido por esas circunstancias adversas que mencionamos antes.
También es verdad que no nos llegaron “en estado puro”, pues Ian Anderson grabó
overdubs de flauta allí donde faltaba una línea vocal que se pretendía crear
para la ocasión o allí donde él sentía que venía bien para añadirse a un riff
de guitarra o una base armónica de teclado. Pues bien, Steven Wilson, actuando
como ingeniero escrupuloso y pensando como fan inescrupuloso, sugirió a Ian
Anderson que la mejor opción para esta reedición era la de trabajar con los
demos tal como estaban originalmente, sin los añadidos del 1993. Y… ¡aún mejor
que eso!... También logró convencerle de que era importante rescatar todos los
demos y no la mayoría, como sucedió en 1993. Eso quiere decir que ahora
disponemos de todos los documentos existentes de esas sesiones, sin que falte nada, todos los sobrantes que Anderson admite que le hacen avergonzar, todos
esos sobrantes que los fans y seguidores de toda la vida de JETHRO TULL valoramos con una
sensibilidad que solo nosotros podemos comprender.
En las declaraciones
de Hammond-Hammond y Barlow publicadas en el libro de la reedición, la actitud
hacia la publicación íntegra de estos demos es más positiva: ambos declaran
sentirse orgullosos no solo de las altas dosis de nervio, creatividad e
inteligencia musical que se vertieron en la versión final de “A Passion Play”
sino también en las que se dieron en su tortuoso periplo francés. Barlow llega a expresar
un elogio particular hacia John Evan: “he actually was the real musician in the
band” [“él
realmente era el verdadero músico del grupo”]. En efecto, cuando escuchamos sus
intervenciones en estos demos, realmente nos damos cuenta de la cualidad tan
gravitante de sus aportes en la gestación – y no solo arreglos – del material
que creaba JETHRO TULL en el tiempo desde el “Aqualung” hasta el “A Passion
Play”. Las manieristas líneas y cósmicos ornamentos del Moog en ‘The Big Top’
son simplemente una delicia monumental, y lo mismo vale para la acentuación de
las amalgamas de órgano y piano en ‘Audition’. Pero sobre todo, el brillo
performativo de Evan se luce particularmente en las dos partes de ‘Law Of The
Bungle’, usando escalas muy ingeniosas al piano y el clavecín en la primera y
focalizando el esplendor expresionista hacia el cual se enfila la segunda,
culminando con un clímax solemne y envolvente. Dicho sea de paso, tal vez sean éstos nuestros bonus tracks favoritos de la presente reedición. Por el lado de la faceta
cantautora de Anderson, resulta muy revelador notar cuán acabadas estaban las
concepciones de ‘Skating Away’ y ‘Only Solitaire’, canciones que esperaron
hasta 1974 para pertenecer al repertorio oficial del “War Child”. ‘Sailor’ es
una canción simplemente hermosa, no carente de ácido humor en su lacónica letra.
En cuanto a las dos partes de ‘Critique Oblique’, pues tenemos una espléndida
mini-suite “perdida” del legado Tulliano donde la rotundidad del rock duro y la
pomposidad típicamente progresiva se conjugan con total magnificencia en torno
a unos motivos centrales que posteriormente será retocados y repartidos en
ciertas secciones de la primera mitad del “A Passion Play”. También hay un par
de ideas que no fueron utilizadas, pero que al estar marcadas por temas
disonantes y genuino nervio rockero, encajan muy bien dentro de la ingeniería musical en curso. ‘Left
Right’, por su parte, muestra un nervio rockero elegante en un medio tiempo:
esto no hubiera estado fuera de lugar si se rescataba para “Minstrel In The
Gallery”, o si se utilizaba como extensión de la sección ‘Best Friends’ del “A
Passion Play”, dado que tienen grooves casi idénticos. Por otro lado, las dos
partes de ‘Animelee’ son celebraciones de la exquisitez hecha sonido: la
primera parte se inicia con un anuncio de saxo, continúa con algunas exploraciones de guitarra
acústica, para que se abra campo a un delicioso viaje de rock barroco donde la
dupla de piano y clavicordio lleva la batuta de la instrumentación general; la
segunda parte es un esbozo primigenio de lo que luego será el preludio de “A
Passion Play”. Todo esto conforma, por lo menos, el 75% del disco inexistente entre los dos ambiciosos álbumes oficiales que fácticamente existieron en 1972 y 1973: y vamos, el material es fabuloso para ser algo aún en proceso de desarrollo, se revela como una base pujante para lo que hubiera sido un gran disco.
