Thursday, November 26, 2020

La linterna que nos guía a través del río musical póstumo de TOM DONCOURT


HOLA, AMIGOS DE AUTOPOIETICAN, LES SALUDA CÉSAR INCA.
 
Hoy tenemos el honor de presentar una obra fonográfica muy especial, el disco póstumo del músico estadounidense TOM DONCOURT titulado “Lantern”, el mismo que fue publicado a fines de febrero último. THOMAS CARLTON DONCOURT (su nombre completo) es principalmente conocido en las redes progresivas por haber sido teclista del grupo sinfónico CATHEDRAL, cuyo único álbum del 1978 “Stained Glass Stories” es considerado como un objeto de culto para los melómanos detallistas. Nacido el 10 de diciembre de 1955, dejó este mundo el 20 de marzo del año pasado 2019, pero desde antes de encontrar su fatal y universal destino, estaba trabajando incansablemente en el cultivo de diversas artes, como siempre hizo a lo largo de toda su vida adulta. Claro está, la música era uno de esos intereses, y ya tenía casi terminado el álbum “Lantern”, el cual sirve como testamento definitivo de las exploraciones musicales a las cuales dedicaba su espíritu de aventura. El mismo autor del disco dejó explicado el concepto del disco: “«Lantern» recibe su nombre a partir de una linterna que yo poseía de niño. Esa linterna creaba un mundo móvil y mágico. Yo imaginaba que algún día mi vida sería así, como las dos figuras en la linterna que están sentadas junto a una fogata que nunca se apaga, cerca de un río que fluye sin parar a lo largo de un hermoso lugar. De hecho, he tenido momentos así porque siempre los ando buscando, pero nunca duran, se desvanecen en un tumulto o una distracción, se alejan del fuego, del río y del sol en constante ocaso. Pero la imagen de esa linterna sigue fija en mi mente; pensaba que podría encontrar ese lugar, pero que no podía quedarme allí.” Una bella reflexión sobre el carácter efímero de los pasajes de la vida y la permanencia de nuestras inquietudes y añoranzas. “The Mortal Coil” fue el disco del año 2014 que reseñamos en su momento en este blog [enlace: https://autopoietican.blogspot.com/2015/03/tom-doncourt-en-busqueda-de-la.html], disco publicado de forma autogestionada al igual que otros que llegaron después como “The Moon Will Rise”, “House In The Woods”(2017), “Blacklight” (reedición del 2018 de este disco del 2009 que originalmente fue firmado con el seudónimo FAUVE MUSEUM), y por último, “Lantern”. Además de DONCOURT haciéndose cargo de los mellotrones, el Chamberlin, el órgano, los sintetizadores, algunas percusiones y efectos de sonidos, también aparecen recurrentemente en este álbum Eunice Wobble Wong (canto), Mattias Olsson (batería y percusiones) y Chuck Bernklau (bajo).
 


