HOLA AMIGOS DE AUTOPOIETICAN, LES SALUDA CÉSAR INCA.
Hoy me complazco en dar la bienvenida al grupo español AMOEBA SPLIT, un ensamble gallego patentemente nostálgico de la tradición progresiva Cantebury y que tras muchos años de trabajo paciente e inspiración debidamente meticulosa, acaba de lanzar al mercado su disco debut “Dance Of The Goodbyes”. El repertorio de este disco ews de 6 temas, 3 de los cuales ya estuvieron presentes en un demo que data de hace 4 años, más o menos. Ante todo, “Dance Of The Goodbyes” es una prueba manifiesta de la calidad artística y osadía estética que hacen de AMOEBA SPLIT una robusta promesa de la vanguardia progresiva del Norte Español… ¡promesa cumplida en su primera fase! Por varios años el grupo funcionó como un sexteto, pero la formación que ha registrado este disco queda como un quinteto en el que el bajista Alberto Villarroya aporta también las intervenciones de guitarra; completan el grupo Maria Toro (flauta y canto), Ricardo Castro (teclados), Pablo Añón (saxos) y Fernando Lamas (batería). En el tema ‘Turbulent matrix’, el guitarrista invitado Gastón Rodríguez se luce a su antojo para generar varios de los pasajes más intensos del álbum. Un detalle a tener en cuenta: el grupo opta por plantear letras en idioma inglés para los temas cantados.
‘Dedicated To Us, But We Weren’t Listening’ abre el disco con una entusiasta dosis de vigor jazz-progresivo no exento de finos toques psicodélicos (principalmente en la cadencia cósmica proporcionada por el sintetizador): a pesar de que el título de por sí designa una tendencia frontal hacia el mundo sónico de SOFT MACHINE, el hecho es que esta pieza me suena más cercana a la densidad ágil de unos MATCHING MOLE. El siguiente tema, ‘Perfumed Garden’, desde el punto de arranque nos brinda algo diferente, más calmado y ensoñador, con la presencia destacada del canto de María Toro, pero las cosas no tardan en ponerse más intensas, pasando por un swing llamativo hasta un breve pasaje cósmico acompañado de una narración solemne. Poco antes de llegar al quinto minuto, una dupla de piano y mellotrón de flauta marca el regreso de la última sección lánguida cantada, la cual también incluye un hermoso solo de flauta contrapunteado por un sonido de cello (un mellotrón, sin duda). Con una duración de 10 3/4 minutos, ‘Turbulent Matrix’ se explaya en cadencias jazzeras más profundamente que en los dos temas precedentes: se notan aires a lo WEATHER REPORT en muchas de las intervenciones del piano y el saxo en el extenso interludio que tiene lugar. Más bien, en algún momento la pieza vira hacia una especie de homenaje al SOFT MACHINE del “Vol. 2” por un rato, antes de retomar el motivo central para el cierre. ‘Blessed water’ comienza con una calidez romántica y envolvente, y mientras va evolucionando su desarrollo melódico y secuencias de solos de guitarra y vientos, lo romántico va reforzándose por niveles más intensos y coloridos. Suena casi como una balada de ROBERT WYATT reciclada por un conglomerado de músicos de CARAVAN y CATAPILLA; el breve interludio blues-rockero a lo TRAFFIC que tiene lugar antes del último estribillo aporta un conveniente momento de extroversión al asunto. El canto de la Srta. Toro es sumamente gravitante a la hora de completar la intencionalidad majestuosa del tema: su registro me suena a un punto intermedio entre Anna Meek (CATAPILLA) y Barbara Gaskin (leyenda del canto en la escena Canterbury). ‘Blessed Water’ es, para decirlo con palabras simples, una pieza particularmente brillante.
‘Qwerty’, con un título que homenajea a las viejas máquinas de escribir, es un breve instrumental juguetón, casi caótico en algunos instantes, que no llega ni al minuto de duración y que bien podría haber sido una pieza clandestina del primer álbum de HATFIELD & THE NORTH. De todas maneras, su exquisita factura funciona más bien como un preámbulo para el monumento final del disco, ‘Flight To Nowhere’, que dura más de 23 minutos y contiene cuatro secciones en su estructura interna. Tras una breve introducción densamente psicodélica, se nos viene una primera sección cantada elaborada a través de un esquema melódico reflexivo y sencillo, seguido por un jam muy a lo CARAVAN temprano donde la flauta de la Srta. Toro se luce como quiere. Con el siguiente jam, más tirado hacia la onda de HATFIELD, las cosas empiezan a adquirir un colorido más vivaz: esta vez hay solos alternados de guitarra y saxo, además de la consolidación de la amalgama instrumental. Una nueva sección calma ofrece nuevos climas envolventes que sirven de cobijo para otro solo de flauta, esta vez portador de una serena belleza pastoral que nos puede remitir más al prog italiano tipo PFM que a otra cosa. Tras un tiempo pertinente de desarrollo para esta sección sinfónica, el grupo vira de nuevo hacia el jazz-prog elaborando una suerte de clímax parcial antes de asentar la nueva porción cantada. La atmósfera está armada para generar una sonoridad gradualmente fastuosa, ahora que el tema se va acercando a su final: el rol del órgano es vital para que el esquema instrumental opere hacia esta dirección. En el vigésimo primer minuto y medio, la música se detiene dramáticamente para dar paso a los últimos latidos de un corazón… y tras un momento de silencio, una secuencia de piano se solaza en impetuosos y disonantes acordes en una coda inquieta. De este modo termina un disco que era una deuda pendiente de parte de AMOEBA SPLIT: deuda saldada de manera solvente, a mi parecer.
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