Hoy tenemos el honor y el placer de presentar el nuevo trabajo fonográfico de una de las leyendas vivientes del así llamado (mal llamado) krautrock: FAUST. Este nuevo disco de la banda surgida en el año 1971 en la localidad de Wümme se llama „Daumenbruch” y fue publicado el pasado 21 de enero por el sello Eroto Tox Decodings. El título y la portada de este disco hacen alusión a la portada del primer álbum, publicado en el ya lejanísimo año 1971 con la radiografía de un puño cerrado: el título se traduce como fractura del pulgar, pero la radiografía de este nuevo disco también muestra un dedo medio alzado, un signo internacional de desprecio ante alguna fuerza opositora. Ni más ni menos que 8 integrantes tiene la alineación de FAUST que realizó este nuevo álbum: además de los integrantes originales Gunther Wüsthof [caja musical] y Zappi Werner Diermaier [batería], también están Dirk Dresselhaus [bajo y guitarra], Uwe Bastiansen [guitarra y samples], Jochen Arbeit [guitarra y loops], Elke Drapatz [batería y efectos] y Sonja Kosche [instrumentos hechos a mano*, arpa y ventilador]. Pero, primero, un poco de historia de esta entidad llamada FAUST tras su disolución a mediados de los 70s. La misión musical del grupo se rehízo a inicios de los 90s bajo la iniciativa de tres de sus integrantes originales, el organista-sintetista Joachim Irmler, el bajista-trompetista-guitarrista Jean-Hervé Peron y el baterista-percusionista Werner Diermeier con estupendos discos como “Rien” (1994) y “You Know Faust” (1996), ejemplos de un nuevo empuje para su siempre arriesgada propuesta musical. Incluso el renovado ensamble, que incluía a nuevos y más jóvenes integrantes, hizo un disco minimalistamente oscurantista para acompañar a la clásica película Nosferatu de F.W. MORNAU, pero cuando llegó el año 1999 y la gente de FAUST publicó “Ravvivando” (una de sus obras más redondas en las últimas décadas), se empezó a advertir que no todo iba de manera armónica con los tres veteranos reactivadores de esta entidad. En el año 2004 empezaron a operar dos versiones rivales (no necesariamente antagónicas) de FAUST, una coliderada por Peron y Diermaier, la otra, por Irmler. Hasta hubo un disco donde solo tocaban Peron y Diermaier: “Just Us”, del año 2014. Bueno, este nuevo trabajo de FAUST nos muestra a unos Sres. Diermaier e Irmler volviendo a trabajar juntos en esta alineación octagonal que incluye a dos integrantes de EINSTÜRZENDE NEUBAUTEN y uno de SCHENIDER TM, lo cual conlleva de por sí la apertura y la expansión de aires nuevos. De hecho, hay un aura épicamente industrial en este nuevo repertorio que contiene tres piezas de larga extensión. El modus operandi comenzaba con pistas básicas grabadas por los dos bateristas y por Dresselhaus en el estudio de este último, las cuales eran posteriormente enviadas a los demás músicos para que añadieran sus propios aportes sin conocer los de otros. Las grabaciones resultantes fueron mezcladas por Dresselhaus y Diermaier en el estudio ZONE de Berlín. Veamos ahora los detalles de „Daumenbruch”.