Revisando el material contenido de “Lantern”, lo primero con que nos topamos es ‘Treetops’, una canción ágil y ensoñadora que suena como un sortilegio festivo. Las texturas de lo teclados y el armazón rítmico siembran una floresta etérea y juguetona para que el canto femenino se pasee grácilmente por sus recovecos con un poético señorío. El intermedio instrumental pasa luego a un tenor ceremonioso antes de que el esquema musical regrese al ambiente inicial, esta vez con una dosis menor de sofisticación. Aquí ha operado una suerte de cruza entre DEAD CAN DANCE y la KATE BUSH de la segunda mitad de los 80s. Luego sigue la canción homónima, la cual comienza con un aura cósmica y misteriosa centrada en solipsistas capas de teclado, hasta que el dueto de voz y piano instaura el motif central. El aura introspectiva que se exuda aquí encuadra cabalmente una espiritualidad contemplativa que se sitúa a medio camino entre la añoranza y la serenidad. Las capas de mellotrón y efectos percusivos que entran a tallar un poco más tarde añaden una majestuosidad un tanto surrealista al asunto, y con ello se logra recuperar el camino de regreso hacia las atmósferas flotantes con las que se había iniciado el álbum. Con la dupla de ‘Invisible Fire’ y ‘Barrier’, DONCOURT y sus socios siguen explorando diversos caminos de refinada expresión musical. El primero de estos temas porta un talante jazz-progresivo con delicados ornamentos psicodélicos: se trata de una semi-balada que no hubiera estorbado para nada en un disco de THE OPIUM CARTEL o de WHITE WILLOW, y, de hecho, no nos hubiera molestado que hubiese durado más, pero es que llega el turno para la segunda de las canciones antes mencionadas. Ésta se centra en explorar la herencia recibida de la canción de apertura, aunque esta vez con una mayor presencia de recursos disonantes en el desarrollo temático y un nervio expresivo heredado de la tercera canción. Así las cosas, el esquema sonoro entra a coquetear seriamente con el avant-prog sin romper con el clima reflexivo que es indeclinablemente predominante en el álbum. Estos dos temas encarnan sendos momentos culminantes del álbum, y lo mismo ha de valer para la quinta canción del repertorio, titulada ‘Constellation Orpheus’. No llegando a completar los 3 minutos y tres cuartos de duración, esta pieza instrumental centrada en la asociación de escalas de piano y capas de mellotrón, con añadidas capas de sintetizador y campanas dentro del armazón sonoro, exhibe un manifiesto de majestuosidad serena y evocadora. Alguien como MIKE OLDFIELD o ANTHONY PHILLIPS hubiese estado orgulloso de componer esta pieza de raigambre pastoral y arquitectura prog-sinfónica... pero no, es del maestro TOM DONCOURT.


‘The Vine’ refleja un viaje por el área del art-pop con elementos tecno-pop, algo así como un híbrido entre el PETER GABRIEL de inicios de los 90s y los OMD clásicos, pero con una estructura melódica misteriosa y sugerente al estilo de KATE BUSH. Interesante idea que también daba para un mayor espacio en la expansión temática. Durando poco más de 6 ½ minutos, ‘Stone’ es la pieza más extensa del disco. Su misión consiste en reelaborar el espíritu general de la canción homónima y trasladarla a una dimensión de mayor fulgor y una más densa fastuosidad. La primera sección contiene un encuadre ingenieril sobre la base de la base rítmica programada, mientras que en una segunda sección, ya desembarazada de ésta, el asunto está ahora en centrarse en las atmósferas a través del uso de capas de teclado que parecen ir desvaneciéndose y reapareciendo. Los ornamentos percusivos que entran a tallar aleatoriamente añaden un aire de mágico ensueño mientras el canto se dedica a exponer una vibraciones inescrutables que parecen brotar de algún lugar recóndito del corazón. Así termina esta pieza, lo cual resulta muy idóneo para que el instrumental ‘Teotihuacan’ pueda iniciar sus exploraciones cósmicas a lo VANGELIS. Los suaves adornos percusivos aportan un delicado matiz tribal al asunto. Los últimos ocho minutos y pico del repertorio están ocupados por la dupla de ‘Lost On Long Island’ y ‘Plasma’, dos canciones muy diferentes entre sí: la primera de ellas es ágil y machacante, mayormente extrovertida y ocasionalmente ornamentada con ambientes sombríos e inquietantes; la segunda de ellas se orienta hacia una combinación de lo grácil y lo introspectivo bajo pautas muy semejantes a varias de las canciones que la precedieron (#1, #3 y #4). Así concluye todo lo que se nos ofrece en “Lantern”, la hermosa exposición de luminosidades musicales variopintas que se articuló como testamento final del maestro TOM DONCOURT. Alzamos una copa de vino al cielo y agradecemos a este señor por haberse despedido del mundo tan a lo grande.

  

Muestras de “Lantern”.-
Barrier: https://tomdoncourt.bandcamp.com/track/barrier
Constellation Orpheus: https://tomdoncourt.bandcamp.com/track/constellation-orpheus
Stone: https://tomdoncourt.bandcamp.com/track/stone

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