Friday, May 29, 2020

WESERBERGLAND: radicales exploraciones sónicas desde el fin del mundo


HOLA, AMIGOS DE AUTOPOIETICAN, LES SALUDA CÉSAR INCA.

Hoy tenemos el agrado de presentar el nuevo disco de WESERBERGLAND, el cual responde al título de 
“Am Ende Der Welt”Este ensamble que comenzó como dúo conformado por el noruego Ketil Vestrum Einarsen [sintetizador computarizado] y el sueco Mattias Olsson [efectos de sonido] ahora se amplía a quinteto con las inclusiones de los noruegos Gaute Storsve [guitarra preparada] y Jan Terje Augestad [piano preparado], y la rusa Maria Grigoryeva [cuerdas].  En esta alineación, Olsson responde al seudónimo de Molesome, con el cual ha publicado algunos discos de música experimental. Como ya sabemos, ambos músicos son afamados por sus respectivos pasos por diversos grupos y proyectos de vanguardia rockera dentro de la escena rockera, además de haber coincidido en KAUKASUS y GALASPHERE 347. Publicado por el sello Apollon Records en la segunda mitad del pasado mes de abril, tanto en CD como en vinilo, “Am Ende Der Welt” está concebido como una suite continua de más de 42 minutos y medio de duración, pero para efectos de acomodamiento a la edición en vinilo y a la venta digital a través del blog de Bandcamp del grupo, se ha dividido dicha suite en dos partes, una de poco más de 24 ¼ minutos de duración, y otra de poco más de 18 ¼ minutos. Dos partes que reciben los nombres oficiales (y muy convencionales) de Side A y Side B. Este proyecto, como bien recordamos, nació como una entidad propulsora de un krautrock melódico allá por la primera mitad del año 2017, pero ahora ha replanteado su norte estético amalgamando una combinación de krautrock, psicodelia de formas libres, cámara vanguardista, avant-jazz de talante futurista y teoría electro-acústica, añadiéndose a todo ello recursos deconstructivos propios de la faceta más aguerrida del así llamado rock-in-opposition. Además, Einarsen y Olsson ya se rehúsan a utilizar instrumentos que dominan: tal como hemos visto en los créditos de más arriba, el primero no toca un solo instrumento de viento y el segundo no emplea la batería en ningún pasaje del disco. En cuanto a los aspectos técnicos de esta obra, resulta que la suite es de autoría exclusiva de Vestrum Einarsen, la labor de masterización fue realizada por Jacob Holm-Lupo (el mismo de WHITE WILLOW), la fotografía de la portada es de Per-Einar Einarsen y su diseño final es de Henning Lindahl. Preparémonos ahora para revisar la incendiaria y radical aventura que “Am Ende Der Welt” encarna como gesta musical.

Bueno, comenzamos con el Lado A de la suite. Con lo primero que nos topamos es con una evocadora confluencia de etéreas atmósferas engalanadas principalmente por las cuerdas, las cuales se benefician de los aportes sutiles de la guitarra y el piano. En un inicio, la irrupción del sintetizador y del ritmo compás computarizado se siente convergente con el ambiente ensoñador que poco a poco se va haciendo cada vez más nebuloso, pero cuando los mencionados recursos empiezan a poner garra al asunto, nos encontramos con un vitalista ejercicio de confluencias entre el krautrock a lo CLUSTER (dos primeros álbumes) y vanguardia electro-acústica. Es aquí donde la densidad hacia la que se enfilaba la tríada de violín, guitarra y piano recibe un empuje de abstractas tensiones: algo efectivamente desafiante y, a su manera, desgarrador. A partir de la frontera del séptimo minuto y medio, las cosas se van calmando gradualmente para volver parcialmente al aura evocadora inicial, lo cual permite que antes de llegar al punto del décimo minuto, emerja naturalmente un flotante paisaje sonoro de raigambre otoñal donde las parcas notas del piano y las atmosféricas capas de sintetizador brindan una motivación para la calma contemplativa. Lo siguiente es la irrupción de una tirantez abstracta que se sustenta sobre la base más rabiosa de lo dadaísta, una tormenta metafísica donde los instrumentos se retuercen bajo el mandato de los delirios más torturados del espíritu humano. Este pasaje de furia es lo suficientemente duradero como para gestar una inquietud innombrable en el mundo interior del oyente atento. Cuando en un momento la instrumentación detiene su persistente fulgor infernal, todavía prosigue el groove deconstructivo que estaba operando en el transfondo: esta vez, la furia es reemplazada por lo desequilibrante, no es ahora la luminosidad aquello a lo que desafía el grupo sino a la pretensión de unificación de todas las dimensiones del espíritu humano. Esta expansión de la dimensión más turbulenta del free-form posmoderno poco a poco se va diluyendo mientras la tríada de violín, piano y guitarra regresa al motif inicial y los recursos cibernéticos se enfilan a su propio fade-out particular. Aunque la calma no ha vuelto del todo pues todavía se notan los ecos del bélico desgarro que marcó crucialmente a la sección precedente, se advierte que esta primera parte de la suite ha culminado con el cierre perfecto de un círculo musical.

En cuando al Lado B, tras un muy breve epílogo razonablemente sereno, elabora un nuevo ejercicio de tensiones en el encuadre dual de la vertiente de las capas de violín y guitarra frente a la vertiente de los teclados y el inescrutable swing computarizado, pero esta vez el fragor incendiario no apunta hacia una arrolladora inquietud abstracta sino a una sensación de estar perdidos en medio de algo lúgubre que esconde a medias un peligro siniestro, un peligro que da vueltas y más vueltas a una dinámica de acoso perturbador contra nuestra psique en vez de imponerse sueltamente para destruirla. El oyente atento no siente el ruido de los tambores de guerra sino el suelo incierto de un lugar oscuro cuyas fuerzas animistas nos amenazan continuamente con secuestrarnos y llevarnos a una suerte de Limbo. Tenemos aquí una encrucijada entre los TANGERINE DREAM del primer disco, los HENRY COW del tercero y la conversión del post-rock hacia nuevos territorios de neurosis expansiva. Poco antes de llegar a la frontera del minuto 14, las cosas se van atenuando un poco para resolverse dentro de un nuevo enfoque de lo misterioso, esta vez con una parsimonia solemne que, a fin de cuentas, todavía recibe los ecos de la ardiente oscuridad lúgubre. Ya en una última instancia, el sintetizador émulo de una alocada flauta, los retazos surrealistas de violín y las lacónicas líneas de la guitarra preparada exhiben el epílogo oníricamente calmado que signa el momento en que la otrora reinante amenaza se disuelve bajo la tierra de una estepa de reposo. Como si nada, todo vuelve a la normalidad: he aquí el truco de los momentos finales, que la música se detiene para dejar que el oyente dibuje en su mente su propio paisaje simbólico de la paz mental que viene tras la superación de una ordalía infernal. Más que un disco en el sentido habitual de la palabra, “Am Ende Der Welt” es una incendiaria e insolente gesta musical cuya misión estética es la de llevar a nuestras mentes y espíritus hacia los límites del mundo que damos por sentado, a fin de motivar nuevos enfoques para nuestros conceptos vivenciales y nuestras pulsaciones viscerales.


Muestra de “Am Ende Der Welt”.-

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