También era de esperar que apareciera en el DVD el pequeño filme de la
fábula ‘The Story Of The Hare Who Lost His Spectacles’, el cual se proyectaba
en los conciertos de la gira promocional del disco. Ya había aparecido este
archivo de vídeo en alguna edición anterior, pero siempre es bienvenida la
ocasión de ver al buen Hammond-Hammond lucirse como quiere en su rol de
bufonesco narrador, así como ver a la bailarina Jane Colthorpe – emblema de la
portada y contraportada del disco – lucir sus dotes y dirigir todas las
coreografías utilizadas por ella, otra bailarina y demás figurantes (los cinco
integrantes de JETHRO TULL incluidos). También aparece el vídeo introductorio
de los conciertos con la bailarina muerta que eventualmente se levanta y
atraviesa un espejo, así como el vídeo final donde ella regresa hacia fuera
desde el espejo. En cuanto al extenso libro en el que se centra esta edición,
pues qué más se puede concluir cuando decimos que tiene 80 páginas: abundante
información, especialmente centrada en las opiniones de 4/5 de la banda y los
horribles desórdenes de las sesiones de grabación en el Strawberry Studio. Una
información curiosa es que los latidos sintetizados del inicio del álbum fueron
ejecutados al sintetizador Synthi AKS, no por John Evan, sino por el ingeniero
de sonido Chris Amson. Él ha trabajado para las presentaciones en vivo de
JETHRO TULL entre 1972 y 1981, y eso incluía aportar efectos ambientales
psicodélicos en la fase previa de cada show del “A Passion Play”, mientras se
emitía la película de inicio. La entrevista que le hacen ocupa varias páginas, e incluye recuerdos de su uso de vestimenta de hombre-rana para un gag en la gira del “Thick As A Brick”. También hay una transcripción de extractos de una entrevista a la propia Jane Colthorpe, cómo no, los cuales se centran en los aspectos creativos y técnicos de las diversas coreografías plasmadas en la fábula cinematográfica (y se omiten elegantemente otros detalles concernientes a la entonces conflictuada vida amorosa de Ian, pero bueno, lo dejamos allí).
¡Cuán criticado fue este disco por la prensa británica y la
estadounidense! Particularmente controvertida fue la ácidamente negativa
crítica que publicó Chris Welch en ‘Melody Maker’ sobre el primer concierto,
que tuvo lugar antes de la publicación del álbum en sí: alguien que había
celebrado cada cosa que hacía JETHRO TULL ahora deploraba el nivel de sombría
complejidad que adquiría la música de Ian Anderson y sus secuaces. Hasta el día
de hoy, Barre tiene en poca estima al disco al tenerlo como innecesariamente
abstruso, y aunque hubo un tiempo en que Anderson lo consideró como la obra más
importante que había escrito jamás, en los últimos 30 años también pasó a
subestimarlo, llegando incluso a considerar a los fans admiradores del disco
como “sociópatas dignos de ser encerrados de por vida en un manicomio”.** Pero,
por otra parte, Barlow y Hammond-Hammond se muestran orgullosos de los logros
artísticos de “A Passion Play”. Es una pena que para esta reedición no se
haya podido contar con las apreciaciones de John Evan, el más heroico de los
socios musicales de Anderson en esta época, pero a fin de cuentas, los cuatro
músicos entrevistados rescatan inequívocamente el ethos de camaradería y creatividad
conjunta que brotaba a raudales en este periodo, no solo entre la gestación de
“Thick As A Brick” y la de “A Passion Play”, sino hasta toda la duración de
esta alineación. Sea como sea, independientemente del lugar que el fan Tulliano
de turno le ponga a este disco en su ranking personal, el hecho es que “A Passion Play: An Extended Performance” es la
reedición progresiva más importante del año.
* Recordamos que en una entrevista publicada a inicios de los 90s en la prensa musical limeña, so pretexto de la primera venida de JETHRO TULL a escenarios peruanos, que Ian Anderson admitió que aún conserva un saxo soprano en su estudio, y que de vez en cuando se pone a practicar para recordar cómo se toca, pero al poco rato recuerda cuánto odia ese instrumento y lo vuelve a guardar.
** ¡Incluso llega a manifestar que ojalá no hubiera compuesto el disco! El buen Ian se permite esa pequeña osadía en las reflexiones finales de la entrevista que le hacen... Bueno, se la perdonamos, ¿vale?