Wednesday, February 07, 2024

Las perpetuas raíces de la excelencia progresiva mexicana: LUZ DE RIADA y su nuevo disco para el año 2024


 
HOLA, AMIGOS DE AUTOPOIETICAN, LES SALUDA CÉSAR INCA.
 
Hoy nos complace enormemente presentar el que tal vez sea el primer lanzamiento grandioso dentro de la escena progresiva latinoamericana, al menos, en la modalidad digital; nos referimos a “Rizoma”, el nuevo disco del ensamble mexicano LUZ DE RIADA, el cuarto en su discografía a 8 años de 
“Cuentos y Fábulas Vol. 3”. Publicado en el blog de Bandcamp del propio grupo a inicios de enero, su publicación física en CD está programada para mediados de este mismo mes de febrero, mientras que su edición en vinilo ya está reservada para el 21 de abril. El colectivo liderado por Ramsés Luna [saxofones acústicos y sintético, y voz] se completa con Luis Nasser [bajo]. Sergio Aldama [batería y percusión electrónica] y Édgar Arrellín [diseño sonoro]. El ensamble contó también con las ocasionales participaciones del baterista Pat Mastelotto (sí, el mismo de STICK MEN, KING CRIMSON y TUNER), Mattias Olsson (sí, el mismo hombre de mil y un proyectos que se dio a conocer hace más de 30 años en ÄNGLAGÅRD) también a la batería, Tim McCaskey (SONUS UMBRA, THE DEVILS STAIRCASE) a las guitarras eléctrica y acústica, Enoc Jiménez a la guitarra eléctrica, alguna verseada de Armando Palomas y una recitación de la poetisa brasileña Maria Lúcia Dal Farra con un poema de Floriano Martins (también brasileño, poeta y artista visual). La creación del material contenido en “Rizoma” está repartida entre Luna y Nasser, ya sea por separado o como coautores. La producción del disco que ahora reseñamos estuvo a cargo de la banda, siendo así que las sesiones de grabación estuvieron bastante repartidas: los estudios EAR Audio y Luna Móvil de México y el, Subliminal Studio de Chicago sirvieron para registrar las baterías, los vientos y las cuerdas, respectivamente. Además, mastelotto y Olsson grabaron sus intervenciones en sus propios estudios. Los ulteriores procesos de mezcla y masterización estuvieron en manos de Edagr Arrellín en el antes mencionado Ear Audio. Bueno, repasemos ahora los detalles específico del repertorio.  
 
Durando casi 6 minutos, ‘Auromboros’ abre el repertorio ostentando un aura solemne que se inserta dentro de una grisácea gracilidad donde se combinan lo sutil con lo muscular. El carácter mayormente parsimonioso del esquema rítmico hace posible que los pasajes vigorosos incorporen electrizantes matices Crimsonianos dentro a un desarrollo temático sólidamente proyectado hacia una cruza de jazz-fusión y psicodelia progresiva. Fuerte y extrovertido sin necesidad de ser intrépido, este tema inicia las cosas a lo grande. ‘Entropía’ sigue a continuación para darle un viraje nuevo al esquema de trabajo concretado en el tema de apertura. Esta vez, el distinguido fulgor manifestado sobre un groove contenido destila mayores dosis de sofisticación, lo cual se condice con un mayor énfasis en el factor fusionesco. El rol de la dupla rítmica se siente aún más complejo en su arquitectura mientras el ensamble, como un todo, controla la expresividad de su vigor potencial. Cuando llega el turno de ‘Raíces’, el elemento fusionesco se torna ya dominante de una manera absorbente, siendo así que el lirismo diseñado para el desenvolvimiento de su foco temático se asienta plácidamente sobre las percusiones y las bases armónicas de guitarra acústica. ‘Atípica’ es la pieza más extensa del álbum con sus 7 minutos y pico de duración. Se trata de un ambicioso ejercicio de jazz-rock progresivo con unas vibraciones folklóricas que mezclan lo cálido con lo tenso. Una vez más, el vitalismo arquitectónico de la batería y la elegancia virtuosa del bajo se compenetran para gestar la columna vertebral idónea para el tema. Se incluye un teatral monólogo femenino que parece exorcizar a los fantasmas más urgentes de la conciencia: es Maria Lúcia Dal Farra recitando el poema Canción del barco de Floriano Martins. Para los minutos finales, los tonos contemplativos se incrementan para dejar que la guitarra acústica acomode sus exubernates líneas melódicas hasta el breve final etéreo. ‘Matanza De Chivos’ vira drásticamente hacia lo extrovertido tras una generosa expansión introductoria del groove instaurado por la batería. El asentamiento del bloque sonoro completo está diseñado para revelar una jovialidad surrealista que, a fin de cuentas, no deja en ningún momento de ser llamativa. ‘Todos Por La Banqueta’ prosigue por esta senda de vivacidad mientras añade un poco de complejidad al diseño temático. Lo surrealista es reemplazado por lo dadaísta en clave de un carnaval que acoge algunos pasajes histriónicamente futuristas. 

‘La Bestia’ y ‘La Danza Del Tlacololero’ son dos temas que duran 5 ¾ minutos y poco más de 5 ½ minutos, respectivamente. El primero de ellos establece una cruza entre las atmósferas principales de los dos primeros temas del álbum (tal vez, dando prioridad al segundo). Los momentos aguerridos son manejados con garra vigilante mientras la luminosa opulencia del discurso fusionesco delinea una expresividad mágica. Por su parte, ‘La Danza Del Tlacololero’ comienza con un prólogo desde donde se desata una particular lucidez experimental, para luego abrir campo a un cuerpo central que comienza bajo el signo de un swing afrolatino y termina con un jam prog-psicodélico. Este último, de a pocos, va subiendo la gradación de su contundente elocuencia, la misma que termina aterrizando sobre parajes orientales. ‘Ñuñoa’ supone un regreso pleno a las exultaciones exóticas del jazz-fusión, comenzando con una especie de danza ancestral que, en su debido momento, es sucedida por un motif más agresivo que se desarrolla bajo una remodelación psicodélica del esquema grupal. El groove inicial regresa para el prólogo. El repertorio llega a su fin con ‘Mil Novecientos Quince’, una pieza que recoge los ecos del tema precedente y del que abrió el álbum. La solemnidad rockera progresivamente acicalada y el extraño embrujo de la fusión filtrada por la psicodelia se alternan en sus respectivos posicionamientos dentro de la misión común de consumar la ambiciosa composición creada para la ocasión. El final perfecto para “Rizoma”, que es, a fin de cuentas, un disco rotundo que derrocha creatividad y agilidad por todos sus eclécticos poros sonoros. Ello redunda en la confirmación de LUZ DE RIADA como una entidad de perpetua excelencia que engalana gloriosamente a la música progresiva latinoamericana de nuestros días. Este grupo mexicano preserva la gran envergadura estética que siempre ha caracterizado a su propuesta y ahora le da un vuelo más recio; sólo nos queda recomendar este disco para cualquier fonoteca mínimamente buena dedicada al rock artístico en todas sus vertientes.

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