La maratónica pieza de casi 23 minutos ‘Weisse Schockolade’ abre el álbum y las parcas notas de piano que signan su prólogo anuncian frontalmente que nos hemos de encarar con un ejercicio de vibraciones y traqueteos ceremoniosos.... Y en efecto, eso es lo que se nos brinda desde la ingeniería sonora armada por dos frentes que operan como dos columnas expansivas y mutuamente dialogantes: el dirigido por las múltiples fuentes percusivas y el centrado en las diversas atmósferas y capas de guitarra y efectos virtuales. A poco de pasada la frontera del quinto minuto, el ensamble conquista un culmen de densidad sónica, pero ésta no tarda en desvanecerse para centrarse en algo más mecanicista. De esta manera, el vigor expresivo se vuelve mucho más sutil para permitir el lucimiento de ornamentos abstractos diversos, todo ello mientras el groove sigue obedientemente afianzando el señorío misteriosamente ceremonioso que se marcó desde el mismo punto de partida. Eso sí, poco antes de la frontera del décimo minuto se gesta un recurso de tensión que ya se estaba mascullando desde antes; una vez perfilada esa tensión, el factor percusivo empieza a adquirir un mayor protagonismo dentro del entramado sonoro. Tras un breve momento de estilizada fastuosidad que enriquece y, a la vez, desintegra la tensión reinante, el ensamble se proyecta hacia un renovado impulso psicodélico que se sustenta grácilmente sobre la intensificada ingeniería rítmica. Los instrumentos que no forman parte del armazón percusivo incrementan la cualidad ígnea de sus texturas en una última fase del vuelo instrumental, el cual termina aterrizando en una dimensión onírica muy sólidamente penetrada por un dinamismo inquietante, casi tirando al RIO. Un impresionante inicio de álbum, no nos cabe duda alguna al respecto. ‘Default Mode’ sigue a continuación para establecer un ahondamiento más sistemático en la solemnidad abstracta mientras le da un giro crepuscular y, en varios momentos, oscurantista, al asunto. A través de la sucesión de golpes de batería, ornamentos percusivos, efectos de guitarra y recursos cibernéticos, presenciamos algo que comienza como una especie de juego deconstructivo y termina virando hacia un ritual punzante de talante industrial. Una vez instaurada esta vía para la presente sección epilogar, el ensamble organiza un enclave fastuoso que incorpora algunos tintes celebratorios mientras se va acercando a su definitiva conclusión.
‘Border River’ ocupa un espacio de poco menos de 19 minutos y cierra el álbum. El dinamismo del entramado percusivo ostenta unas cadencias vitalistas muy estilizadas, a medio camino entre el avant-prog y el jazz experimental contemporáneo; por su parte, los guitarreos se orientan por una línea intermedia entre lo Frippiano y lo gótico. La atmósfera es, en líneas generales, oscurantista, mas ella se desarrolla con un realce en lo misterioso y no tanto en lo tétrico. A poco de pasada la frontera del quinto minuto, se empieza a armar un pasaje climático estructurado en una cruza entre sacudidas modernitas y matices exóticos de raigambre asiática. Un poco más adelante, un interludio relativamente apagado acoge un breve momento de relax antes de volver a las cadencias vitalistas con las que empezó la pieza, retomando directamente las herramientas del clímax antes mencionado. Esto tampoco dura mucho, pues una nueva sección emerge con una intencionalidad deconstructiva que va armando y desarmando instantáneamente posibles pistas temáticas a desarrollar. Mientras esto sucede, la batería mantiene un perfil bajo para que todo lo demás salga al frente, pero en una instancia siguiente, mientras se va trazando el camino de la sección epilogar, la batería regresa a un plano notorio mientras los ornamentos percusivos y los artilugios abstractos aportados por las guitarras y los efectos electrónicos nos brindan un paisaje surrealista. Cuando menos lo esperamos, la tensión vigente empieza a organizar un plan de destrucción donde se impone un aire de acabamiento y pulverización; esto se confirma con el golpe final asestado por el ensamble en pleno. Todo esto fue lo que esta renovada y nutrida alineación de FAUST nos ha brindado con „Daumenbruch”, un disco muy importante en dos sentidos: la evocación de los viejos tiempos de la exploración progresiva radical y la celebración de que ese paradigma aventurero sigue vigente en este tercer decenio del nuevo milenio. Resurrección a lo grande y reactivación impresionante de FAUST.
Muestra de „Daumenbruch”.-
Weisse Schockolade: https://faust-berlin.bandcamp.com/track/weisse-schokolade
* Esos instrumentos hechos a mano fueron diseñados y fabricados por el renombrado luthier neerlandés Yuri Landman.
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